Documentació
En el triste y abatido Eixample
Historias barcelonesas escritas desde la emoción o desde la contemplación. Desde unas complicidades afectuosas o desde una actitud crítica frente a la autosatisfacción desmesurada y el triunfalismo suicida. La temporada 2003-04 de la sala Beckett tendrá su principal referente en un pequeño repertorio donde la ciudad de Barcelona habrá constituido el hábitat natural de los personajes y las situaciones dramáticas. Lluïsa Cunillé, una de las voces radicalmente subversivas del texto teatral más o menos aristotélico, ha sido invitada a este ciclo, cuyos propósitos ha abrazado con verdadero fervor. Campeona de la ambigüedad y de la indefinición paisajística, escritora muy proclive a crear unas auras de misterio alrededor de sus personajes, ha aprovechado a fondo la oportunidad que se le brindaba y su Barcelona, mapa d'ombres parece situarse en el lado opuesto a sus predilecciones. La pieza, en efecto, rebosa barcelonismo de principio a fin, y todo resulta en él identificable. Cada episodio tiene su escenario correlativo concreto y cuestiones estrictamente locales, como las obras de la Sagrada Família o el incendio del Liceu, tienen cabida en los acerados comentarios de Cunillé y en las asombrosas revelaciones de sus criaturas. El sombrío recorrido de la obra tiene lugar en uno de esos pisos tristones de un Eixample de modestísima clase media, donde el tiempo se ha pegado en las paredes y por el aire circulan tufos enmohecidos. Un matrimonio maduro, el marido enfermo, a punto de ingresar en fase terminal, pide a sus inquilinos que dejen la habitación alquilada para que el hombre pueda pasar sus últimas semanas en paz, con la grata compañía de la esposa. El cordial desahucio se produce a través de unos diálogos un tanto morosos, cansinos, dudosamente interesantes. Hasta las dos últimas escenas no adivinaremos las razones de esa lentitud expositiva, en la que, por otra parte, campa a sus anchas la ironía poco explotada de la autora. Un ejemplo: la primera inquilina invitada a largarse es Lina Lambert, en la vida real una acreditada profesora de inglés, pero que en la pieza abomina de este idioma para proclamar todos los encantos de la lengua francesa. Tres cuartas partes de Barcelona, mapa d'ombres se presentan con un quietismo agobiante. Restando veinte minutos a los diálogos iniciales, la obra ganaría notablemente. Con todo, al final se entiende tan larga y densa calma. Broma póstuma La visita del hermano de la mujer, un médico especializado en casos de anorexia, dispara tremendas sospechas sobre la realidad familiar que el espectador habrá juzgado perfectamente canónica, para que estalle, en la última escena, una fantástica pirueta travestista, con un desenlace contaminado de gran tragedia clásica y tocado por desarreglos parentales de enorme magnitud. Esa broma póstuma de Cunillé pone la atmósfera crepuscular y desamparada de la historia al borde la tragicomedia. De hecho, hay una pulsión a la “boutade” a lo largo de toda la obra y haría falta una lectura atenta del texto para calibrar dónde empiezan y dónde acaban la sensatez, el sentido crítico, la provocación y el exabrupto en esa peripecia que ocurre en una Barcelona cuya noche, según la autora, sólo es habitada por delincuentes y turistas. Lurdes Barba ha realizado un magnífico trabajo de dirección, aun sin haber controlado el tempo del relato: nadie puede creer que todo lo que se cuenta aquí ocurra en una sola noche, antes de que el matrimonio se vaya a la cama. Es el único fallo de un espectáculo que, en el capítulo interpretativo, Barba ha cuidado con sensibilidad y exigencia. Excelente Alfred Lucchetti y formidable Mont Plans en un papel inquietante hasta la última escena. En la figura de un psiquiatra, escéptico y sarcástico, Albert Pérez ofrece una de las mejores actuaciones que le recordamos. Eficaces y convincentes, Lina Lambert, Jordi Collet y Danielle Corbo. Un tanto indiscutible para el ciclo de la Beckett.
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