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Documentació

El último truco del mago ciego

Entrevista publicada a "El País" el 20/06/2009 per Carles Geli

Una novela ha de "poner al lector donde nunca se hubiera imaginado", sostiene Enrique de Hériz. En Manual de la oscuridad, su nuevo libro, la magia y la ceguera son "metáforas de la necesidad forzada de la evolución, de los empujones de la vida"

Paseando por Venecia, el escritor dijo a su compañera que la próxima novela iría de un mago. Al girar la esquina, el viento portaba naipes de una baraja. Pisó una, al azar: "Es un comodín", se aventuró. Levantó el pie... y sí, lo era; desde ese día, lo lleva en la cartera. La imagen, digna de una viñeta del Corto Maltés, encajaría en la última novela de Enrique de Hériz (Barcelona, 1964), Manual de la oscuridad (Edhasa). Pero no, le ocurrió al autor en la realidad. De ese episodio hace ahora seis años. De Hériz estaba acabando su tercera novela, el fenómeno boca-oreja Mentira (100.000 ejemplares sólo en España, 12 idiomas, Premio Llibreter 2004) y con el tiempo perfiló apenas un poco más la trama: un mago, recién nombrado el mejor del mundo con apenas 40 años, que se volvía ciego, como un truco brutal que le gasta el mundo. "Le pasa esto ¿y ahora, qué? Era una pulsión personal, necesitaba saber qué le ocurría a Víctor Losa al perder la visión", fija la génesis el escritor, muy materialista, que no da significado alguno al azaroso suceso veneciano ni doble lectura a la historia ante la crisis económica actual. "No hay mucha parábola ni parafraseo simbólico en mis obras, nunca muy planificadas", remacha. En cualquier caso, con ese qué le pasara al protagonista fue creciendo su cuarta novela, de nuevo casi de 600 páginas, las necesarias para rebuscar en los orígenes del mago y, en un segundo apartado, seguirle en su reinvención como persona al quedarse ciego.

Para De Hériz, una novela ha de crear "un espacio moral, una estética, profundizar unas ideas, poner al lector donde nunca se hubiera imaginado" y en esa ambiciosa y exigente voluntad -"es mejor hacer una novela frustrada pero que vaya por ahí que no limitarse a contar historias, que es lo que muchos dicen ahora que hacen"- el autor ofrece temas de calado, como el de la desaparición, un clásico ya en su bibliografía. "Sin duda la muerte de mi padre a los 12 años está tras ese aspecto, pero también el de la magia y la ceguera como metáforas de la necesidad forzada de la evolución, de los empujones de la vida; cuando uno es ciego debe repensarlo todo, eres otra persona y debes redescubrirte como tal".

Un curso elemental de magia en una de las tiendas del gremio más antiguas de España, la barcelonesa El Rey de la Magia, e intensas sesiones con una instructora de ciegos de la ONCE formaron parte de su particular aprendizaje, en una experimentación detallista que hace pensar en la novela documental, la del Tom Wolfe de La hoguera de las vanidades (al que De Hériz publicó como editor de Ediciones B) o la del Émile Zola de Germinal. "No busco tanto la realidad para constatar si es verídico o no lo que escribo como bañarme en ella para podérmela reinventar; necesito notar el polvo en los dedos para poder volver a imaginar luego esa sensación", afirma quien se sometió a sesiones con los ojos vendados para experimentar con sonidos y sensaciones táctiles. "A partir de ese mundo de los ciegos noté que la novela crecía", asegura. Un influjo que en lo literario vino menos de Ernesto Sabato (Informe sobre ciegos) que de José Saramago (Ensayo sobre la ceguera): "Había abandonado la de Saramago a las 30 páginas hace un tiempo y luego la retomé y acabé con un temblor, una conmoción moral que pocas novelas me han generado, quizá sólo Crimen y castigo", reflexiona.

Manual de la oscuridad oculta otro jirón autobiográfico de De Hériz: la reflexión sobre el maestrazgo, la transmisión vital y profesional, que el también huérfano protagonista vive con su viejo maestro y luego él experimenta como alumno ciego. "Creía ya haber exorcizado eso, pero aún no es así; en cualquier caso, no me siento cercano de los que deberían ser mis colegas generacionales, no tengo comunión de intereses ni literarios ni sociopolíticos con autores como Marías o Muñoz Molina, a los que leo como mayores, pero tampoco con Cercas o Martínez de Pisón, siento cierta sensación de isla flotante en el tiempo".

Pocas veces la vida deja o le obliga a reinventarse a uno como le ocurre al mago Losa, pero sí parece que la nueva novela podría significar una inflexión en la trayectoria literaria de De Hériz. "Acabé tremendamente fatigado y con la sensación de que tardaré tiempo en escribir otra", y eso a pesar de que ya le ronda la historia de su abuelo, al que el azar (de nuevo) le llevó a estar en los dos bandos cuando la Guerra Civil. La causa igual es formal -"la segunda parte de la novela la he afrontado sin tanto envoltorio de búsquedas de identidades y leyendas y tiene una estructura con tiempo narrativo presente y más directo y eso me ha gustado"- o quizá personal -"la vida es demasiado estrecha para mí; si no me hubiera permitido ser unos momentos ciego, no habría invertido seis años"-, pero, en cualquier caso, De Hériz quiere experimentar. "Tengo diversos poemas escritos y sobre todo me gustaría hacer teatro, la gran mentira: la representación máxima con la presencia física absoluta". De alguna manera, magia, como los trucos que él mismo controla "cuatro o cinco sólo, a los que le ha dado un envoltorio del mundo editorial" o los que practica su editor Daniel Fernández, que ha publicado el libro (15.000 ejemplares y ya una reimpresión de 5.000 más: "Los libreros quizá piden una novela literaria que no sea la cosa hiperexquisita ni el best seller, que es como se ha polarizado ahora el mercado", razona el autor) en tapa dura y cosido, pero que vende a 19 euros. Quizá también influjo mágico del comodín veneciano.

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