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Documentació

La vida plena de Casanova

Article publicat a “El País” l’11/09/10 per Luis Fernando Moreno Claros

En diciembre de 2009 la editorial Atalanta, de Vilaür, presentó una estupenda edición castellana en dos tomos de la extraordinaria Historia de mi vida, del universal aventurero veneciano Giacomo Casanova (1725-1798), traducida por Mauro Armiño. Comprende las cuatro mil suculentas cuartillas que Casanova redactó al final de sus días en el castillo bohemio de Dux, ya septuagenario, como bibliotecario del conde de Waldstein. Sus recuerdos, que consolaban y ocupaban el tedio de su vejez, constituyen hoy la autobiografía por antonomasia, y un impagable testimonio social y cultural de aquel magnífico siglo de las Luces en que vivió.

A Casanova se le conoce sobre todo como un gran seductor de mujeres; la imaginación popular lo confunde con Don Juan, sin embargo fue varón de temple muy distinto: era un hombre de verdad que se enamoraba del bello sexo sin despreciarlo. Al contrario que para Don Juan, la mujer fue para el veneciano, junto con las ciencias y el conocimiento, la divinidad a la que hay que rendir pleitesía con lo mejor de sí mismo. "Jamás soporté ver llorar a una mujer", manifestó; de manera que se volcaba en complacerlas. Casanova caía prendido tanto de la belleza como de la ternura y el placer, y amando a las mujeres amaba la vida y sus goces. Por eso su pensamiento siempre fue positivo, optimista y confiado: se dejó guiar por su buena estrella lo mismo cuando estaba sin blanca que cuando gastaba su oro a manos llenas. Fue apasionado, nunca un convidado de piedra: lo movían sentimientos fuertes, y el aburrimiento era el monstruo al que más odiaba. Mas no fue sólo un vividor y un seductor: Casanova era un hombre curioso que estuvo al tanto de la cultura y la sabiduría de su tiempo. No tuvo nada de fatuo incapaz de pensamiento abstracto, y así lo confirma el volumen que reseñamos. Este libro podría ser un hermano menor de Historia de mi vida, dado que compendia lo esencial de la sabiduría teórica de Casanova, del arte de vivir que lo guió en su azarosa existencia y que nació a raíz de sus experiencias. Hombre de letras y ciencias, gran conversador, muy atento y avizor a cuanto pasaba en su tiempo, el veneciano lo mismo trataba con Voltaire y Federico el Grande que con el libretista mozartiano Lorenzo Da Ponte, o con embaucadores como Cagliostro. Lo importante para él fue mantenerse activo y sentirse vivo. Su persona imponía por su estatura, pero también por su galante educación, su conversación amena, sus atenciones y su aguda sabiduría, sin que por ello también se hiciera el charlatán cuando le convenía.

En suma, de su vida plagada de anécdotas y de espléndidas aventuras -como la fuga de la prisión de Los Plomos, donde lo encerró la Inquisición, el duelo en Polonia, o sus azarosas estancias en España, Francia, Alemania- extrajo máximas de vida comparables a las de los clásicos griegos o los moralistas y libertinos franceses. Son pensamientos y anécdotas que hoy nos sirven de recreo y reflexión. Léase simplemente uno de los más citados: "Prefiero la libertad a la vida"; o esta sentencia de corte spinozista: "Si deseáis la salud, debéis deshaceros de la tristeza"; o aquel otro pensamiento de máxima actualidad: "En el amor la mera idea de violencia siempre me ha repugnado porque sigo pensando que no puede darse la dicha amorosa si no hay un perfecto acuerdo de confianza y abandono".

Confianza y abandono en el mundo y en sus placeres caracterizaron la vida de Casanova, plena en todos los sentidos: positiva, gozadora, juguetona -aunque no exenta de la melancolía y las tristezas propias de los seres sensibles- y, finalmente, literaria. Buena traducción, pero también algún leve error de composición en este libro acertado y tan recomendable.

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