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Documentació

Cuando Genet se prostituía en el Raval

Article publicat al diari “ABC” el 07/04/10 per Antonio Astorga

El balcón, de Jean Genet, se desarrolla en un burdel de lujo, donde los tipos más vulgares van a materializar sus fantasías más secretas: ser un juez, ser un general o ser un obispo. Ermitaños que se introducen en las cáscaras vacías de los personajes que quieren ser, las usurpan y viven dentro. En 1974, cuando Ángel Facio quiso llevar la obra a las tablas, era políticamente incorrecta, y «muy cara», le espetaban. Un hombre y su sueño. Ángel Facio y El balcón. En 1974 «no estaba el horno para bollos, ni los rabanitos para sutilidades». Resultaba, pues, no políticamente adecuado escenificar la pieza genetiana en el tardofranquismo por el cuarto cuadro, el de los rebeldes, que era inoportuna poéticamente -«El balcón es un discurso sobre el Poder y sus resortes; la escena rebelde despista, descentra, produce equívocos y consume excesiva atención en el no siempre respetable público», escribía entonces Ángel Facio-; y dramatúrgicamente -«rompe el proceso dinámico-acumulativo de la acción central»-.

«El balcón», sin rebeldes

La obra en tres cuadros -el «gran balcón», las barricadas; las prostitutas y sus clientes, y sin rebeldes- aplica el bisturí a la fascinación por la libertad, el vértigo originado por el cambio permanente y la sexualidad espontánea, la búsqueda inútil del paraíso perdido. Como ya hizo Peter Brook, Facio ha decidido prescindir del cuadro rebelde, pero mantiene los personajes que allí anidan: Chantal, «puta arrepentida», y Roger, «cabecilla revolucionario».

Genet quiso titular su balcón España, en recuerdo sin olvido al Barrio Chino de Barcelona, Raval, donde él se prostituía y robaba, como confesó en Diario de un ladrón. El autor francés desglosó sus aventuras y desventuras en los bajos fondos de la Barcelona de los años 30, como rescató en Genet en el Raval Juan Goytisolo.El balcón es el espejo en el camino de Jean Genet, hijo de Camille Genet y padre desconocido, que vino al mundo en la Maternidad Tarnier el 19 de diciembre de 1910: abandonado en un hospicio, monaguillo, rinconete, cortadillo, ladrón, homosexual, paria, prostituto, loco, hampón, bastardo, lazarillo de un compositor ciego al que roba 180 francos, escapista impenitente, vagamundo, polizón ferroviario, peregrino de correccionales, voluntario en ultramar (Beirut, Damasco, Marruecos y Barcelona), desertor, falsificador de pasaportes, expulsado de los Balcanes, ratero de coches, escaparates y licor, ladrón de guante blanco (una edición galante de Fiestas galantes, de Verlaine) y de guante de seda en librerías, obliga a su novio, el funambulista de origen argelino Abdallah a desertar del servicio militar...

Revolución espartaquista

Treinta y seis años después de que se asomara al balcón de Genet, Ángel Facio -«setentón y solterón»- ve cumplido su sueño de escenificarlo: desde hoy y hasta el 9 de mayo en las Naves del Español de Matadero (Arganzuela) «porque sólo un teatro público como el Español era capaz de acometer la obra. Son 18 actores y una escenografía compleja, sostenida en tres planos diferentes». Extramuros del prostíbulo atrona una revolución que Facio sitúa históricamente en la Baviera de 1920, en el levantamiento de los espartaquistas: «Se escuchan arengas y letanías contra el oro y la moneda, se canta la varsoviana, la ambientación es modernista... Genet, que hizo tres versiones de El balcón -1956, 60 y 68- proponía castrar al cabecilla revolucionario...» ¿Sigue siendo políticamente incorrecto? «He peinado y repeinado esas versiones. Sigue habiendo Poder y figuras del Poder, aunque vayan con corbata. Esa es su debilidad», concluye.

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