Documentació
Julià de Jòdar: "En Catalunya nos consideramos el ombligo del mundo"
"Esta novela no estaba pensada para ganar un premio", afirma Julià de Jòdar, de 68 años de edad. Según el autor, que empezó su carrera como actor teatral, La pastoral catalana, que ha sido recientemente galardonada con el premio Carlemany, es una novela muy diferente de la trilogía que lo catapultó como escritor de referencia, L"atzar i les ombres, uno de los grandes hitos de la narrativa catalana contemporánea . La pastoral catalana es una radiografía de un mundo en crisis, una sociedad petulante y cobarde donde una generación, la de los años 60 y 70, que quería cambiar el mundo,finalmente, no se atrevió a hacerlo. Julià de Jòdar, que participó activamente en la lucha antifranquista dentro del movimiento estudiantil y la izquierda independentista, colabora actualmente en medios de comunicación y ha ganado diferentes premios de literatura – Premi Ciutat de Barcelona 1997, Premi de la Crítica Narrativa Catalana 2002 y ganador del Prudenci Bertrana en el año 2003. 


- ¿Está satisfecho por el reconocimiento que ha conseguido su nueva obra?

- Esta novela no estaba pensada para ganar un premio. Al ser diferente de las anteriores, no sabía bien qué acogida tendría.
- ¿La elección del título tiene relación con el actual momento histórico que vive la sociedad catalana? 

- En un primer momento quise ponerle el título de Los vulnerables, en el sentido de que todos nosotros estamos sometidos a un momento histórico impredecible, donde han desaparecido las certezas y seguridades que teníamos hace 20 años. Pero, al final, me decanté por La pastoral catalana, basándome en aquélla especie de dramas bucólicos, cuyos interlocutores son pastores. La finalidad es transmitir al lector que, a veces, los catalanes pensamos que somos muy diferentes del mundo, pero, en realidad, no lo somos tanto. 


- ¿En qué se inspira la novela?

- En la historia de una mujer que había deshecho su vida para ir detrás de un hombre y, más tarde, acaba descubriendo que esconde un secreto, pero ya es demasiado tarde: se trata de un torturador. Paralelamente, una pareja intenta salvarla. 


- Es frecuente que durante la novela los personajes opinen sobre cosas que están sucediendo en la realidad, ¿es una manera de canalizar los pensamientos del escritor?

- Uy, yo tengo pensamientos mucho más radicales que estos (ríe), no me gusta planificar las vacaciones, no voy con travestís, no he renegado de mis ideas, no me he adaptado tan fácilmente al mundo. Mis novelas no me sirven de terapia, disfruto inventándome personajes y, cuando consigo verlos como personas, me gusta descubrir sus capas, pero, difícilmente, a través de ellos, me puedo sentir identificado. Mis personajes tienen vida propia.


- Pero se desprende un trasfondo de denuncia social en la novela. Por ejemplo, cuando habla de un decálogo socioindividual que reivindica el homo psicologicus y lapida al homo politicus.

- (Ríe) Sí, este es el decálogo de un hombre que renunció a sus ideas. Cuando era joven era muy radical, pero se ha acabado convirtiendo en un liberal conservador. El homo psicologicus es aquél que, en vez de salir a la plaza pública a discutir sus ideas, prefiere encerrarse en sí mismo, a él sólo le preocupa su felicidad. La crítica va contra este tipo de gente. 


- En sus últimos libros habla frecuentemente de la generación de los años 60 y 70, de los esfuerzos que se dedicaron al progreso en derechos sociales y laborales, ¿considera que la sociedad de hoy en día es más conformista?

- Tenemos lo que tenemos, pero, si comparamos, estamos mejor que en los años 70 porque disfrutamos de una libertad pública que antes no existía. Lo que sucede es que los que vivimos aquellos cambios tendimos a idealizar el pasado. Actualmente, las condiciones de vida son distintas, pero, quizá, falte una mayor implicación social por parte de los jóvenes. 


- ¿Y a qué es debido?

- Los padres de aquella generación quisimos ahorrar a nuestros hijos nuestro sufrimiento. Pero es cierto que padecer un poco cuando se es joven y tenérsela que jugar es importante. Ahora las cosas se consiguen de una manera más rápida; asimismo, no esperamos mucho de la sociedad, por lo que tampoco es necesario hacer mucho. En la época previa a la transición la sensación que reinaba era que, si se acababa con aquella situación, seríamos más felices. La gente de hoy en día está más desesperanzada, prefiere vivir al día por temor al mañana. Es pesimista.


- ¿Es una consecuencia de la desafección política de la que tanto se habla?

- Depende de cómo se mire. Hay quien piensa que ya no se pudo hacer más durante la transición. Yo soy más crítico. Considero que las fuerzas políticas de la oposición desconfiaron demasiado de la gente y, probablemente, si hubieran presionado más, se hubieran conseguido más logros. En cambio, los que han gobernado no es gente desengañada, bien al contrario, piensan que consiguieron lo que se proponían. Por tanto, el desengaño va por barrios. No veo a los actuales líderes sindicales desengañados por nada. 


- ¿Qué quiere decir la generación neopreno que menciona en el libro?

- Esto es una bromita que hago al igual que la generación ni ni (ni esto ni lo otro). Se trata de una generación muy sobreprotegida respecto a las emociones profundas, lo que se traduce en el sufrimiento para conseguir cosas, el sacrificio por los otros, la idea de colectividad. Actualmente, hay una necesidad urgente de conseguir lo que uno quiere, de pasárselo bien en seguida, de no pensar en el día siguiente… Es una generación que cuando tenga 40 o 50 años será bastante infeliz. 


- ¿Por qué?

- Porque tardará en descubrir que la vida es más complicada y dura de lo que parece. De aquí a pocas décadas el estaco del bienestar ya no existirá, la riqueza será todavía más difícil de conseguir y se tendrá que repartir entre más gente; hará falta luchar más que ahora. A esto se suma que, cuando los valores están poco consolidados, cuesta más vivir y la sensación de inseguridad es mayor. 


- ¿Se avecina una crisis social?

- Hay un personaje en mi libro que dice que Europa cualquier día explotará. La UE vive una situación delicada porque no acaba de tener un sitio en el mundo bien definido, las fuerzas mundiales históricas se están desplazando hacia otros países como Asia. Los europeos no saben qué quieren exactamente; culturalmente, es una sociedad que ha cambiado mucho, ha venido mucha inmigración en estos últimos años; económicamente, la UE es un mercado único; pero a nivel político y cultural no acaba de estar bien sedimentada. Que tenga una crisis social no lo sé, pero que tenga una crisis de identidad que de aquí a unos años puede empeorar, sí. 


- Un común denominador de sus novelas es que los personajes tienen un pasado, un presente y un futuro.

- Todos tenemos una historia que nos marca mucho. A mí me gusta que el lector tenga la sensación que se encuentra con personajes de carne y hueso que soportan tales cargas emocionales y culturales que sólo les queda sufrir. No han acabado de resolver bien su relación con el mundo, con el amor, la política… y lo que les queda es poco esperanzador. Cuando el tiempo les pasa por encima ya no tienen capacidad para cambiar. 


- Hay que saber de dónde vienes para saber a dónde vas.

- Cierto y esto es aplicable a la situación que vive actualmente Europa. Después de la II Guerra Mundial, Europa ha estado más preocupada por la unidad económica que por su identidad cultural, lo cual hace que su implicación en el mundo haya sido un poco tibia. Por ejemplo, nunca ha querido depurar sus responsabilidades respecto a las consecuencias de la descolonización de África Europa. En el caso de la guerra yugoslava la irresponsabilidad fue enorme porque dejó que se produjeran unas grandes matanzas. Europa ha mirado hacia otro lado y esto se paga con desorientación, no saber cuál es su papel en el mundo. 


- Uno de los personajes de la novela hace hincapié en el siguiente lema: "No desaproveches nunca un crisis". Es una lectura bastante optimista, ¿no cree? 

- Hombre, las crisis pueden ser oportunas, pero también terribles si no se interpretan bien. Una crisis puede producirse cuando ponemos en cuestión lo que hemos hecho a lo largo de la vida o cuando padecemos una enfermedad. En el caso de una crisis económica y social, como la que estamos viviendo, es necesario que los individuos se replanteen en qué sociedad viven y en cuál quieren vivir. Esto sería positivo, pero si se dice bueno, el sistema es el que es, no hace falta ponerlo en duda, ya saldremos del paso, eso quiere decir que no haces limpio y que la próxima crisis te pueda liquidar, bien como persona o bien como sujeto político público. Esto puede conllevar la adopción de posturas irracionales, como cuando se le echan las culpas a los inmigrantes, porque no acaban de integrarse y no hay trabajo para todos. Cuando echas la culpa de algo que no has hecho bien a otro, entras en una espiral que puede resultar muy peligrosa. 


- Algunos críticos han dicho que ningún libro suyo es fácil.

- (Ríe) No, no sé. Yo no creo que sean tan difíciles de entender, sólo se trata de meterse dentro, como en toda obra, de entrar por la puerta envés de por la ventana. Pero, hoy en día es fácil que haya gente que prefiera entrar por la ventana. 


- Los lectores prefieren libros de consumo rápido.

- Tiene que haber de todo. A mí también me gusta leer cosas entretenidas, pero pienso que cada obra se debe situar en su contexto. Yo trato temas que me interesan, como son las emociones de la gente, la situación en el mundo y la historia que arrastran. Los pongo a prueba a ver si son capaces de superarse. Pero es cierto, la lectura rápida del metro está por encima de la lectura sosegada. 


- Cuesta luchar contra los mediáticos. 

- Yo he tenido suerte, empecé tarde a publicar y rápidamente el mundo literario fue generoso conmigo. No soy mediático porque no salgo en las listas de ventas ni en la radio ni en la televisión, pero cada vez que sale un libro mío, suelo tener buenas críticas. Me gustaría llegar al máximo número de lectores porque quiere decir que ellos también están dispuestos a hacer un esfuerzo para leerme. Ser mediático quiere decir que no controlas tu imagen, eres un arquetipo, tienes que llevar siempre puesto el traje de personalidad, algo que debe de ser muy empobrecedor a la larga porque nunca puedes llegar a comunicarte de verdad. Hay un momento que no sabes si estás pensando en personas o en máscaras. 


- Ya que su libro se titula La pastoral catalana, ¿como ve la sociedad catalana de hoy en día?

- Tenemos nuestras particularidades pero padecemos las cosas de una manera occidental de ver el mundo, nos consideramos el ombligo del mundo, como todo occidente, vemos al resto con una cierta superioridad y estamos incómodos con una posición que querría ser más pero que a veces nos pediría más esfuerzo. El esfuerzo implica tener que mirarnos de puertas para dentro y a veces eso nos da miedo.


- Es una actitud cobarde.

- La nuestra sí, tiende a la cobardía, pero también es verdad que la sociedad catalana tiene más fuerza y energía que otras partes. Es una consecuencia de no estar bien instalado en el mundo. El problema es que a medio camino frenamos y nos quejamos del esfuerzo. A pesar de ello, es una sociedad que tiene una dinámica que la diferencia del resto de España y de Europa. En Catalunya tenemos la sensación de no haber acabado de alcanzar el sitio que nos toca en la historia. Pero no estoy seguro que, en verdad, nos movamos demasiado. 


- Sería algo parecido a lo que ha ocurrido con el nuevo Estatut de Catalunya.

- El texto estatutario lo organizó el estamento político catalán para dotarse de un instrumento de más poder con relación a España. Sin embargo, Catalunya está dividida en dos partes: por un lado, los que no tienen ganas de Estatut y, por el otro, los que quieren ir más allá, que son los que ahora promueven y organizan las consultas independentistas. Esta última parte no se sentiría representada en el Estatut. Por tanto, si el texto estatutario ha fracasado es porque no ha dado gusto ni a los que lo querían para ellos ni a los que querían que significara un paso adelante hacia la independencia, sobre todo para aquéllos que están hartos de sufrir una relación desigual con España. El retraso de la sentencia del Tribunal Constitucional respecto a los recursos de inconstitucionalidad presentados es típico de un Estado que va alargando la decisión porque sabe que es de un orden tan partidista políticamente que no será justa con un país, que es Catalunya, saben que una sentencia desfavorable generará una reacción muy fuerte. Es una táctica política. 


- ¿Una táctica para no exaltar al sector anticatalanista?

- No creo que la sociedad española sea tan anticatalanista, hay muchos medios, televisiones, intereses políticos y económicos que continuamente hacen ruido para que nos creamos que estamos a punto de matarnos con los españoles. Si la sociedad fuera plenamente libre, si pudieran hablar libremente, la relación de España y Catalunya no serían tan mala. Cabría, entonces, la posibilidad de que si quisiéramos ser estatutarios o independientes, España lo acabaría aceptando siempre y cuando hubiera un diálogo franco. 


- …

- Es parecido a lo que ocurre con los periódicos deportivos. No puedes pedir que un diario madrileño sea objetivo y diga que el Barça ha jugado muy bien. En lugar de ello, cuando ganan los azulgranas, prefieren poner la foto de Cristiano Ronaldo para no reconocer que ha ganado y al revés. Esto no es periodístico. 


- ¿La pastoral catalana es el principio de una segunda trilogía?
- No, no está pensada para esto. Es un libro cerrado en sí mismo. No dará más de sí. Puede haber otros libros para hablar de nuestra sociedad, pero serían diferentes.
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