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Documentació

Duendes en la imprenta del Quijote

Article publicat a "La Vanguardia" el 09/11/01 per Andrés Trapiello

Hace unos años, cuando aún faltaba uno para que saliera a la luz la monumental edición que del Quijote preparaba Francisco Rico, quiso saber éste, durante un almuerzo en un angosto bodegón peruano de mi barrio, al que el profesor le tiene una afición que sólo se justificaría por razones sentimentales, quiso saber, digo, cuál era mi opinión de tipógrafo sobre el modo en que se había impreso el Quijote. No es ésta, como él diría, cuestión baladí o grano de anís, ya que quizá sabiendo cómo se imprimió ese libro, alcancemos a conocer la causa de las muchísimas erratas y errores que en él se deslizaron y, de paso, podamos ayudarnos para fijar ese texto lo más cerca posible, y de una vez por todas, del sentir y decir cervantinos, limpiándole de todas las imperfecciones que se le pegaron en la imprenta de Cuesta. Ni siquiera improvisé sobre la marcha una solución, porque el profesor llevaba meses dándole vueltas a los raros enigmas que plantea la prínceps del Quijote, y todos los que le conocen un poco saben que cuando él pregunta algo a otro no es porque crea ignorarlo, sino porque cree saberlo. Me expuso allí una teoría que luego nos encontramos en el bregado escrito que incluyó en esa edición y que puede resumirse de la siguiente manera. Según él, el texto no había sido compuesto de seguido, como cabía sospechar, sino sólo a trozos, dada la escasez de tipos móviles, muy laboriosos de fabricar y, por tanto, muy caros. Es decir, y siempre según su teoría, primero se componía una cara del pliego, y después de distribuir en sus chibaletes los tipos, la otra. En un pliego de ocho planas o páginas, por ejemplo, se imprimen primero, la página uno, la cuatro, la cinco y la ocho; a continuación los tipos móviles que forman esas páginas se recolocan en sus cajetines y sólo después vuelven a componerse las páginas restantes, o sea, la dos, la tres, la seis y la siete,se encaman en las prensas, se le da la vuelta al pliego y se imprime éste denuevo. Eso, luego, se pliega, y todo queda en su sitio. Según el profesor,sólo habiéndose compuesto el texto de esa manera, "por forma!s, contando el original, vale decir, deslindando previamente en el manuscrito las porciones que iban a corresponder a las cuatro páginas no seguidas que se repartían en cada una de las caras de los pliegos impresos", sólo así, repito, se explicarían los desajustes que presenta esa edición, en la que las páginas pueden tener líneas de más y de menos con harta frecuencia, cosa que no ocurriría de haber sido compuesto el texto de corrido y troceado más tarde con exactitud, como es usual. La primera objeción seria a su teoría, y esa sí me acuerdo habérsela formulado frente a unos frijoles alevosos, fue que el hecho de componer e imprimir únicamente los bloques o páginas que forman una cara, que en el argot se llama forma, y luego los de otra, significaba conocer el número exacto de letras que cada uno de estos bloques o páginas formaban, para que todo cuadrara como conviene. Es decir, que no sólo tendrían un operario componiendo tipo a tipo las páginas, sino que ya antes debían de disponer de otro que contara las letras en el manuscrito, para conocer exactamente la cantidad de texto que podía volcarse en cada uno de los bloques o páginas, marcándolo en el original y dándole a cada uno de los cajistas su pedazo correspondiente.Pensé entonces que esa era una solución demasiado recherché, por no llamarla más bien una milonga peruana, pero no estaba uno en tales batallas y sólo ahora, tres años después, al leer precisamente el minucioso trabajo del profesor Rico, ha sido cuando he visto ante mí la manzana de Newton cayendo por su bonito peso al suelo. La segunda objeción, no menos seria, es que los tipos no eran en absolutocaros. Lo eran los punzones de acero, algo así como el master o cuño de lasletras, y lo eran, un poco menos, las matrices, los moldes. Lo que losimpresores españoles solían importar de Amberes no eran desde luego lospunzones, que no solían estar a la venta, sino las matrices, en cobre, queservían para hacer cuantos tipos, en plomo, se quisiera, por el sistema delvaciado. Y el plomo en tiempos de Cervantes, aunque seguramente no tanto comoen tiempos de Rico, era barato.Quien esté habituado a transitar la obra y la vida de Cervantes sabe muy bienque todo en ambas parece articulado con la bisagra de las conjeturas, ya quenadie está seguro de nada en ellas, el adverbio quizá es la palabra másfrecuente en los estudios cervantinos y cada frase parece haberse escritodesde la verosimilitud o los tiempos condicionales, ante la imposibilidad dehacerlo no ya desde la verdad, sino ni siquiera desde la realidad.Tomemos, como ejemplo, este párrafo del profesor Rico. Trata en él dereconstruir el proceso de composición del texto del Quijote. "El primer pasocorrespondía al corrector, quien, según la usanza, revisaría el original paraseñalar en un cierto número de páginas los criterios de regulación ortográficay de puntuación a que en principio debían de atenerse los componedores. Nomenos de tres de ellos, verosímilmente reemplazados o reforzados a ratos porotros colegas o aprendices, se afanaron después, a lo largo de octubre ynoviembre (quizá incluso en las fiestas, a condición de oír misa), en laconfección de los ochenta pliegos del texto y del índice, con una cadencia depliego y medio diario, a forma (cuatro planas) por barba de cajista. Tal ritmoera superior al normal, si, como hay que pensar, la tirada fijada por Roblesno fue de un millar, sino de mil quinientos o mil seiscientos cincuentaejemplares, y es probable que en ocasiones obligara a emplear dos prensas,como más!regularmente se venía haciendo desde julio con el tomazo de Blosio. Todo elvolumen se elaboró, por formas, contando el original", y ahí se enlaza con eltrozo ya citado.Cada palabra despierta aquí una duda o un recelo: ¿Por qué "no menos de tresoperarios"? ¿Existen contratos de Cuesta de ese año en el que se especificalos operarios con los que contaba? ¿Por qué la cadencia fue de pliego y mediodiario, y no de más o de menos? ¿Por qué hay que pensar en mil quinientosejemplares mejor que en mil seiscientos cincuenta o en dos mil? No sé por quéeste párrafo me recordó aquel diálogo entre el juez y el personaje de "Crimeny castigo", Raskalnikov, cuando el primero le cita al segundo el proverbioinglés, según el cual ni cien conejos hacen un caballo ni cien conjeturashacen una evidencia. Convendremos también en que es extraño ese "a condiciónde oír misa". ¿Le consta a Rico que sólo si oían misa podían obtener ladispensa para trabajar en domingo, y que tales dispensas eran frecuentes, yque, en todo caso, eso fue lo que ocurrió durante esos dos meses en laimprenta de Cuesta? Aquí no parece sino un latiguillo de narratólogo paravestir el p!árrafo en costume.Antes de seguir diré que consulté con dos viejos tipógrafos amigos míos yambos encontraron disparatada la solución de Rico, por atentar contra laprimera regla del arte de imprimir, que es la racionalidad y economíacartesianianas, o sea, por contravenir el sentido común.Lo extraño es que Francisco Rico no advirtiera que la solución la daba élmismo en su propio escrito: ¿Cómo es posible que Cuesta tuviera dos prensas,para imprimir al mismo tiempo el libro de Cervantes y ese de Ludovico Blosio,"un gordísimo infolio", y, por tanto, no tuviese un doble juego de chibaletes,y prefiriese complicarse la vida imprimiendo dos libros a la vez cuando lotenía mucho más fácil yendo de uno en uno? Rico aduce la escasez de tiposmóviles, que no darían para componer ocho planas seguidas, teniendo quetrocearlas de cuatro en cuatro, pero admite que junto al de Cervantes estabaninmovilizadas o imprimiéndose al mismo tiempo las formas del de Blosio, y siCuesta tenía dos prensas, quiere decir que contaba con material suficientecomo para alimentarlas a las dos. ¿Por qué emplear en el de Blosio los tiposque podían emplearse en el de Cervantes, o al revés, multiplicando el tiempode las tiradas, cuando de la otra manera podía desemplear al contador deletra!s y emplearlo en otra cosa, desarrollar más rápida y cómodamente el trabajo yevitar las sorpresas desagradables a la hora de hacer casar las páginas?No. El texto se compuso de corrido. Primero se distribuían aleatoriamente lascuartillas del original entre los cajistas ; estos, con su correspondientecomponedor, trabajaban cada uno en las suyas, luego se juntaba todo, en orden,en la galera y después se troceaba la galerada, o suma de lo compuesto, paraformar las páginas. A continuación se sacarían unas pruebas para sercorregidas por el autor o por el regente de la imprenta (¿dónde se dice que enla imprenta de Cuesta había corrector?), se introducirían las correcciones, seatarían las páginas, se llevarían a la mesa o platina, se meterían en elbastidor o rama cuatro de ellas completando una forma, dejando las otrascuatro ya compuestas fuera, y se metería la forma bajo las prensas. Mientrasse tiraban las cuatro segundas, los tipos de las cuatro primeras podían serdistribuidos de nuevo en sus chibaletes y empleados en las cuatro siguientes.Es lo que se llama un trabajo rodado.Correcciones y erratasLa premura del impresor, la chapucería de los oficiales y aprendices, inclusola inepcia del autor (uno lleva en esto de la imprenta muchos años para saberque no pocos autores son incapaces de corregir sus propias pruebas congarantías de dejarlas limpias de erratas, y a muchos incluso la erratería lesda igual) explicarían el calamitoso estado en el que apareció la primeraedición del Quijote. Es posible incluso que se emplearan las dos prensas entirar sólo lo de Cervantes, componiendo el libro no sólo de ocho en ochopáginas, sino de dieciséis en dieciséis, y de ahí que el ajuste final entrelos pliegos, corregidos a pares, obligara a los maquinistas a embuchar oliberar texto, según unas correcciones que a menudo les obligarían a recorrerlos textos o reducirlos, evitando por todos los medios que las correcciones deuna página les obligase a recorrerlo más allá de unas líneas, porque locontrario habría convertido ése en un trabajo de chinos. Eso explica por quéunas pági!nas tienen dos líneas de más o de menos, incluso cuatro. Las correcciones delregente, o de Cervantes, obligaban a ello sólo con que éste modificara,suprimiera o añadiera unas pocas palabras. El cajista, con tal de no mover elresto de las páginas, trataría de enmendarlo todo en una, quedase ésta comoquedase.No se comprende, pues, cómo de una cosa tan sencilla quiso hacer Rico una tancomplicada, y aunque no creo que se deje convencer, conociéndole, nada legustaría a uno tanto como contribuir con estas sugerencias a que el no siemprearmónico universo de los cervantistas, que él anima con su ardua ciencia, sigagirando, incluso al margen de Cervantes."En edición diferente los libros dicen cosas distintas", le habrán oídorepetir a uno mil veces, citando a Juan Ramón Jiménez. La cuestión aquítratada es importante, aunque, me temo, no tanto como pueda creer Rico ni comotendría que creer yo, llevando en ella la razón, ya que es más firme en uno laconvicción de que la primera del Quijote no podía haber salido a la luz deotra manera, como no fuese llena de imperfecciones, impurezas, erratas,errores y deslices imputables no sólo al impresor, sino al propio Cervantes,un hombre mellado física y moralmente por los derrotes de la vida, queescribió de un mundo poco aseado y de un modo nada sublime y académico, y aquien todos estos asaltos, en los que perdemos unos cuantos vida y tiempo, lehabrían traído al pairo, porque habría firmado, sin duda, aquel aforismo delpoeta de Moguer: "Perfecto e imperfecto, completo".

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