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Documentació

«A la hora de escribir, la realidad me estorba»

Article publicat a “El Mundo” el 17/07/02 per Carmen Cardoso

Ha estado demasiado viajero últimamente, tanto que a veces se olvida del lugar en el que ha guardado la última novela en la que está trabajando, El huerto de mi amada. Quienes esperan la publicación del nuevo libro de Alfredo Bryce Echenique van a tener que esperarse, porque, según asegura, se encuentra «como una gelatina olvidada».

Lo tiene tan apartado que cuando se pone a buscarlo no encuentra ni los papeles que ya lleva escritos. «Tengo que ponerme con él», se repite para que no se le olvide, «voy a intentar terminarlo para diciembre». Pero no lo dice muy seguro.

Ayer, el autor de Un mundo para Julius acudió a los martes literarios de la Universidad Menéndez Pelayo y ofreció una auténtica lección de literatura, recordando los comienzos de su carrera, hace ya más de 30 años, cuando publicó su primer libro, Huerto cerrado, un conjunto de cuentos que recibió el premio Casa de las Américas.

«Desde entonces, lo que pretendo mantener en mi escritura es aquella máxima que decía uno de mis personajes, prolongar la adolescencia hasta que me sorprenda la muerte», dice Echenique, que sigue conservando un tono juvenil, irreverente y travieso.

«Cada vez», confiesa el escritor, «me resulta más difícil escribir, en eso sí que noto cierta madurez, y las ganas las recupero con trabajo. Pero en el momento en el que pienso una novela se produce un momento mágico».

Bryce Echenique no pertenece al grupo de escritores realistas que necesitan documentarse. «A mí la realidad me estorba, yo nunca miro el plano ni trazo los itinerarios cuando sitúo a un personaje en una ciudad», señaló, poniendo como ejemplo la génesis de la novela Reo de nocturnidad, que se sitúa en Montpellier.

«Estuve viviendo durante varios años en esa ciudad, y tiempo después me puse a escribir el libro, cuando ya residía en Madrid.Conservaba un plano y decidí consultarlo, pero cuando lo vi me molestó terriblemente, así que lo rompí, lo boté, y quise olvidar por completo la realidad. Inmediatamente empecé a hablar sobre el profesor Gutiérrez, y el paisaje salió de él».

Sus amigos le dijeron entonces que había inventado la ciudad de Montpellier, pero «es válida de todas formas, porque todo era verdad, incluso ciertos lugares que deberían haber existido», dice el autor, para quien la literatura nace de estímulos así, de motivos irracionales, más que de búsquedas.

«Sí que hay un cierto estado de gracia, como decía Graham Greene, ese momento fabuloso en el que los personajes comienzan a hacer lo que les da la gana. Son momentos felices, pero al día siguiente uno se traba. Ese es el desafío de la escritura», sentencia, recordando otro momento mágico que dio lugar a otra de sus novelas.

Instante de emotividad

«Estaba leyendo las memorias de Pablo Neruda, y en ellas describe a García Lorca con una pincelada: "su figura era delgada, morena y traía la felicidad". Entonces me dije: Octavia de Cádiz, y decidí que quería hacer un personaje masculino con aquella descripción, y salió la novela El hombre que hablaba de Octavia de Cádiz.Nació de ese instante de emotividad que me produjeron las memorias de Neruda».

Con esta explicación del desorden en la génesis de sus novelas, Bryce quiere mostrar el «desorden de la vida», porque no cree en las búsquedas racionales. Y utiliza como ejemplo a Alejo Carpentier, porque «uno siente cuando lee la primera línea que ya sabe cuál va a ser la última, y eso es una creación fría, sin imaginación».

Bryce confesó también que lleva más de dos meses sin leer el periódico, y ni siquiera quiere opinar sobre la situación en la que se ve inmersa su país. «Necesito continuidad, últimamente no paro», se lamenta. Y se ríe de los que dicen que desde el 11- S ha cambiado la forma de escribir. «Esas frases me encantan», dice irónicamente.

Todavía sigue siendo aquel escritor al que el éxito de Un mundo para Julius le dejó aturdido, tanto que necesitó durante mucho tiempo de una terapia psicológica. «Sigo siendo el mismo escritor al que le resultaba tan difícil serlo», afirma. Ahora intenta escaparse del éxito como puede, porque para él la felicidad es estar solo en una habitación de hotel escribiendo.

«Además, ¿qué es el éxito?», se pregunta. «Una vez estaba en un supermercado en Lima, cuando por los altavoces alguien dijo: "acá está don Alfredo García Vargas, autor de Julius y la ciudad de Macondo", toda una mezcolanza de nombres. Y de repente acudieron muchas personas a pedirme que les firmara un autógrafo».

Bryce reconoce que cada cierto tiempo los escritores necesitan acercarse a la realidad. «Partimos de ella para contar tal cantidad de mentiras literarias, en el buen sentido de la palabra, que a veces nos perdemos un poco y nos gusta trazar nuestro itinerario real, volver a los recuerdos más entrañables y saber quiénes hemos sido en ese torbellino de libros y de fábulas en el que nos hemos perdido».

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