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Documentació

Folch i Torres, olvidado

Article de Sempronio publicat a la “La Vanguardia” el 06/01/2001

De existir un premio Nobel de Resignación, tocaría indudablemente a los hoy matusalénicos ex lectores de Josep M. Folch i Torres. O, una vez más, no se les tendría en cuenta y seguirían resignados, sin premio... Historiadores, críticos, sociólogos y filósofos seguirían teniéndolos por un saldo negativo, por una generación de ilusos, por una legión de bobos...

Medio siglo se ha cumplido de la muerte del escritor cuya alma y pluma alumbraron En Patufet y lo convirtieron en un auténtico fenómeno de la prensa española. ¿No es algo para ser recordado y comentado? Pues que yo sepa, ni una sola tribuna universitaria, ningún sabio particular u oficial han dedicado un minuto a la que llamaríamos época patufista.

Clasificar En Patufet como periódico infantil es una total vacuidad. Leíanlo no solamente los párvulos, sino también los mayores. "Patufistes", lectores de En Patufet, lo era Cataluña en masa. En las masías donde no entraba ningún otro papel impreso, los menores reían las peripecias del mítico Massagran y los abuelos devoraban las sentimentales Pàgines viscudes. ¡Incluso pastores de alta montaña no analfabetos!

Otro error es tildar En Patufet de azucarado, opinar que los "patufistes", mayores o menores, eran seres de extracción y sensibilidad burguesas. Llorenç Sant Marc, que ha evocado los antiguos bajos fondos barceloneses, afirma que los viernes producíase en ellos un a modo de colapso de actividades vituperables, que una especie de soplo de buenos sentimientos limpiábalo todo. Escuchábase por doquier: "Ha salido el Patufet". Y carteristas y timadores suspendían el trabajo, las rameras hacían huelga de piernas cruzadas, nadie reanudaba su habitual ocupación sin, antes, haber vertido lágrimas o bien esbozado sonrisas al unísono de los héroes y heroínas de "En Patufet".

El crítico y biógrafo Josep Miracle escribió que Folch no fue escritor, sino y principalmente un factor social de primera. Creó un imperio: periódicos, novelas, espectáculos para niños, Pomells de Joventut... En 1920, a propuesta de una "Pàgina viscuda", el autor sugirió la creación de un movimiento juvenil con finalidades morales y patrióticas pensando en la redención de Cataluña. Se los llamaría, puntualizó, Pomells de Joventut. La palabra "pomell" desató la ironía de los adversarios del Patufet, pero entre los lectores cayó cual agua del cielo, provocando una fertilísima cosecha. Fundáronse cien, quinientos, un millar... Uno de los primeros, constituido en Molins de Rei, ostentaba el nombre Corona de Roses y se estrenó celebrando una misa por el independentista alcalde de Cork (Irlanda), muerto al final de una larguísima huelga de hambre...

A las muchachas de un "pomell" de buena familia -los Tuset, Maragall, Prat de la Riba- se les ocurrió ir a misa encasquetadas con caperuza blanca sustituyendo los velos y céfiros entonces de rigor. En septiembre de 1923, mandando ya la dictadura militar y prohibidos los "pomells", la caperucita convirtióse en pieza nefanda y el gobernador civil general Losada publicó una orden diciendo: "Teniendo noticia de que concurren a las iglesias grupos de niños vistiendo las ‘capuchas’ (?) y ostentando emblemas que constituyen el distintivo de dicha agrupación (los Pomells), cesará por lo sucesivo la tolerancia que se ha venido teniendo para dicha falta".

Una caperucita blanca, claro, habría contado entre el material reunido para una posible exposición de En Patufet, evento que no hemos sabido ni imaginar. Y es lástima, pues hablando de Folch i Torres y de su semanario, ensalzando sus Pàgines viscudes o bien tratándolas a baqueta, quizás resultasen aclarados algunos y desconcertantes puntos de la idiosincrasia catalana.

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