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Documentació

Ferrater al desnudo

Article publicat a “La Vanguardia” el 10/05/02 per Xavier Bru de Sala

Ferrater ya tiene premio con su nombre, traducción al castellano, biografía, qué sé yo. Para un poeta que no lo fue, no está nada mal. ¿Con qué finalidad se propuso hacerse pasar por poeta, si era lo bastante buen crítico para observar la evidencia? No creo que ni él mismo lo llegara a saber. Los Malcolm Lowry andan por el mundo con el cerebro brillante pero bastante confuso a la hora de discernir sobre sus existencias, apetencias y conveniencias. Si la tipología mental es parecida, la diferencia entre Ferrater y Lowry es de talento. Tal vez si el de Reus hubiera novelado su caótica biografía interior...

Dejémonos de suposiciones y cambiemos de pregunta. ¿Cómo consiguió engañarnos a casi todos y situarse en el parnaso de la poesía catalana, cerca de la cima? (Garcés, Teixidor o Espriu no picaron el anzuelo, pero los de mi generación y la anterior nos postramos sin caer en la cuenta, aunque con el paso del tiempo nos hemos ido levantando.) A esa segunda pregunta, sí puedo ensayar una respuesta. O dos. Una de carácter lingüístico y otra de tipo estético y vital. Una vez me entretuve en listar unas cuantas docenas de palabras que forman parte del vocabulario poético catalán, que raramente se usan en la prosa y jamás en el lenguaje oral. Son marcadores recurrentes, cuya frecuencia indica con bastante fiabilidad el grado de estulticia lingüística del componedor de poesías catalanas. Aún me atrevería a ganar el premio que fuera a base de coger un texto en prosa al azar, sustituir las palabras comunes por las poéticas y versificarlo. Pues bien, Ferrater prescinde de esos marcadores. Por eso nos impresionó tanto. Espriu ya había hecho algo parecido con anterioridad, pero se había compuesto un repertorio de marcadores propios, del caló y la lengua popular no contaminada por la vara poética. Ferrater escribía desnudo, en pelota lingüística picada. ¿Y a mí qué?, dirán ustedes. Pues eso, que tuvo un valor y casi lo ha dejado de tener.

Quienes no tengan edad para recordarlo, no podrán hacerse idea del ambiente cultural "resclosit", mojigato a derecha e izquierda, de los sesenta y primeros setenta. Ferrater debía ser el único catalán de entonces que llevaba jeans a los cuarenta años, que escribía sin quitárselos de la cabeza. El mundillo resistente no estaba preparado para tal osadía. Fue iconoclasta, gran lector, conversador y bebedor infatigable (ah, beber, los que no bebían estaban desahuciados). Esta actitud de "outsider" tuvo también un valor, hoy residual, para el historiador de pequeñeces.

¿Qué queda, entonces, que justifique la recuperación de su nombre? Inercias. Sólo sé de un lector joven cualificado que le reverencie sin paliativos. Habrá más, claro, pero el dato objetivable es la cantidad de escritores y poetas que lo admiraron y ahora no encuentran nada en el fondo de su poesía que justifique el renombre. Mucho menos el mito. Iría a su favor que no fuera capaz de escribir un verso sin ortopedia métrica, que no tuviera el menor oído para el ritmo o la eufonía (llegó a teorizar su confusión entre métrica y sintaxis), que le fallara el sentido compositivo y cortara o alargara por lo sano; iría a su favor, si no hubiera equivocado el núcleo de la obra, el valor moral de su experiencia, que jamás llega a transmitir (y creo que ni a vislumbrar). Tal vez si hubiera admitido su naturaleza de atolondrado y desorientado íntimo, si hubiera explotado su capacidad para las metáforas y las imágenes. Pero no lo hizo. Sus moldes poéticos y su desnudez lingüística pueden seguir durante un tiempo en el muestrario para poetas en busca de referentes, pero al fin queda el sentido, el contenido, la emoción, pura o reflexiva. Y de eso no hay. Ni nadie lo ha descrito o ha dicho jamás que lo haya, salvo el propio Ferrater, para engañar y despistar. A lo mejor, siendo piadosos, para engañarse y sentirse un poco menos infeliz.

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