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Documentació

Juan Goytisolo: la ironía y el exilio

Article publicat a “El País” el 10/05/2008 per Eduardo Subirats

La mirada erudita del autor de Juan sin Tierra y Don Julián desarticula las señas de identidad de la falsa conciencia hispánica y restaura tradiciones quemadas, según se aprecia en la edición de sus Obras Completas.

Acaban de publicarse los cinco primeros volúmenes de las obras completas de Juan Goytisolo en Galaxia Gutenberg. La mezcla de ansiedad inconfesada, admiración secreta, silencio oficial y misterio que han asediado la novela, el ensayo o los artículos de este escritor vuelve tanto más tentador el ejercicio de su interpretación. Por sumaria que pueda ser. Por lo demás, obras completas revelan la continuidad de un pensamiento, la perseverancia de un proyecto, la permanencia de un estilo. Trasponen las obras individuales a una escala más alta. Motivo asimismo cautivador para comentarios al margen.

Una de las dimensiones que realza una reunión de obras completas es su desarrollo diacrónico y su inserción en el tiempo histórico. En el caso de Goytisolo esta historicidad significa: memoria de la España de Franco, del españolismo nacional católico y de sus secuelas intelectuales y éticas. Significa también la experiencia literaria de su exilio de esa realidad. Conciencia exiliada que se proyecta sobre un horizonte que abraza la Guerra Civil española en un extremo (Duelo en el paraíso) y en el otro extremo la guerra global (cuya esquizofrenia deconstruccionista Goytisolo anticipó en Paisajes después de la batalla).

Una cuestión central domina estas obras goytisoleanas, y Juan sin Tierra y Don Julián en particular. No dudaré en llamarlo por su nombre: Problema de España. Esa cuestión española no es otra que la del desmantelamiento de su identidad imperial a partir de las múltiples fracturas que cristalizaron en 1898: colapso de las últimas colonias, revelación del atraso español, a la vez intelectual y político-económico, desmembramiento de la llamada unidad nacional ante la implosión de las culturas nacionales de Iberia. A este cuestionada "España" se han enfrentado dos miradas intelectuales opuestas. Unamuno, Maeztu u Ortega reivindicaron los valores de una Castilla heroica y la esencia mística de España. Su asociación con un ideario autoritario culminó en el Estado nacional católico. En la otra orilla, intelectuales como Antero de Quental y Pi i Margall, Fernando Pessoa, Américo Castro o García Lorca, entre otros, desenterraron del olvido una polifonía ibérica de culturas, su pasado árabe y el universo ibero judío. Goytisolo ha renovado esta tradición.

Quizás sea preciso repetirlo: la negatividad es la característica fundamental de la novela del siglo XX bajo todas sus latitudes simbólicas y políticas. Beckett y Rulfo destruyen al narrador. Hofmannsthal y Celan rompen con un lenguaje vacío. Kafka se rebela contra una civilización del absurdo. Bernhard arremete con todas las imaginables instancias de una putrefacta modernidad. Roa Bastos disuelve los signos de la emancipación colonial de Hispanoamérica... Y Goytisolo desarticula las señas de identidad de la falsa conciencia hispánica.

Literatura, dicho sea de paso, no es igual a ficción. Tampoco la cuisine del creative writing. Es reflexión sobre nuestros mundos reales e imaginarios. Ello supone, entre otras cosas, construir o rehacer una tradición literaria. Tanto más necesario en una cultura como la española, regiamente erigida sobre las cenizas de las tradiciones espirituales más antiguas e intensas de Iberia que ha negado persistentemente, de Averroes a Blanco White. La obra de Goytisolo también es ejemplar en este sentido: restauración de tradiciones quemadas.

La erudición es una de las claves de esta restauración. Y uno de los aspectos más interesantes de la obra de Goytisolo. Es erudición lexicográfica en primer lugar. Frente a la tradición nebrijiana de limpiar voces y eliminar memorias de la lengua castellana -perdurable empeño de su irreal academia de la lengua, según ha denunciado también Rulfo desde la perspectiva de las lenguas iberoamericanas- Goytisolo se ha entregado a la búsqueda de palabras olvidadas, perdidas o censuradas. Pero su erudición también es literaria. En el sentido de permanentes paráfrasis o de tenaces descubrimientos de escritores ibéricos enterrados por el oscurantismo nacional católico. Anselm Turmeda es un ejemplo: un franciscano catalán del siglo XIV, convertido al islam y autor de un tratado sobre la moral cristiana que habría deleitado a Nietzsche, pero que nadie ha leído en España desde que la Iglesia lo prohibió; la obra de Américo Castro es otro o el mismo caso, seis siglos más tarde.

Punto de partida ineludible de este proyecto lingüístico, literario e intelectual: su exilio. Francia, Estados Unidos, América Latina, Marruecos y el mundo islámico. A Goytisolo se le ha presentado oficialmente como novelista latino, como escritor morisco, como intelectual multicultural... y como desterrado español. Por lo demás, este exilio lo ha asumido y cultivado a lo largo de toda su obra, y en particular en sus volúmenes autobiográficos, Coto vedado y En los reinos de taifa. Más aún: lo ha transformado en programa intelectual y estético. En el interior de este exilio el escritor restaura un virtual espacio reflexivo más real que la irrealidad de la España oficial y mediática. Éste es el punto de inflexión que, por una parte, le vincula con los exilios internos del misticismo ibérico de Ben Arabí o Juan de la Cruz. En esta in-versión o sub-versión del orden falso de las palabras y las cosas, o sea, en el distanciamiento y exilio de su irrealidad, reside también su ironía. Su fuerza liberadora de una realidad más profunda a través de la irrealidad de las palabras se resuelve a menudo en su obra con la violencia del sarcasmo, la mordacidad satírica y paródica, o la ligereza de la mofa. Don Julián o los Paisajes después de la batalla son dos diamantes imperecederos en la historia de las literaturas ibéricas en este sentido. Esta doble condición del exilio y la ironía es el hilo de oro que vincula profundamente la obra de Goytisolo con el gran ironista moderno que fue Cervantes.

La construcción de una voz propia es la condición sine qua non de toda creación literaria. Pero la literatura del siglo XX es el persistente cuestionamiento de ese narrador. En este cuestionamiento se ha cifrado, de Kafka a Rulfo, la verdad literaria de un mundo en disolución. Es el caso también de Goytisolo. Punto de partida: su radicalizado exilio personal y nacional, su exilio homosexual y lingüístico, exilio de la catástrofe histórica de nuestro tiempo. Desde este Yo extraterritorial la obra de Goytisolo escribe las trazas de una crítica de nuestro tiempo.

Ya he citado a Blanco White. Goytisolo se funde y confunde con este reformista denostado, con este exiliado absoluto. Hasta convertirlo en álter ego. Su mismísima reencarnación narrativa. En otro extremo de cosas Goytisolo desarrolla tenazmente a lo largo de su obra el tenso soliloquio con un narrador personal traspuesto a la segunda persona. Un Yo que es un Tú. Sujeto activado y manipulado como objeto. Los orígenes de esta conciencia escindida son múltiples. Pero quiero sugerir a dos de ellos: el "sufismo" de Juan de la Cruz y el esoterismo "cristiano" de Ben Arabí. No es menos importante señalar la eficacia destructiva de esta autoconciencia escindida frente a nuestra realidad positivamente esquizofrénica. En dos novelas tardías que resumen una teoría crítica sobre nuestro mundo en descomposición, Makbara y Paisajes después de la batalla, la tensión espiritual de esta conciencia dividida se diluye en una polifonía de voces sin sujeto, signos desorganizados, griteríos, ruidos, bajo un cuadro perturbador de retóricas incoherentes y violencia caótica: el retrato de los tiempos que ya están con nosotros.

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