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Documentació

Todos mis personajes se enfretan conmigo y además salen por peteneras

Entrevista publicada al diari "ABC" per Celia Fraile el 09/04/09

Javier Tomeo vuelve a hacer de las suyas en «Pecados griegos» (Ed. Bruguera). En el libro pasa revista a la cultura griega clásica, a su mitología y al futuro. Dardos certeros repletos de ironía con los que Tomeo apunta a los bajos fondos de las almas de los dioses, aquellas que más tienen que ver con nuestros instintos y pasiones, y menos con su inmortalidad. Dan en el blanco.

-En un momento de «Pecados griegos», el protagonista, Godofredo, dice: «Escribo las historias a bote pronto». ¿Usted también?

-Sí, a base de intuiciones, de lo que los surrealistas llamaban automatismos psíquicos. Cuando escribo no tengo una idea muy clara de lo que voy a hacer, de por dónde van a ir los tiros. Efectivamente, los personajes los escribo yo, sería una tontería decir que se me aparecen, pero una vez que salen de mí se independizan pronto. Los coloco en un paisaje literario determinado y ellos son los que van dando vida a la narración. Hasta cierto punto podríamos pensar en los entes de ficción de Miguel de Unamuno. Los personajes se independizan y empiezan a moverse. Van configurando la historia y, en algún momento, parece que se paran, todos se enfrentan conmigo y además salen por peteneras.

-Entonces, ¿sus personajes se mueven a sus anchas por sus historias?

-Cuando escribo me sumerjo en un estado de ensoñación; hay unas fuerzas que actúan sobre mi pluma, en un sentido o en otro. Todo esto dicho entre comillas porque el único culpable de todo lo que pueda escribir soy yo. No obstante, parece como si no pusiera fronteras a la libertad de movimientos de mis personajes. Un buen ejemplo de ello es un relato que aparece en el libro «Historias mínimas», que ahora ha reeditado Anagrama. Un hombre y una mujer se citan en un parque romántico a la luz de las estrellas. Él es un machista redomado y ella viene tarde. Cuando por fin llega, él comienza a recriminarle su falta. Y, en un momento determinado, el hombre le dice: «Dame tu ojo izquierdo». La mujer, víctima del macho, se lo desenrosca y se lo entrega. Hasta aquí es normal, pero entonces salió esa voz de dentro de mí y el hombre dice, como justificando su petición: «Ya sabes que te prefiero tuerta». Se me ocurrió de repente y es justo lo que hace reflexionar. Es un relato brutal. El gusto por lo oscuro, feo y horrible es muy español, como se puede apreciar en algunos de los frescos de Goya.

-La cultura clásica griega queda en evidencia en este libro.

-No tengo la pretensión de ser un historiador ni un arqueólogo. «Pecados griegos» está lleno de anacronismos que busco a propósito. El enano Godofredo (que vive en una irritación perpetua) no sólo predice lo que está por llegar de forma inmediata, sino que tiene la capacidad de remontarse a otros tiempos y a otras épocas que no han llegado todavía. Así nos da una visión poliédrica de un acontecimiento determinado.

-La mitología griega se transforma también en cotilleos propios de los patios de vecinas.

-Me he divertido mucho escribiendo este libro. Algo tan serio como la mitología griega me sirve de excusa para pasar revista a una serie de actos. Se trata de juegos literarios. Otro recurso que utilizo es el del coro griego, que uso para potenciar determinadas situaciones.

-Tampoco queda bien parado el futuro porque, aunque lo conozcamos, estamos destinados a cumplirlo.

-En la mitología griega hay dos Fedras, la de Eurípides y la de Teseo. La primera se envenenó y la segunda se ahorcó. Y, en el libro, esas son las dos salidas que le da Godofredo a Fedra cuando predice su muerte, para que pueda elegir. Sin embargo, ella intenta convencerse de que la Fedra que aparece en la predicción no es ella.

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