15è. aniversari (1999 - 2014)
 
 

Documentació

Casavella vuelve a la pista de baile

Article publicat a “El País” el 13/11/2009 per Javier Rodríguez Marcos

Una monumental colección de ensayos, una película y la edición definitiva de 'El día del Watusi' rescatan a uno de los grandes cronistas de la Barcelona moderna

"La vela que ardía por los dos cabos era su único modo de estar en el mundo. Emocionarse con esa combustión era un fin en sí mismo. Lo único importante, qué fácil es decirlo, consistía en no resignarse. En la actualidad, se echa de menos ese talante. Se echa mucho de menos esa lucha infatigable contra el miedo a vivir".

"La vela que ardía por los dos cabos era su único modo de estar en el mundo. Emocionarse con esa combustión era un fin en sí mismo. Lo único importante, qué fácil es decirlo, consistía en no resignarse. En la actualidad, se echa de menos ese talante. Se echa mucho de menos esa lucha infatigable contra el miedo a vivir". La cita es de Francisco Casavella, que también escribió que en el infierno hay un lugar reservado para quienes empiezan sus artículos con una cita.

El escritor barcelonés se refería al cineasta estadounidense John Casavettes, pero bien podría estar hablando de sí mismo. Casavella murió en diciembre pasado de un paro cardiaco. Tenía 45 años y, meses antes, el premio Nadal no había hecho más que confirmarlo como uno de los mejores narradores de su generación. Ahora, casi un año después de su desaparición, se publica un libro que demuestra que el Casavella ensayista raya a la misma altura que el novelista.

Elevación, elegancia y entusiasmo (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores) reúne, bajo un título tomado del saxofonista John Coltrane, mil páginas de ensayos, crónicas y artículos sobre literatura, música y cine: desde el primero que publicó en 1984 en Cairo, la revista de cómic, hasta el último, publicado en este periódico el mes mismo de su muerte. "Sus ensayos conservan la audacia del escritor de ficción", afirma el filósofo José Luis Pardo, que se siente "identificado" con la exigente mezcla de alta cultura y cultura popular que practicaba Casavella.

Para el novelista, que defendía "la belleza intrincada y sutil bajo una apariencia tibia", la música pop era la "forma de entretenimiento con posibilidades artísticas de más fácil acceso". Sin la pausa orquestal de los JB's en un directo de 1970, decía, "nunca hubiera entendido del mismo modo cierto punto y coma de Stendhal en Rojo y negro cuando ese punto y coma supone una noche de amor".

Así, Gato Pérez convive con Faulkner y el soul con Saul Bellow. Y todo ello sin dejar de ser intransigente con la calidad: "Una cosa es mezclar ambos mundos y otra que todo dé igual", recuerda Pardo."Era un trabajador meticuloso con una cultura enorme al que se ha querido reducir a escritor juerguista", añade Jordi Costa, que la próxima semana presenta en Madrid el libro junto a Pardo. Costa, que firma también el prólogo, propone también leer Elevación, elegancia y entusiasmo como una novela de formación protagonizada por "un dionisíaco con la lucidez de George Steiner". Un erudito hedonista en medio de la pista de baile.

En sus páginas aparece fragmentariamente el autorretrato de un muchacho llamado Francisco José García Hortelano que se buscó el pseudónimo Casavella para no competir con el autor de El gran momento de Mary Tribune. Esa novela fue la que despertó su vocación literaria cuando no era más que un botones adolescente en una sucursal de La Caixa que, para leer en horas de trabajo, escondía su ejemplar en el falso techo del lavabo. El mismo Casavella resumió así aquellos años: "Trabajaba por las mañanas, fingía que estudiaba por las tardes, escuchaba música hata que me sangraban las orejas, me tocaba con las chicas hata la luxación y, en fin, supongo que ustedes imaginarán sin esfuerzo cuál era el tercer sumando de esa operación llamada 'joven punk drogado".

Con poco más de 20 años dejó el trabajo para dedicarse a escribir. Después de una novela que quedó inédita, Rompeolas, Casavella dedicó la mili a escribir El triunfo (publicada por Versal en 1990 y reeditada luego por Anagrama). Aquella trepidante historia de rumberos del barrio chino escrita en "rumbarama y jergacolor" le valió la etiqueta de cronista de la Barcelona canalla y lanzó al mundo una buena noticia: Juan Marsé ya tenía heredero.

El propio Marsé, que descuelga el teléfono de su casa y cuenta que acaba de comprarse Elevación, elegancia y entusiasmo -"son estupendas sus reseñas sobre literatura norteamericana"- cuenta también que ambos compartían "vivencias y paisaje urbano. Pero no hay que arrimar el ascua a mi sardina. Él tenía un mundo muy personal".

En un ensayo sobre el autor de Si te dicen que caí, Casavella advierte contra la narración saturada de reflexión. "Las ideas son veneno para la gran narrativa", escribe. Marsé está de acuerdo: "Las ideas deben quedar reflejadas orgánicamente en la acción sin que se note el engranaje".

Si en Elevación... está la teoría, la práctica está en El día del Watusi, un novelón de 1.200 páginas publicado por Mondadori en tres tomos entre 2002 y 2003. Destino acaba de publicarlo ahora en un solo volumen, como quería originalmente su autor. Es además la versión definitiva del "relato más o menos secreto de los últimos 25 años de Historia de España" contada a partir de las peripecias de un muchacho pobre que descubre los engranajes del poder en la Barcelona de la transición.

El cortometrajista Rodrigo Rodero (Kundas) eligió El idioma imposible, la tercera parte de El día del Watusi, para su primer largometraje, que se estrena la próxima primavera. "Me interesaba la mezcla de ambiente marginal y peso poético, la historia de amor entre los protagonistas, autodestructiva, brutal", explica Rodero. Andrés Gertrudix (El orfanato) e Irene Escolar (Los girasoles ciegos) darán vida a los personajes de Casavella. "¿Filmar el libro entero? Una película así sólo la podría hacer Scorsese".

Tornar