15è. aniversari (1999 - 2014)
 
 

Documentació

Muere Luis Carandell, certero cronista de la España cañí

Article publicat al diari “ABC” el 30/08/02 per Trinidad de León Sotelo

Nunca se le agradecerá bastante al escritor que ha muerto en Madrid la sonrisa que supo dibujar en millones de españoles en los años en que la libertad era una zona inhabitable. Y con ser eso importante quizás lo es más porque para lograrlo no creó mundo ficticios para la evasión, sino que se limitó a retratar con humor la realidad, lo cotidiano de una España que, ciertamente, era «different».

Cuando la recopilación de unos artículos de éxito rotundo en los años sesenta se tranformó en el libro Celtiberia show, sus palabras sobre el mismo dejaban a las claras sus intenciones: ««El humor puede convertirse en una cajita que oculta cosas muy graves» o «es un libro hecho con seriedad, pero tampoco quiero que sea un libro estrictamente en serio. Además, toda esta cosa viene agravada en momentos en que el humor ve cercenadas sus posibilidades». Parafraseando a Ortega exclamaba: «Yo soy yo y mis impertinencias». Tenía una mirada a la que no escapaba ninguna de esas en aparencia pequeñas cosas que, no obstante, pueden definir un país.

Conversar y escribir

El autor de Ultreia (1999) era recordado ayer por su esposa, Eloísa Jaever -se casaron en 1956 y tuvieron dos hijas, Eugenia y Zoraida-, con referencias al vitalismo y la ilusión que mantuvo el escritor hasta el último momento. «Era optimista y divertido. Le gustaba vivir y tenía muchos proyectos. Quería terminar sus memorias y dar conferencias», resumía. Y es que la palabra escrita o hablada fue su pasión. De la primera queda su obra; de la segunda, su asistencia a tertulias y la creación de la de «El alabardero».

Este hombre de diálogo -«tengo un gusto desmedido por la conversación y una clara afición por los conocimientos y saberes inútiles»- nació en Barcelona el 24 de febrero de 1929 y fue el mayor de siete hermanos. Su padre, abogado del Comité Cotoner de Cataluña, fue perseguido por los anarquistas durante la guerra civil, por lo que decidió dejar Barcelona. En 1936 la familia marchó a Francia, residiendo posteriormente en San Sebastián, Burgos y Bilbao. En esta ciudad, el pequeño Luis estudió durante dos años en el colegio de los Hermanos de la Doctrina Cristiana. Terminada la guerra, la familia regresó a Barcelona. Tras la carrera de Derecho, Carandell comenzó a trabajar como periodista en «El Correo Catalán». Eran los años cincuenta y tenía por delante una dilatada y brillante carrera que lo llevaría a varios países como cronista, etapa de la que nació el libro «Oriente Medio».

En 1961 fijó su residencia en Madrid, ciudad de la que fue nombrado hijo adoptivo veinte años después. La pluma y la palabra de Carandell se multiplican en los más diversos medios de comunicación: «Triunfo», «Informaciones», «Por favor», «Madrid», «Diario de Barcelona», TVE, Radio Nacional, la Ser, «Viajar», «El país»... Su cita con las librerías es permanente. Acude a ellas con Democracia pero orgánica, Portugal, sí, Vida y milagros de monseñor Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei (de próxima reedición), El show de sus señorías, El santoral de Luis Carandell, Habas contadas, Diccionario de la españología, Las anécdotas del Parlamento o El día más feliz de mi vida, en un etcétera que nunca traicionó su trayectoria.

Llevaba el humor a su propia biografía y así afirmaba: «Otras personas se formaron con Sartre, Camus o Heidegger. Yo me he formado en la Iglesia Católica y el general Franco. Son los dos temas de mi vida. Si sé algo más se lo debo a mis amigos». Entre ellos, José Agustín Goytisolo, que también fue su cuñado, Blas de Otero y Carmen Martín Gaite, los tres ya desaparecidos.

Pero el abanico de sus amistades era amplio, porque era bien sencillo querer a Carandell. Entre los telegramas que ayer recibió su familia, los de Esperanza Aguirre, presidenta del Senado, y Mariano Rajoy, vicepresidente primero del Gobierno, que, por cierto, presentó Ultreia, sobre el Camino de Santiago, a petición de su autor. Sí, era fácil encariñarse con Luis, mucho, tanto que los periodistas que han debido dar cuenta de su muerte lo han hecho dominados por la consternación. No faltarán homenajes y ya se anuncia que el Círculo de Bellas Artes entregará a su familia la Medalla de Oro que le otorgó el pasado julio.

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