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Documentació

Entrevista publicada a “La Vanguardia” el 01/02/02 per Rosa Maria Pinyol

Màrius Carol (Barcelona, 1953) es periodista y escritor. Tiene una treintena de libros publicados, sobre Barcelona, Dalí y el periodismo, entre otros temas. De su experiencia como cronista de la Casa Real han surgido dos obras, la última, Las anécdotas de Don Juan Carlos. Debutó en la novela con "La conjura contra el gurmet" y piensa seguir. Al recibir el premio Ramon Llull por su novela Les seduccions de Júlia, Màrius Carol defendió el miércoles, desde su doble faceta de periodista y escritor, el valor literario de buena parte del periodismo actual.

-Oscar Wilde afirmaba que "la literatura no se lee y el periodismo es ilegible". Eso tal vez valía en su contexto social, pero hoy una buena parte de la mejor literatura se hace en los diarios. Sólo hay que ver la lista de los diez libros más vendidos de ficción: la mayoría están escritos por periodistas. Tanto en el periodismo de opinión como en las filas del reporterismo hay autores de gran calidad literaria.

-¿Tiene mucho de reportaje periodístico su novela?

-En el libro de Javier Cercas Soldados de Salamina -que se ha mantenido 40 semanas entre los más vendidos y que también colabora en la prensa-, el autor chileno Roberto Bolaño dice que para escribir novelas no se necesita imaginación sino memoria, y que las novelas se escriben combinando recuerdos. Estoy de acuerdo. Mi novela es sobre todo el resultado de muchos recuerdos y vivencias personales, aunque también he construido una trama.

-Júlia, la protagonista, es periodista como usted y de una edad similar. ¿Es en parte un álter ego?

-En el aspecto periodístico, seguramente. Va a hacer treinta años que empecé como becario en "El Noticiero Universal" y desde entonces he hecho un poco de todo: periodismo local, de investigación, económico, cultural... y cronista de la Casa Real, algo que nunca hubiera imaginado. Todo ello me ha aportado un saco de experiencias. De un viaje con el Rey se pueden sacar muchas cosas. Depende de si se mira con ojos de periodista burócrata o con mirada de periodista principiante y curioso.

-¿Hay en su novela personajes reales que usted haya conocido?

-Hay mucho de mi experiencia periodística, pero los personajes están trabajados y adaptados a la trama. Una de las historias que narro es la de un espía de segunda división, que en realidad es la recreación de un caso real ocurrido en Barcelona hace veinte años y del que tuve ocasión de escribir un reportaje. Y hago salir también como personaje a Isidoro Bea, el escenógrafo que colaboró muchos años con Dalí, al que también pude tratar.

-A través del personaje de Isidoro Bea, ¿quiere ofrecer una imagen más tierna del Dalí de los últimos años?

-Júlia investiga sobre Dalí y queda fascinada por la humanidad de Isidoro Bea. Ella le dice que le ve como una de las Venus que imaginaba el pintor, llenas de cajones, y que abriéndolos podrá descubrir cómo era Dalí. Los lectores tendrán una visión de quién era Bea, que nunca quiso salir en los diarios. Pero también tendrán una visión indirecta y bondadosa del pintor, distanciando al Dalí orquesta del Dalí artista.

-Parece que a través de su protagonista femenina quiera hacer una exaltación de la madurez.

-Hay en el libro una reflexión sobre la madurez, asumida como un valor positivo, de estabilidad y equilibrio personal. Me preocupaba que el personaje de Júlia tuviera una gran fuerza narrativa, que el lector pudiera identificarse con ella.

-Júlia constata el contraste entre la Barcelona de 1976, que ella dejó, y la que reencuentra en 1996. ¿Refleja la obra estos cambios en la ciudad?

-Carlos Pujol me comentaba que este contraste entre las dos Barcelonas era un argumento para medir el paso del tiempo. La que Júlia deja es una Barcelona provinciana, sin libertades, una ciudad inacabada, mientras que la de 1996 es la ciudad pletórica, la del diseño, la de la tolerancia. He intentado profundizar en la intrahistoria de la Barcelona de siempre, dando flashes tanto de la ciudad medieval como de la más canalla. Barcelona es una especie de gran plató donde se desarrolla la novela. Pero no ha de parecer lejana a un lector de fuera, ya que podría transcurrir en cualquier otro sitio.

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