15è. aniversari (1999 - 2014)
 
 

Documentació

El catalanismo facista de J.V. Foix

Article publicat a “La Vanguardia” el 03/05/02 per Jaume Vallcorba.

Recuerdo que, cuando estaba redactando mi tesis doctoral sobre Junoy, el nombre de Charles Maurras se me aparecía cada vez con más asiduidad en el entorno de mi estudio y, al ser para mí entonces un desconocido, se me hacía imposible entender su papel, al no alcanzar entonces a calibrarlo, ni como difusor de una estética ni tampoco como político. No había leído entonces el texto de Folguera, y una tarde en que hablaba con Foix en su casa sobre Junoy, que había sido amigo de juventud de Foix y del que buscaba datos para mi tesis, le pregunté si sabía quién había sido el Charles Maurras que se me aparecía con tan-ta frecuencia. Se levantó en silencio del sillón blanco en el que siempre se sentaba; separó la cortinilla de tela gruesa y de color rojo sanguina que se encontraba detrás de él y me mostró un ámbito de su biblioteca personal, acaso el que más había contribuido a su formación. Allí estaban, al lado de buena parte de los poetas medievales, provenzales, catalanes e italianos, las obras del político de Martigues encuadernadas en piel. Le pregunté: "Así, pues, ¿es usted maurrasiano?" Y me respondió: "Lo fui, en efecto. Aun-que no siempre. Más tarde me hice fascista". El fascismo foixiano fue más bien circunstancial, brevísimo en el tiempo (empezó alrededor de 1920, precisamente cuando la influencia maurrasiana se hacía sentir con más intensidad en Europa) y de proyección probablemente nula. Secundó a su amigo Josep Carbonell en la idea de propagar este ideario a través de una publicación política. En este empeño, en el que Carbonell fue siempre protagonista, el amigo contó, sin embargo, con la participación activa de Foix, tanto en su diseño formal como en su organización por secciones. La revista se proponía una revolución fascista de tono iberista, y en ella Carbonell y Foix fueron sus protagonistas absolutos. Una revista partidista A partir de 1921 apareció "Monitor. Gaceta nacional de política, arte y literatura", y las propuestas políticas de los dos amigos tomaron forma de libro bajo el título de La revolució catalanista, de 1934, firmado conjuntamente por los dos redactores. Foix quiso más adelante dejar esta obra en el más completo olvido. Años más tarde, hablando una tarde con él, me manifestó un profundo disgusto por el libro, conminándome a olvidarlo y a no hacerlo aparecer más en nuestras conversaciones. De lo que Foix se proponía en una revista como "Monitor", "dogmática y antiliberal" -uso expresiones del poeta-, y de las dimensiones de su catalanismo de corte fascista, se hace ilustrativo reproducir lo que escribía a su amigo Obiols entonces en Roma: "Mi interés y toda mi actividad va orientada a que ‘Monitor’ sea partidista. Puede que solamente salga un número, pero puedes estar seguro de que, sin ofender para nada, dará el tono. En política planteará positivamente el problema nacionalista catalán. Pedirá que, alejándonos de nacionalismos y sentimentalismos vagos e imprecisos, se diga a base de estadísticas y documentos con qué medios cuenta Cataluña para poder vivir como Estado independiente. Parangonará Cataluña con Bélgica, Holanda y Dinamarca, geográfica y económicamente. Pedirá si es posible que Cataluña deba poner toda su intensidad patriótica para llegar a ser una Suiza sin piel ni sustancia, etcétera, todo esto para sacar unas consecuencias -provi-sionales- en las cuales se dirá si un imperio ibérico no sería para la nación catalana una garantía de independencia superior a la que le puede venir de una pseudoindependencia ‘absoluta’ controlada por Francia por ejemplo... El caso trágico del catalanismo nacionalista es precisamente que, hoy en día, toda la férvida hueste de los separatistas revolucionarios está compuesta por gentes que en el orden religioso son por ventura espiritistas y en el orden social son anarquistas, siendo su afán separatista consecuencia de su temperamento anárquico. A medida que me voy depurando del todo de mi sentimentalidad, me voy dando cuenta de que las secesiones territoriales son desviaciones románticas del patriotismo y producto de una morbosidad colectiva. Será cierto seguramente que una nacionalidad sana da un imperio, y que las pequeñas repúblicas -sobre todo en esta edad socialista- son aspectos insanos de los nacionalismos desviados. "Hoy día, por ejemplo, te encuentras con Bélgica -que tiene rey y un imperio colonial- pero que por boca de algún político tiene interés en que se sepa que la protección que le ha dado Inglaterra durante esta guerra (la de 1914-1918) ha sido la que se da al sereno del barrio que te vigila la hacienda. Bélgica no piensa salir nunca más en defensa de Inglaterra ya que ‘no quiere ser una colonia suya’. Esto de ser colonia de Inglaterra es precisamente lo que pasa con Portugal, nación que -según me decía hace pocos días la mujer de Reparaç- no puede encontrar su salud más que contribuyendo a robustecer España mediante la construcción de un imperio peninsular. La sociedad de naciones en la península ibérica quizás sea la única solución para mantener los pueblos de esta unidad geográfica en una libertad defendida conjuntamente -no por sentimiento, sino por interés positivo." El texto se explica por sí solo: el propósito de Foix se hace diáfano, y dibuja y perfila los límites de un imperio ibérico en el que Cataluña debería implicarse sin reservas. Sea como fuere, éste fue un periodo breve del que Foix se sintió después alejado y extranjero, hasta el punto de querer olvidar del todo los artículos en los que debatió con Josep Pla sobre el fascismo en 1922 y, más detalladamente, en 1924, al pedir que fueran dejados de lado en la recopilación de sus artículos periodísticos que preparó Manuel Carbonell ya casi al final de su carrera literaria. En el primero, Foix recriminaba a Pla el ser un esteta de alta decadencia por su desprecio del fascismo, y en los de 1924 defendía ante Pla las bases del fascismo partiendo de la afirmación siguiente: "Que me sea permitido confesar previamente mi devoción por la ideología que motivó la fase fascista del movimiento nacionalista italiano". No creo, pues, como afirma Gabriel Ferrater, que estos artículos fueran impuestos al poeta por el director del periódico ante las protestas del consulado italiano a raíz del artículo del escritor ampurdanés que el periódico había publicado denunciando el asesinato de Giacomo Matteotti. Sea como fuere, en 1933 ya manifestó con toda claridad su poca simpatía por el fascismo en la reseña que dio a "La Publicitat" del libro del católico alemán Otto Neumann, cuando afirmaba que "el fascismo está hecho de cobardía", y basta además leer los artículos que, poco tiempo después, publicó en el mismo periódico (recogidos hoy en Els lloms transparents) para darse cuenta de su poco retórica defensa de la primacía absoluta del hombre ante la "negación del individuo por los fascistas nacionales y los proletarios de Estado", y del horror por todos los totalitarismos y las dictaduras de cualquier género. La influencia estética La influencia de Maurras en el terreno estético fue, sin embargo, mucho más determinante y duradera (y me gustaría saber si el pseudónimo "Focius", que el poeta adoptó durante muchos años al firmar algunos de sus textos periodísticos, además de ser un diminutivo de su apellido, no recordaba que Maurras se llamaba Focius de segundo nombre de pila). No se trató, por descontado, de ninguna política monárquica al estilo de la propugnada por el provenzal, sino de una estética y una actitud que recogía de Maurras el respeto y afecto por la tradición propia y su presencia vivificadora. Más aún: la conexión que se propuso por la escuela románica con el mundo medieval era, por decirlo así, la única posible para un poeta catalán nacido a las letras con el cambio de siglo y alejado, por temperamento y vocación, de la estética romántica. Sin tener fuera de su vista ni menospreciar tampoco las posibilidades que la lengua popular le brindaba -es más: estoy seguro de que el cancionero Vega-Aguiló fue para él de una utilidad extrema, y no solamente como acerbo lingüístico: la Tuies, la Gertrudis de su primer libro fue bautizada así probablemente por uno de los personajes que lo pueblan-, lo que Foix se proponía era componer una literatura culta, enraizada en un linaje del que se sabía parte y perfectamente acorde con el nuevo siglo. Su poesía quiso ser forma literaria de la tierra en la que nacía, continuación de su espíritu y objetivación lírica de su modo de ser. Pero, en todo caso, alejada de las aproximaciones estrictamente sentimentales. Cuando en enero de 1921 aparece "Monitor", la revista política que impulsó con Josep Carbonell en Sitges, detalló los cuatro tipos de literato que, a su parecer, contribuían a perturbar la integración espiritual de Cataluña en la actividad espiritual europea. El cuarto, después del que ha renunciado a su raza, aquel vanguardista cosmopolita sin conexión con el espíritu de su tierra y del floralista localista, era el demagogo. En este punto afirmaba que "la demagogia literaria propagadora de todos los romanticismos y sentimentalismos vulgares, se opone a la elevación estilística de la lengua e impide su eclosión culta".

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