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22/02/2009,

Catalanes en castellano

Article publicat al diari “El País” el 06/10/2007 per Jordi Gracia
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Viven o nacieron en Cataluña y escriben en castellano. Algunas de sus novelas cambiaron el rumbo del panorama literario español en los años del franquismo y sus nombres son un referente de las letras hispanas.

Juan Marsé

Lo ha dicho muchas veces pero nadie le cree: su único sueño verdadero es ser el pijoaparte de Últimas tardes con Teresa para llevarse de calle a las rubias de coches y cuerpos caros. Su otro sueño es hacer novelas que digan verdades tan simples como la propensión de los sueños a corromperse en atajos y mentiras o la debilidad narcisista de los héroes. Sus relatos de humor son irresistibles en Teniente bravo, aunque los más nobles de sus sentimientos artificiales, novelescos, están con la derrota de la guerra y la vida de cada día, como en Un día volveré o en El embrujo de Shanghai. Y Si te dicen que caí seguirá siendo una obra maestra por los tiempos de los tiempos.

Ana María Matute

Los niños de sus libros han perdido la infancia antes de aparecer en ellos porque la guerra arrasó también la suya. Primera memoria es una preciosa y turbia novela de 1958 que anunciaba la tristeza y crueldad que nunca arruina su literatura. La fantasía estalló en Olvidado Rey Gudú, y las Historias de Artámila quizá han ido haciéndola a ella más feliz en la escritura, como si conjurase una ingenuidad primaria y no perdida pero maltratada casi por todo y casi por todos.

Eduardo Mendoza

Sólo sonríe con los ojos porque hacerlo de otro modo sería una incorrección inaceptable. Se hace con El caso Savolta, se apiada de Una comedia ligera que produce lágrimas o se instala en una Ciudad de los prodigios que se hunde día a día como todos nosotros. Nada en sus libros queda protegido de una ocurrencia chusca o de una mano sentimental casi invisible, como la que toca a la monja de El año del diluvio. Cuando las decepciones parecen arruinar incluso la ironía del cómico, se planta y se niega a comprar una porcelana china: "¿Para esto hemos leído a Althusser?".

Antonio Rabinad

A sus novelas llega siempre un rumor de miedo porque la vida soñada a veces es peor que la vivida. Su memorialismo es excepcionalmente exacto, como en El hombre indigno, o como en el impecable cuaderno El niño asombrado. Cuando mete las manos en la novela la amasa densamente y ya no escapa nada a la mirada escrutadora de las interioridades malsanas o raramente averiadas, como en Memento mori.

Juan Goytisolo

La pulsión de la huida lo llevó a otra ciudadanía ética menos opresiva y más libre que la natal. En Señas de identidad lo hizo con la franqueza de un novelista intempestivo desatado años más tarde en Don Julián o en su valiente autobiografía. Las cosas que toca ahí están en sus ensayos airados, como en Furgón de cola, pero no ha dejado nunca la novela ni la ansiedad de intervenir con furia. Sucedió así en El sitio de los sitios porque la ira todavía es combustible literario.

Luis Goytisolo

Ganó el primer Premio Biblioteca Breve en 1958 con una sutil historia de vencedores y vencidos que desconcertó a muchos, Las afueras. La novela era rara y no ha dejado de hacer novelas antinovelescas, dominadas por una voz reflexiva y meditabunda, como en la espléndida Recuento de 1975, o la algo más envarada Estela del fuego que se aleja, aunque también ha experimentado con la sexualidad y la sátira en novelas no muy afortunadas. Es Académico de la Española y tiene una fundación con su nombre.

Esther Tusquets

Contra la mentira pactada en privado ha escrito sus novelas, tanto si recrea el conflicto de un personaje femenino que comparte jovialidad y fracasos sentimentales con ella, como en El mismo mar de todos los veranos, como si toca con instrumentos de cirujano las relaciones personales con una madre o un ex marido. Su novela Correspondencia privada sobrecoge en lo que tiene de verdad literaria, tanto si es privada y verdadera como si no lo es.

Eugenio Trías

De la magia a la religión ha basculado un pensador-pensador que desafía a menudo las leyes del ensayo para hacer filosofía sin piedad. Su libro luminoso fue de estética y se tituló Lo bello y lo siniestro, a sus memorias es mejor renunciar y la densidad se hizo creciente en la construcción de una filosofía del límite que ha identificado como su razón de ser escritor y razón también de un ímpetu metafísico cada vez más francamente asumido.

Félix de Azúa

El artículo es el arma corta que más le gusta pero no es la que preferiría usar. En La historia de un idiota contada por él mismo no aparece ningún idiota y su Diario de un hombre humillado está pensado para humillar a los demás. Su Diccionario de las artes es espléndido, apenas escribe ya poesía y sus ensayos de estética y literatura dicen que vivir es una escuela de decepción a la que conviene asistir lo justo para que la severidad del sacerdote no se coma la vitalidad del bufón.

Javier Cercas

Ni es ni ha sido soldado pero batalla con la forma como si fuese una bestia de las profundidades. Ni la guerra española en Soldados de Salamina ni la guerra del Vietnam ni el dolor feliz del éxito en La velocidad de la luz son los ejes de sus libros. Porque sólo hay uno: fabricar la forma necesaria para una historia, ajustarlo todo a todo para que cada cosa siga suelta y sin respuesta. Sus ensayos hablan de esa equivocidad, incluso en los artículos que buscan La verdad de Agamenón, que igual es también una forma de emoción literaria.

Carlos Ruiz Zafón

A primera vista da la impresión de ser el único al que las formidables ventas de La sombra del viento no le cogieron por sorpresa. Su éxito puede medirse por la multitud intimidatoria de sus imitadores: un barniz culto, una intriga bien construida, una prosa sin complicaciones y una propensión mitificadora de las ciudades que parece satisfacer la ansiedad de misterio geográficamente localizable.

Enrique Vila-Matas

Siempre ha hecho las cosas a su manera y ahora algunos empiezan a hacerlas a la suya. Es extranjero de los géneros, porque ensayos como Historia abreviada de la literatura portátil le salen como novelas, y porque las novelas se le ponen de diario y de ensayo, como en Bartleby y compañía. Es raro el artículo largo que no lleve algún relato cuando lo escribe Desde la ciudad nerviosa y a menudo ha escrito novelas con novelería que le salen familiares, como El mal de Montano o la novela casi clásica Extraña forma de vida.

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