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Documentació

«Tras el 11-S, en esta sociedad el terror se ha convertido en mercancía»

Article publicat al diari “ABC” el 02/09/08 per Tulio Demicheli

A nadie debe extrañar que la portada de El exiliado de aquí y allá (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores) sea un hatillo de cartuchos de dinamita. Está en la propuesta esencial de la narrativa de Juan Goytisolo a partir de Señas de identidad (1966) y el propio autor lo desvelaba al retratar al autor de La Celestina, Fernando de Rojas, en uno de sus ensayos más memorables: «Tenía que disentir en un idioma que de modo inherente enaltecía mucho de lo que quería rechazar, partir en guerra contra valores que no eran sólo de «ellos» sino «nuestros». Ese dilema es propio de los disconformes que escriben en territorio ajeno, un territorio infestado de redes, lazos y trampas por el que es preciso avanzar con infinitas precauciones y tanteos antes de sembrarlo, a su vez, de minas y bombas de relojería, destinadas a estallar después en las manos de los lectores incautos» (Disidencias, 1977).

La «resurreción» de JG

Ahí está la clave de la trascendental singladura literaria que JG emprende al romper con la hegemónica tradición realista española, y que parece cerrarse ahora con esta «resurrección» después de un silencio de cinco años, roto a pesar de que el autor hubiera sugerido que su anterior novela, Telón de boca (2003), culminaba su ciclo narrativo. Por fortuna ése sólo fue un desliz verbal.

En fin, no le faltaba razón a su editor, Joan Tarrida, cuando afirmó que «una obra de JG siempre es un acontecimiento literario». Desde luego fue recibido con expectación, congregando a numerosos periodistas en el centro cultural del Círculo, pues hasta una unidad móvil de RNE le aguardaba en la calle. Guste o no, la suya es una aventura narrativa que ha tenido un impacto mayor en nuestra literatura durante la segunda mitad del siglo XX.

Alberto Manguel, uno de los mejores lectores de nuestro tiempo, se sintió «aterrado» al presentar esta novela pues «JG ha sido un ídolo literario mío, al que leí en la dolescencia gracias a una profesora que quería convencernos de que la literatura española no había desaparecido en el Siglo de Oro».

Entre el Más Acá y el Más Allá

Luego vinculó la novela presentada con Paisajes después de la batalla (1982), a la que da continuación: «Ahí nace el héroe que muere y va a contarnos el Más Acá (donde habitan los muertos) y el Más Allá (donde se encuentran los vivos)», ámbitos comunicados a través del ciberespacio. «Es una fábula sin moralidad en la que se confirma la cita de Karl Kraus que encabeza la novela: «Que mi estilo se adueñe de los rumores del tiempo». En nuestra época son más que rumores, es confusión, no sabemos qué ni quiénes somos. «¿Quiénes son los que están destruyendo el mundo?», es la pregunta que se hace el Exiliado», para sumarse a una trama de radicales y terroristas en la que contacta «con un rabino con rastas, un monseñor pedófilo que interpreta a su manera el «dejad que los niños se acerquen a mí», y con un imán terrorista que se disfraza de vedette porno, y que se llama Alicia, pero no Alicia en el País de las Maravillas».

Para el presentador, «este Exiliado es una suerte de Quijote -JG lo llama «náufrago de la Triste Figura»-, un personaje justiciero en un mundo alucinatorio. Hay una visión satírica feroz, a la manera de Swift, quien hace decir al Rey «qué raza más inmunda esa de la que habla Gulliver». Sin embargo, para JG nadie es culpable del todo, porque nuestra misma pequeñez nos salva. Así, El exiliado... es una elegía, tierna, de nuestro mundo y de nuestra época; y una de las novelas más fuertes, más resumida y más acabada de JG».

Por fin, intervino el autor, quien situó el origen de la obra en Argelia, donde se cruzó con una mujer que no sabía quién había matado a su marido ni el por qué. «Para eso vuelve este personaje ácrata, excéntrico, que en Paisajes... atraía a las niñas con un ratoncito blanco y que muere en un atentado de una forma absurda. Intentar saber quién y por qué le ha matado le empuja a convertirse en un terrorista. Vuelve y además comprueba que muchos de los vaticinios que había hecho entonces se han cumplido».

Trufado el relato con alusiones a Cándido de Voltaire, Jacques el fatalista de Diderot y Bouvard y Pécuchet de Flaubert, y protagonizado por «personajes mutantes, porque todos los personajes se transforman», JG no ha querido dar una explicación racional a esa pregunta, sino que ha «buscado la concentración y no la extensión; una prosa en acción -como Sánchez Robayna ha calificado la de Pasternak- y no una prosa en relato. Soy incapaz de escribir una novela con dialogos teatrales. Eso no me interesa».

Y lo ha hecho así para abordar nuestra época porque «vivimos atrapados entre el consumo y el terror. Después del 11-S, en esta sociedad del espectáculo el terror se ha convertido en mercancía por la utilización de las religiones y las ideologías en términos de dominación. Las tres religiones del Libro buscan el poder. Y viajar es una pesadilla. Por eso, en esta novela todo es inverosimil y cruelmente real». Como es habitual en su obra, la novela «no tiene ninguna corrección política. En la creación, como en la fantasía sexual, sólo existe la libertad. El creador es un ser espiritual y también animal, como todo ser humano».

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