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Documentació

"Toda gran ciudad es en realidad una lucha por el poder"

Entrevista publicada al diari “La Vanguardia” el 20/10/2008 per Rosa Maria Pinyol

Baltasar Porcel se reencuentra con sus lectores, tras superar el cáncer que sufrió el año pasado, con la novela Cada castell i totes les ombres, con la que ganó el premio Sant Joan Caixa Sabadell y que esta semana publica Edicions 62. De nuevo un texto ambicioso y lleno de vitalismo en el que el escritor ha querido mostrar el pálpito de la Barcelona actual, presentándola como alegoría de la urbe contemporánea. Porcel ha construido una historia coral, con dos potentes protagonistas centrales, que retrata las presiones políticas o los trapicheos de la especulación inmobiliaria, pero que es también un relato de sentimientos y lucha de los personajes por su supervivencia personal.

-¿Pertenece su novela al mismo ciclo que Lola i els peixos morts y Ulisses a alta mar, ambas ambientadas en Barcelona y contemporáneas?

-Sí, del mismo modo que hubo un ciclo de novelas sobre Mallorca. Lola… y Ulisses… eran dos aproximaciones a Barcelona desde ángulos diferentes, pero en Cada castell i totes les ombres me he adentrado de lleno en la ciudad. Es una novela sobre, en y desde Barcelona. Cuando escribes, no lo haces sobre el recuerdo sino sobre el poso que la vida te va dejando: tus sueños, tu trabajo, tus pensamientos y actuaciones. Todo eso te va entrando en el subconsciente y crea otra vida, que es la literaria. Y un momento dado, emerge. Yo vivo en Barcelona desde 1960 y esta ciudad me ha llenado tanto como me había llenado Mallorca.



-¿Cuál fue el germen de la novela y de qué modo se modificó cuando retomó la redacción tras superar su enfermedad?



-En Olympia a mitjanit intenté construir una novela global sobre el mundo y la sociedad mallorquinas. Y pensé que había llegado el momento de hacer una novela amplia y a fondo sobre Barcelona. Empecé a escribirla y me di cuenta de que en el argumento me pesaban mucho los esquemas políticos, intelectuales y culturales que en Barcelona y en Catalunya son aún un tema problematizado. Eso me lastraba la narración, que resultaba pesada y falta de vitalidad. Y yo quiero hacer una literatura viva, en la que la gente actúe y se mueva. Y entonces surgió el cáncer y el libro quedó interrumpido. Una vez pasado lo más duro, y mientras me curaba desde el punto de vista terapéutico, volví a dedicarme al libro y eso contribuyó a mi curación en el aspecto moral.



-¿Ello le hizo cambiar el enfoque? ¿Modificó su visión del mundo?



-Yo notaba que la obra se me hinchaba de vida, de carne. Los personajes, la ciudad, tenían vida, había allí unos problemas llenos de vitalidad. El instinto visceral de vivir me impulsaba a hinchar de pasión a los personajes. Y hubo un cambio en mi visión del mundo, sí. Me saqué de encima prejuicios y muchas menudencias teóricas.



-Hace un retrato a la vez físico, sociológico, político y humano de Barcelona.¿Ha querido presentarla como emblema de cualquier ciudad contemporánea?



-En efecto. Es Barcelona, el contexto es la Catalunya de hoy. Pero a la vez es un arquetipo de la gran ciudad con sus luchas por el poder, la diversidad, el miedo, su marco artístico, económico, político. 



-¿Por qué ha elegido mostrar esa realidad a través de dos personajes contrapuestos?



-Porque representan el personaje poderoso y el ciudadano anónimo, dos extremos de la humanidad de la gran ciudad. Son contrapuestos y no llegan a verse, pero son imprescindibles el uno para el otro. Pelai Puig Alosa es un profesor de instituto, de izquierdas, que vive en el barrio de Rei Conqueridor, que viene a corresponder al de Vall d"Hebron, y que viaja en metro. Tiene obsesiones sexuales y quiere medrar en el partido. Su hija es tetrapléjica y su esposa es soñadora. Y al otro lado está Ginés Jordi Martigalà, un empresario poderoso, gran coleccionista de arte, que tiene una casa en Pedralbes y viaja en clase de lujo o en avión privado. El primero vive su momento fuerte con una historia de lesbianas, mientras que el empresario tiene su momento sublime en una cena con su amante en el interior de Villa Borghese.



-Son dos figuras que se necesitan mutuamente para que el engranaje funcione.



-Exacto. Los personajes poderosos (que lo son más que los políticos) y la clase de tropa se necesitan unos a otros. La política y el dinero los unen y, a la vez, los separan.Y en esta historia los enlaza un hecho circunstancial, el hundimiento de un barrio, Rei Conqueridor, debido a las obras del metro. Lo escribí así bastante antes de que ocurriera la tragedia del Carmel, de modo que ha resultado premonitorio. En la novela hay política, dramatismo, ironía, poesía, amor y crímenes. He tratado de reflejar la gran ciudad en toda su complejidad.



-¿Propone su novela un análisis del poder, a través de las debilidades, ambiciones y corrupciones de estos dos personajes de clases opuestas?



-Hay un análisis del poder, sí. Y también el relato de cómo cada uno intenta resolver su vida íntima y sentimental. La supervivencia, en definitiva. Toda la gran ciudad es en realidad una lucha por el poder, con sus presiones y tensiones. La crisis económica no es más que una crisis de poder.



--Los capítulos alternos en que presenta a los dos personajes, ¿tienen atmósferas, ritmos e incluso registros diferentes?



-Lo he procurado, porque representan distintas maneras de vivir. En realidad podrían ser dos novelas paralelas. Cada uno tiene su mundo mental. Y los diversos personajes secundarios que se mueven a su alrededor participan de su mundo. Lo que es común a ambos son las referencias al cine o a la televisión, aunque cada uno las vea de manera diferente.



-¿Cree que hay aspectos suyos en ambos personajes? ¿Se siente tal vez más próximo a Martigalà por su edad, su refinamiento del gusto y su afición al arte?



-Hay aspectos míos en ambos casos. Y si en ciertos aspectos puedo parecerme más al poderoso, a la vez soy un asalariado que utiliza el transporte público. Estoy en medio. Pero tal vez tengo una filosofía más espectral sobre el poder y el refinamiento. Conceptualmente me encuentro más alejado de este pulular dentro de la obediencia colectiva. Y a la hora de escribir lo hago a partir de posiciones altas. Para mí, la cultura es más importante que la política. Y, en el terreno de la evasión, el arte es más importante que las fiestas de calle o la televisión. Participo de todo, pero me interesa mucho más el arte que el deporto por ejemplo. Y creo más en el poder que en la política. De ahí las concomitancias. 



-¿Ha querido presentar a Martigalà como un cínico? El personaje hace afirmaciones como ésta: "Sin la riqueza y el poder no puede haber virtud".



-Para los griegos ser cínico era decir la verdad. No era una amoralidad. Y Martigalà expresa eso, lo que es la naturaleza del poder. Es un personaje muy ambicioso y fuerte. Y el entorno del poder también está lleno de "escolanets llepaculs", que quizá sean ricos pero que en realidad son unos desgraciados y unos explotadores. 



-El castillo del título, ¿simboliza el poder? 



-El castillo es cada gran núcleo de fuerza y poder. Y, a su alrededor, todos nosotros somos sombras en esta lucha inmensa que es el mundo.



-La especulación inmobiliaria y el hundimiento del barrio Rei Conqueridor son centrales en la historia. ¿Cambió la redacción inicial después de producirse los hechos del Carmel?



-No. Yo imaginé el hundimiento de una gran barriada de esas que se han construido en Barcelona, fruto de la especulación, sobre terrenos precarios, horadados por túneles de metro u otras muchas construcciones subterráneas. Quizá si lo redactara ahora cargaría más las tintas. Porque toda esta especulación constructiva está, además, basada en las hipotecas y créditos, y todo eso se ha venido abajo con la crisis financiera.

-Introduce en la novela, a modo de pastiche, un supuesto texto de Josep Pla que resucita unos hechos criminales de la Guerra Civil. ¿Cuál es la función de este texto?



-La guerra civil es un asunto aún no superado. La España actual es el producto de la guerra civil, del franquismo y del postfranquismo. Y todo este tira y afloja, esta falta de entendimiento que continúan produciéndose entre España y Catalunya, entre España y Euskadi, son un signo de que las cosas no se han superado. Otros países, Inglaterra, Francia, Alemania, Italia… lo han superado. Pero aquí no. El crimen que aparece en mi novela quiere reflejar este peso histórico. Aunque es a la vez un crimen ritual, familiar, de personas enfrentadas a personas. Y he querido ambientarlo en un paisaje precioso, como es el del Delta del Ebro. Se me ocurrió el recurso de presentar esta parte dramática, que reconstruye la historia del padre de Martigalà, a través de un retrato casi policiaco, supuestamente escrito por Pla a la manera de Simenon, un autor que le gustaba mucho. Pla además aparece luego como personaje y viene a hacer la función de sibila, de intérprete de la vida cotidiana.



-Como en otras novelas suyas, en ésta se detecta también al Porcel columnista. A lo largo del texto aparecen comentarios sobre multitud de temas actuales, desde la inmigración o la guerra de Iraq hasta los suicidas de Al Qaeda o incluso el incidente entre Chávez y el Rey Juan Carlos.



-Es verdad. En mis novelas sobre Mallorca eso no sucedía. Pero desde hace treinta años una parte importante de mi vida es la diaria en La Vanguardia, de la que estoy muy contento. Y toda la materia que abordo como columnista la vierto en las novelas porque también forman parte de mi vida. Mi trabajo de escritor no puede separarse ya del periodismo. 



-Finalmente, ¿puede leerse su libro como una novela en clave?



-No, no lo es. Aunque sí que quiere reflejar en clave las presiones políticas, económicas e intelectuales que se dan en la realidad. Muchos de los personajes tienen poca entidad por sí mismos, pero son el brazo armado o el portavoz de una presión. En la función que desempeña cada uno pueden reconocerse fuerzas o presiones reales.

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