15è. aniversari (1999 - 2014)
 
 

Documentació

Una cantonada al desert

Article publicat a “La Vanguardia”, el 8/06/01, per Julià Guillamon

Un tipo que ronda los cincuenta apura su suerte en un cabaret. Lo dejó todo para ser un gran actor y ahora malvive en papeles de esperpento y trabajando para el doblaje. Para acallar su aflicción, declama en plena calle, en un periplo desgraciado hasta la cama de una señora gorda e insatisfecha que le estruja en ausencia de su marido. Joan Aldir, además, empina el codo: vino blanco, tinto, coñac y, a partir de medianoche, pipermint con ginebra (de ahí el mote: Pipergin). Cuando más negro parece su destino, Aldir regresa a su pueblo para actuar en una serie de televisión y mediar con las autoridades locales que recelan del proyecto. Recuerdo un episodio de "La dimensió desconeguda" en el que un tipo se colaba por una de aquellas fisuras espacio-temporales tan frecuentes en los años cincuenta. Volvía a su ciudad, entraba en un bar: el sabor de los helados era exactamente igual que treinta años antes y además costaban lo mismo. En la novela de Comerón, el recuerdo duele, el pasado no es ninguna ganga. Pero esos recuerdos dolorosos obligan al personaje a remontar y enfrentarse con la vida. En Vilaplana, Aldir seduce a una chica y consigue dinero de un colega. Comerón le concede una oportunidad: volverá a Barcelona y creará su propia compañía, contratará a un director de prestigio y hará un Cyrano. La última parte de la novela echa por tierra estas ilusiones y nos devuelve a la situación inicial, pero después de una serie de aventuras que invitan a reflexionar sobre la vocación, el talento y las ocasiones perdidas. En un panorama de absurdo vital y ficciones desquiciadas, Una cantonada al desert expresa una visión del mundo moderada, que tranquiliza el ánimo. De una situación extrema Comerón saca una novela bien proporcionada, con diálogos aprovechables, personajes secundarios con vida propia (actrices flebíticas, sastres enriquecidos y curas sin fe), que arropan al protagonista y mantienen el interés del relato. La novela combina diversos registros en dosis suficientes, sin abusar: descripciones socarronas o sarcásticas, diálogos y recitados -con sus correspondientes lapsus-, imágenes cinematográficas: un monólogo ante un auditorio inexistente, un barrido entre botellas de vino medio vacías, un libro que solito va pasando las páginas y se cierra de golpe. La experiencia de Lluís-Josep Comerón como guionista y director de cine se nota para bien. Con Una cantonada al desert uno tiene la sensación de estar leyendo algo que nunca había leído antes. Quizás no es uno de esos libros excepcionales, que se quedan con nosotros para siempre, pero sí una primera novela prometedora, llena de talento y humanidad. Una de las mejores de esta temporada.

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