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Documentació

El biógrafo que pudo ser del Rey

Article publicat a "La Vanguardia" el l'01/07/2009 per Màrius Carol

En algún rincón de su biblioteca deben figurar unas cintas grabadas con don Juan Carlos

A Baltasar Porcel le divirtió que en una ocasión escribiera de él que tenía la asimetría de los viejos exploradores a los que un empacho de paisaje había terminado por moldearles las facciones y agudizarles la mirada. Lo cierto es que el personaje reunía algunas de las virtudes de los aventureros legendarios: una curiosidad inabarcable, un conocimiento del mundo notable y una buena pluma para reflejar sus descubrimientos.

En su última columna advertía que había estado unos días sin escribir porque había estado en Normandía y anunciaba, a pesar de los achaques, de que se volvería a reencontrar con los lectores después del mes agosto que había planificado en Sicilia. Viajar era para él una manera de recargar las baterías, de explorar paisajes, de conocer personajes, de reencontrarse con la historia. El autor sostenía que sólo se puede escribir de lo que ha vivido uno o copiar de lo que han escrito otros, así que prefería vivir intensamente para ser original en los relatos. La personalidad de Baltasar Porcel no dejaba indiferente a quienes le conocían, ni a quienes le leían. Era un tipo con opiniones propias, como lo demostraba en sus columnas o en sus manifestaciones públicas. Se estaba a favor o en contra. Seducía o irritaba. Recuerdo haberle leído a Ignasi Riera, con la maligna bondad de quien tiene un aspecto cardenalicio que lo protege de las iras ajenas, que Porcel había apostado por ser Porcel y sabía que si perdía la apuesta, lo perdía todo, porque él era su principal socio capitalista, el departamento de promoción y su gran avalador. Pero siendo cierto que resultaba un personaje egocéntrico, muy seguro de sí mismo, no es menos cierto que era un autor de talento, un personaje seductor y sobre todo un escritor prestigiado. A muchos siempre les molestó su carácter inclasificable, a mitad de camino entre el galán maduro y el diablo de rondalla, entre el militante ácrata y el ciudadano monárquico. En el mismo perfil que hizo sonreír a Porcel, aparecía una frase que aplaudió: "Personaje ambicioso en un país en que los mediocres han hecho de la humildad un sayo, debería reconocérsele que Porcel no engaña". Uno de los datos de su biografía menos conocidos es que Baltasar Porcel estuvo a punto de escribir la biografía del don Juan Carlos. Recuerdo que, durante una visita de los Reyes a Tarragona, mientras esperábamos su llegada, me comentó que el monarca le había sugerido en una ocasión la posibilidad de escribir un libro sobre su persona. Porcel y el Rey se habían conocido en los años de la transición y entre los dos había una mutua corriente de afecto. El escritor llegó a hacer borradores para algunos de los discursos reales en sus visitas a Catalunya. Para la redacción de la biografía hubo varios encuentros en la Zarzuela del que en algún rincón de su biblioteca deben constar unas cintas magnetofónicas. Pero, finalmente, la obra la escribió José Luis de Vilallonga, sin que nunca se conocieran los motivos del cambio de memorialista. Hubiera sido interesante un retrato de la figura del rey firmado por Porcel, pues ambos compartían edad, pasión por Mallorca y una marcada personalidad. Pero sobre todo su capacidad de no dejar a nadie indiferente.

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