Documentació
Viento y joyas
Hace unos meses, Casavella (Barcelona, 1963) publicaba Los juegos feroces , primer volumen de una trilogía cuya segunda entrega es Viento y joyas , título procedente de una canción de Léo Ferré (“Avec le temps, va, tout s’en va [...] l’autre à qui l’on donnait du vent et des bijoux”) que muchos aficionados recordarán quizá modulada por la voz de Jane Birkin. El hilo conductor de la narración continúa siendo la historia de Fernando Atienza, que en esta segunda novela ha abandonado ya la chabola barcelonesa en que transcurrió su infancia para seguir a su madre, que se hace cargo de una portería en otro sector de la ciudad. En el tránsito de la adolescencia a la primera juventud, Fernando Atienza ingresa como botones en un banco, aunque sin perder algunos hábitos pícaros de su vida anterior, y pronto obtiene el favor de algunos jefes, a quienes sirve en su propósito de crear un partido político meses antes de las primeras elecciones democráticas. Si el nudo de Los juegos feroces estaba constituido por las andanzas de un adolescente criado en un barrio marginal, Viento y joyas se centra esencialmente en el mundo de la banca, de la apresurada conversión a la fe democrática de personajes vinculados al régimen anterior y de sus ambiciones políticas en el fondo, económicas, puestas en práctica sin escrúpulos de ninguna clase por algunos advenedizos empeñados en conquistar un puesto privilegiado en la nueva situación. La visión, a menudo caricaturesca, de algunos tipos y grupos de presión cuyo “correlato objetivo” no es difícil de adivinar recuerda la pupila sarcástica del primer Marsé, de alguna novela de Ramón Nieto o de Tiempo de silencio , y se vale de todos los medios imaginables de distorsión, desde los nombres propios Tomás del Yelmo y de la Torre de Homenaje, Carlos del Escudo y de la Lanza, etc. a los de algunas entidades: así, el Banco Comercial Ciudadano será el nuevo nombre de la antigua Banca Quipaga-Mana (pág. 83). En este mundillo de dinero abundante, sobornos, prostitutas de lujo, aristócratas venidos a menos, periodistas obsequiosos y zánganos con fortuna familiar, se mueve como un pez el camaleónico Guillermo Ballesta, hábil muñidor capaz de adaptarse a todas las situaciones sin resultar perdedor en ninguna, que se convertirá en mentor y modelo del joven Fernando Atienza, cuyo irregular aprendizaje se consolida, por tanto, en un ámbito dominado por el egoísmo, la mentira y la ambición. Esta evolución del personaje es acaso lo más atractivo de la novela, y su tratamiento literario se halla muy por encima del que recibe la sociedad barcelonesa, dominado por una visión acre con ribetes humorísticos que tiene ya precedentes notorios y en la que Casavella se detiene tal vez con exceso. Hay en Viento y joyas cierta demasía, cierta frondosidad narrativa no siempre pertinente que hubiera necesitado alguna poda. Existen muchas informaciones y detalles reiterados y, en conjunto, a pesar de que la narración está sustentada por una prosa vivaz e imaginativa, llena de remedos paródicos de estilos diversos y hasta de jocosos intertextos como la desenfadada referencia a “los años sin excusado” en el artículo del periodista Y (pág. 215), el lector siente que el texto, sobre todo en la segunda mitad, resulta desmesurado en algunos momentos. Una escritura torrencial, como es a menudo la de Casavella, necesita de vez en cuando diques. Y acaso más vigilancia para evitar descuidos gramaticales impropios de un escritor tan bien pertrechado idiomáticamente como él: concordancias erróneas (“la caligrafía de las iniciales del partido eran idénticas...”, pág. 191; “los típicos viajantes catalanes del que todo el mundo hace mofa”, pág. 256), incorrecciones en usos preposicionales (“me daba cuenta que”, pág. 43; “la conveniencia en hacer amistades”, pág. 44; “una impotencia a pasar sobre ellos o a tener que esperar”, pág. 99), construcciones irregulares (“delante suyo, pág. 284”; “encima suyo”, pág. 364; “ese al-ma”, pág. 61; “la ama de casa”, pág. 440), usos léxicos desaconsejables (“entré el coche”, pág.167; “divisé a mi alrededor con la mano en visera”, pág. 435; hacer clase por ‘dar clase’, pág. 278; “partidos coaligados”, pág. 259), sin contar con algunas contribuciones del corrector, que, entre otras singularidades, invierte sistemáticamente a lo largo de la novela las formas sino ysi no . Con todo, Viento y joyas es una obra ambiciosa y atractiva, que invita a esperar con interés el próximo desenlace de la trilogía y el futuro ascenso social de ese moderno Lazarillo que es Fernando Atienza hasta la cumbre de su fortuna.
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