15è. aniversari (1999 - 2014)
 
 

Documentació

Monzó, novelista

Article publicat a “La Vanguardia” el 19/10/2005 per Jordi Galves

El lector que se aventura en las novelas de Quim Monzó pronto queda fascinado al descubrir ciertas preguntas nacidas en ese territorio dinámico que es la vida cotidiana en el mundo moderno. Escritas en 1983 y 1989, respectivamente, y hoy revisadas en profundidad, Benzina y La magnitud de la tragèdia se perfilan no sólo como un excelente testimonio literario de aquellos prodigiosos años de la contracultura y de lo posmoderno sino como dos destacados representantes de la gran novela europea del último cuarto del siglo XX, ese género literario principal que, según Kundera, "mediante egos experimentales - personajes- examina hasta el límite algunos de los grandes temas de la existencia". Un género que, de la edad media a nuestros días, ha contado en catalán con importantes títulos - Tirant lo Blanc, Curial e Güelfa, Solitud,Bearn o Mirall trencat -pero, en conjunto, sin llegar jamás al rico nivel de fecundidad de la poesía catalana o al de riqueza de la novela occidental durante los siglos XIX y XX. Tras la novela experimental de 1976 L´udol del griso al caire de les clavegueres, Monzó será capaz de ofrecer al público un modelo narrativo solvente, contemporáneo, por un lado incardinado en una tradición antirromántica, la que, a grandes rasgos, y lejos de la privacy de Henry James, arranca de Flaubert, Kafka y llega a través de Beckett hasta Calvino, Handke y Coover. Por otro, asumiendo los siguientes interrogantes que caracterizan a la novela - desde sus inicios caballerescos con Chrétien de Troyes hasta Thomas Pynchon-: ¿qué vida vale la pena ser vivida a través de la superación personal, de la inquietud y el movimiento? ¿Por qué los vínculos del afecto resultan tan frágiles, insignificantes, sobre todo en el ámbito familiar? ¿Por qué el destino del hombre constituye, de hecho, la más férrea de las condenas, la soledad? Tanto Heribert en Benzina como Ramon-Maria en La magnitud...se revelan como dos protagonistas esenciales en el conjunto de la obra de Monzó. Representan el enigma atroz, el movimiento angustioso, el motor -de ahí la benzina,la gasolina de la primera novela y el ímpetu, la enferma erección de la segunda- dicho según la terminología de nuestra época que se corresponde con la errancia -o dinámica de la caballería andante, al calor de la cual nació la novela-, la pasión por el viaje de un Stevenson, por los pasajes de un Benjamin, por los umbrales de un Handke, por el desarraigo de un Beckett. El drama no nace en el territorio de lo heroico sino en lo cotidiano, como en Benzina,en Nueva York, en el ámbito artístico de la vanguardia rompedora, en el de la modernidad salvaje. Donde campea la impostura intelectual, el narcisismo que fosiliza al arte y se refugia en la incesante repetición que lleva a la náusea, a la página en blanco, al horror de la creación, de la esterilidad, de la impotencia. Fuerza verbal lo que es lo mismo, pero al revés, es el drama de asumir, como en La magnitud...,la enfermedad de la sexualidad exaltada, la satiriasis, el priapismo, el síndrome de Sciamscia que supone, en siete semanas, una condena a muerte para el protagonista. Vivir la ansiedad. "Va decidir que la millor manera d´aprofitar el temps seria fer cada dia just el contrari del que feien tots aquells; faria cada dia una cosa diferent. Es llevaria cada matí amb una nova personalitat, amb una activitat completament diferent de la del dia abans" (Magn,198). La crónica del desprecio a la realidad a través de unos personajes a los que, paradójicamente, la vida se les escapa de las manos mientras se desesperan, se debaten sobre cómo vivirla. En contraste con la fortísima tradición en Catalunya de la novela realista, naturalista, que gusta caracterizar con detallismo y complejidad a sus personajes, Monzó resalta el carácter artificioso de lo literario, mostrando su naturaleza esquemática, tal como sucede en las representaciones simbólicas o sumarias de buena parte de la pintura del XX, de Picasso a Lichtenstein. Frente a las acusaciones de mala fe contra la novela que esgrimen críticos como Blanchot, quien la juzga ambigua, susceptible de ser tomada como algo real, Monzó ha preferido en sus cuentos y novelas establecer perspectivas deformantes - sueños, cristales de aumento, abstracciones- que destruyen la ilusión de objetividad o realismo.Así, en Benzina todos los personajes tienen nombres que se escriben con hache - Humbert, Hildegarda, Heribert- o enLamagnitud... son compuestos: Ramon-Maria, Anna-Francesca. No se trata de personas sino de personajes, entelequias de un juego artístico, cuya fuerza no está en su capacidad de mimesis con la realidad sino en su fuerza verbal. Por eso la literatura de Monzó está más emparentada con el ajedrez o la geometría que con el naturalismo. Pero cuánto gana, en contraste, la lectura atenta, escéptica y crítica del lector inquieto. Monzó gusta contar historias que son arquetipos, astutas supercherías, territorios de la paradoja, como en Joyce, Musil. De acuerdo con las bondades de la estructura como método de organización mental, incluso moral. Benzina, por ejemplo, está organizado como un pescado que muerde la cola de otro pescado que, a su vez, muerde la cola del primero. Dos personajes que son y no son el mismo; el viejo motivo del doble, alguien que vampiriza al protagonista hasta acabar devorándole. Monzó, que vive en nuestra época del descrédito, no cede jamás a lo políticamente correcto. No hay más que ver el tratamiento de los personajes femeninos en estas dos novelas, siempre calculadores, interesados en el sexo como negocio, como promoción. Los hombres en cambio, secuestrados por un cúmulo de sugestiones masculinas - pulsión sexual, ahogo sentimental, melancolía-, caen primero en la exaltación desbordada para abandonarse más tarde a la acedía más callada, en lo insignificante. ¿El extrañamiento personal como forma de vida? La acedía, el ensimismamiento quedo es la enseñanza de D´Ors en Oceanografia del tedi, uno de los libros favoritos de Monzó. Y de algo parecido habla Chrétien en El cuento del graal,cuando tres gotas de sangre caen sobre la nieve. El contraste del rojo sobre el blanco, esa abstracción, hace pensar a Perceval en el rostro de su amada. Pero fíjense como nuestro escritor retoma ese motivo en La magnitud...de manera muy distinta: "Continua caminant mentre imagina que si el ciclista, per comptes de caure sobre l´asfalt, hagués caigut sobre la neu, la taca vermella hauria guanyat contundència". ¿Adivinan por qué? La última palabra de esta novela, tras la corrección, continúa siendo mandíbules...

Tornar