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Documentació

Devorar la vida con glotonería

Article publicat a “El País” el 14/11/09 per Rosa Mora

Las memorias y los cuentos completos de Esther Tusquets revelan su enorme coherencia y su visión crítica de la burguesía catalana, del mundo y de muchos apriorismos establecidos

Cuando se han leído 40 o 50 páginas de Confesiones de una vieja dama indigna es inevitable la sensación de déjà vu: temas como los orígenes de Lumen, los éxitos que significaron Quino y Umberto Eco, el primer encuentro con Ana María Matute o con Miguel Delibes, Carlos Barral y tantos otros ya aparecían en su primer volumen de memorias, Confesiones de una editora poco mentirosa (RqR, 2005). La propia Esther Tusquets explica que le pidieron que ampliara ese primer libro. Lo ha hecho y de qué manera. Ha añadido toda la sal y pimienta que olvidó en el anterior y, lo que es mejor, nos permite conocer a la mujer, a la escritora y a la editora. Esther ha repetido en diversas ocasiones que es más fácil encontrarla en sus novelas y cuentos que en unas memorias. Por eso la edición de sus cuentos completos, Carta a la madre y cuentos completos, a cargo de Fernando Valls, es una feliz coincidencia para comprender mejor a esta mujer apasionada y heterodoxa. El espléndido prólogo de Valls es un regalo para los lectores interesados. Contribuye a una visión global de la obra y de su autora.

Confesiones de una vieja dama indigna sigue la línea de Habíamos ganado la guerra, su segundo libro de memorias, y mantiene, como sucede en buena parte de su obra, el malestar de su autora respecto al entorno burgués en que nació. Dice ahora como entonces: “Me aceptaran o no en sus filas, yo pertenecía al bando que había perdido la guerra”. Pensaba la autora que había escrito un libro provocativo, que iba a molestar a su familia y a provocar la ira de la burguesía barcelonesa. Aparentemente nada de eso sucedió, pero, como anécdota, en un premio literario un miembro del jurado lo rechazó de plano porque Esther tenía un pasado falangista. Tanto en las memorias como en los cuentos completos así como en buena parte de sus novelas aparece de manera recurrente una visión crítica de la burguesía barcelonesa. Fernando Valls lo explica muy bien: “Como Juan Marsé, la autora se muestra crítica con los suyos, sin mostrarse complaciente con los desfavorecidos y perdedores”. No es la única vez que compara a Tusquets con Marsé. En Confesiones de una vieja dama indigna ocupa un lugar indiscutible la figura de la madre, tan seductora, de la que aprendió lo que aún hoy son sus aficiones preferidas: los animales, los libros, el teatro, el cine, el mar, pero por la que no se sintió querida. Crece la figura del padre, Magín Mestres. Está desde el principio hasta el final en Lumen. Cuando la pelea con Beatriz de Moura, que había entrado en Lumen de la mano de Óscar Tusquets, Esther propuso dividir la editorial, fue Magín quien lo evitó, facilitando los medios económicos para que Óscar y Beatriz montaran Tusquets Editores. El día en que Magín murió empezó el principio del fin de Lumen, que acabó vendida a una multinacional. El enfrentamiento de Esther Tusquets y Rosa Regàs, aficionada a piratear libros, según la autora, es otra de las historias que Esther se había dejado en el tintero. En otros casos, como el de Carmen Balcells, reduce el espacio que le dedica pero afila la pluma. Le hizo grandes favores, pero también jugarretas inaceptables. Es arbitraria y le cuesta entender su código ético, escribe Esther. La autora tiene una habilidad especial para trazar retratos, algunos muy breves pero todos significativos: Ana María Matute, Nora Catelli, Miguel Delibes, Carlos Barral, Ana María y Terenci Moix, Carme Riera, Gabriel Ferrater, Jaime Salinas, Quino, Carmen Martín Gaite y tantos otros. Quizá las mejores páginas del libro sean las dedicadas a la reflexión sobre el amor, cómo surge, cómo se acaba, pues siempre tiene fecha de caducidad. Esther, que ha “devorado la vida con glotonería, ávida de todo lo que pudiera ofrecerle”, habla con maravillosa naturalidad, desparpajo desparpajo incluso, de los hombres y de alguna mujer de su vida. El fotógrafo Oriol Maspons, con quien, a sus 24 años, logró por fin perder la virginidad; su primer marido, Jordi Argente, con boda por la iglesia y lista de regalos en la tienda más gauchedivinesca de Barcelona. La autora asegura que se mantuvo en las lindes de la divina izquierda, pero de su libro se desprende que las atravesó en numerosas ocasiones. Su visión es crítica. Esteban Busquets, el padre de sus hijos, con quien vivió siete años; el poeta llamado antes Pedro y ahora Pere, un ser obsesivo, que le dedicó versos que aparecen en el libro; el poeta y editor José Batlló, que llevó su colección de poesía El Bardo a Lumen, “cariñoso y autodestructivo”. Carta a la madre y cuentos completos incluye los siete cuentos de Siete miradas en un mismo paisaje; los ocho de La niña lunática y otros cinco sueltos, entre los que, sorprendentemente, aparece Epílogo triste, un artículo sobre los Maragall, narrado en tercera persona, en el que explica de forma un tanto ambigua los problemas que ella y la historiadora Mercedes Vilanova tuvieron con los Maragall a raíz de la biografía que escribieron del expresidente catalán. Más explícita es en Confesiones de una vieja dama indigna, en la que acusa de censura moral al entorno de Pasqual Maragall. La lectura de estos cuentos, en especial de Siete miradas en un mismo paisaje, la más autobiográfica de sus ficciones, y de Confesiones de una vieja dama indigna dan cuenta de la enorme coherencia de la escritora, de su visión crítica de la burguesía catalana, del mundo y de muchos apriorismos establecidos, contra los que se rebela. Acabada la lectura, queda la convicción de la sinceridad de Esther, de la naturalidad con que explica las cosas y, sobre todo, de lo bien que lo cuenta.

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