15è. aniversari (1999 - 2014)
 
 

Documentació

Javier Pérez Andújar: "Yo pertenezco a una organización, la de la masa desorganizada"

Entrevista publicada a”La Vanguardia” el 21/11/2010 per Jaume V. Aroca

El autor de 'Todo lo que se llevó el diablo' revivindica "la España republicana y federal, ¿por qué no podemos hablar de España?"

Empieza esta entrevista en el quiosco del difunto señor Joan. Aquí ganó sus primeras perras Javier Pérez Andújar (Sant Adrià, 1965), el autor de Todo lo que se llevó el diablo (Tusquets), aprendiendo el delicado arte de colar La Vanguardia por debajo de las puertas de su pueblo sin echar a perder el huecograbado de la primera página, aquellas fotos y letras que se servían calientes a las seis de la mañana y que a menudo se guardaban, metódicamente dobladas, en una carpeta de gomas. ¡Zip! ¡Zap! ¿Recuerdan?

Un precedente que enlaza con el acto de resistencia que promueve en su nuevo relato Javier Pérez. Su reivindicación de la letra imperecedera, la lectura y la cultura que describe en su libro Reposiano, el maestro de las Misiones Pedagógicas, cuando dice: "De entre todas, mi mayor esclavitud es la de la lectura y como esclavo de la lectura necesito desesperadamente que la sociedad sea culta, como los esclavos del trabajo necesitan que la sociedad sea justa". 

"Voy a explicar - abunda ahora Javier, sentado en una mesa del Ateneu Adrianenc-por qué escribí este libro: lo escribí intentando vengarme del colegio que les quitaron a nuestros padres cuando ideas como las Misiones Pedagógicas de la República fueron borradas del mapa. Creo en la cultura. Creo en la cultura como el modo de remedar la falta de oportunidades". 



Aquel era el sueño de la República pero es también el sueño cumplido en democracia. Hoy, aparentemente, no hay niños sin escolarizar. 



Estamos hablando de la cultura, no de matricularse en la escuela. La cultura me llega a mí a través de mi madre que insistía una y otra vez: saca algo de ti. No seas un burro. Eso es la necesidad de cultura; la diferencia entre ir al colegio y tener la necesidad de ir al colegio. Fíjate ahora en esos chicos que vienen de Fez o de cualquier otra parte y que quieren aprender. Serán buenos. 



A diferencia de Los príncipes valientes,esta vez su novela se desarrolla entre Madrid, Zamora y Bruselas. Apenas si hay alguna referencia a Barcelona. Es curioso que, al mismo tiempo, Mendoza, otro escritor catalán, haya desplegado en Madrid en su última novela. 



Aunque presentó mi libro, no puedo hablar por Eduardo Mendoza; puedo hablar por mí. Y si hablo por mí, bueno, es cierto que sí, que hay algo de exilio. Desde luego el mío es un tema español. Tal vez porque me interesa mucho más qué ocurrió hace setenta años en un pueblo de Zamora que lo que está pasando aquí y ahora. Es mucho más universal, metafórico, literario. Es más rico. 



Se intuye una renuncia. 



No, de renuncia no, porque yo sigo aquí. Seguiré publicando mis libros aquí. Pero sí hay una disidencia. Una disidencia que no pasará nunca por la ultraderecha, que es por donde acostumbra a salir la gente que discrepa aquí. Porque hay principios..., son los principios a los que responde este libro. Este libro es un compromiso político. En el fondo es un libro que reivindica una idea de España que no está mal. La España de la República, la España federal. ¿Por qué no podemos hablar de España? 

Es verdad, España es una palabra que ahora tiene un uso anómalo en Catalunya. El intelectual andaluz Manuel Peña sospecha que en realidad hoy España sólo existe en los barrios de las áreas metropolitanas donde la gente se mezcló. 



Yo, que escribo en castellano y me crié en castellano, nunca me he considerado marginado por lo catalán. Mi marginación es más antigua y más profunda, es de clase. Reivindico esos orígenes, aunque es cierto que ya no pertenezco a ellos porque soy el primer hijo de obreros que no se levanta a las cinco de la mañana cada día durante treinta y cinco años. Sería cínico por mi parte decir que soy… Pero yo me crié entre catalanes pobres que lo han seguido siendo, gente de mi generación que cayó en aquella escabechina. 



La generación de la heroína...

Recuerdo que mi madre me decía que nosotros tendríamos que haber pasado una guerra y yo pensaba para mí: "Estamos pasándola". Cada generación tiene su tributo de sangre. Somos una generación de supervivientes y de náufragos. Llegamos tarde a la transición, de modo que no ocupamos el poder. Nosotros, a lo sumo, hemos salvado el cuello leyendo libros, comprando tebeos y discos. Lo único que tuvimos y que tenemos es la cultura. Como la gente de la que hablo en mi libro. 



La cultura sigue redimiendo.

Una cultura en sentido amplio. La tradición también cuenta. Somos la última generación que tuvo abuela en casa. Eso también me remite a mi libro, a la historia de las Misiones Pedagógicas. 



Pero esa gente estaba inteligentemente organizada. 


Nosotros no. Nosotros somos francotiradores. Pertenezco a una clase en la que no quepo. No reconozco mis ideas en ningún colectivo. Yo pertenezco a una organización: la gran masa desorganizada. Los que se han quedado fuera porque lo que creímos se ha evaporado, porque los garantes de esas ideas se han ido a otra cosa. Si quieres hablamos de los sindicatos...

Tornar