Documentació
La alienación moral
De los tres mosqueteros imparables (Alzamora, Bofill y Forcano), para mí, el poeta más estimulante es Sebastià Alzamora (Llucmajor, 1972). Muy pronto publica un libro de rara madurez: Rafel (1994). Un largo poema compuesto en diez secciones y un final, conformado por 775 decasílabos, cuyo tema es la reflexión sobre la muerte de un amigo. “Creed en la estructura. Creed, igualmente, en las métricas antiguas. La versificación es un poderoso útil de liberación de la vida interior”, afirma Michel Houellebecq en Rester vivant (1997). Seguramente, Alzamora corroboraría estas ideas. Sin embargo, como ocurre, en parte, en Apoteosi del cercle (1997), su segundo libro de poemas, la facilidad en la versificación puede llevar fácilmente, también, a la retórica. Trabajador infatigable, Alzamora escribe, después, un libro narrativo, de aliento poético y experimental, L'extinció (1999). Su obra mejor recibida hasta el momento ha sido el libro de poemas Mula morta (2001), que Sergio Gaspar ha traducido al español y ha publicado en su editorial DVD. El universo atávico de Mallorca, un cierto mesianismo y una inversión de los valores religiosos se reúnen en Mula morta en una voz crítica y lírica con una inusual capacidad metafórica. En una tesitura paralela cabe situar la novela Sara i Jeremies (2001). Otra cosa es El benestar, el último libro de poemas de Alzamora, su primero enteramente escrito y situado en Barcelona. Alzamora vuelve al poema en verso largo pero con una estructura más abierta y móvil. Además el poema deja de estar escrito desde una sola voz y deviene un dinámico diálogo entre un narrador y los monólogos de los personajes que constituyen la trama: Roberto, un lúcido borracho, su amigo Jaume, que “no era algú que posseís un món interior”, de hecho, “el seu concepte del desig / es reduïa a menjar conys i polles / que l'atzar li posava a tir”. Y Marta, joven cancerosa, carne de cañón, objeto del deseo de Roberto y Jaume. El poema avanza con fuerza, entre un poema satírico de Pushkin, la lírica de Blai Bonet y un aullido de Ginsberg. Pero, sin duda, es en su última parte, L'escenari del crim, donde El benestar llega a su clímax. El narrador nos describe, con humor y cinismo, cómo Jaume, en un local de intercambios sexuales, es sodomizado en una ceremonia masoquista: “En Jaume / s'està oferint de boc expiatori / a l'avorrida petitesa / d'una parella de conciutadans”. El universo moral de El benestar es alienado e inmoral como el que nos describe Houellebecq en Las partículas elementales (1998) o en los poemas de La poursuite du bonheur (1997). La provocación fácil, un exceso de lenguaje homofóbico y de lugares comunes no siempre van a favor de El benestar. Se entiende que a Alzamora no le gusten las sutilezas de Carner. Pero Alzamora es un poeta que arriesga, un poeta que va a más. El benestar es un poema que hay que leer. En El benestar Alzamora levanta un singular retrato real, cruel y vivo de nuestra sociedad en declive: “L'infern d'aquest / món és l'infern que s'obre amb cadascun / dels nostres actes”.
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