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Documentació

El pulso de la gente humilde

Article publicat a “La Vanguardia” el 24/11/2007 per José Martí Gómez

Estábamos una mañana dándole a la faria, al vino y al palique cuando una ciudadana que se marchaba tras comprar una botella de gaseosa le dijo al Candel:

- Escriba usted que han robado el banco de ahí enfrente. Es una vergüenza.

- Si no hay muertos, no es noticia; roban bancos cada día - dijo el Candel.

- El banco que han robado es el de sentarse. Para la torre de alguien - clarificó el de la barra.

Candel ha sido el notario que ha recogido a pie de obra - en la calle, en el bar- el pulso de la vida de la gente humilde, como la del vecino que un día le dijo que quizás cuando era pobre fue más feliz. O la del hombre tuberculoso, sin trabajo y abandonado por su mujer, que tenía miedo por lo que podía pasar al morir Franco. "Joder, si lo mejor para ti sería una revolución, peor ya no puedes estar", le explicaba Candel. Siendo esencialmente político, a Candel el ejercicio de la política - en el Ayuntamiento, en el Senado- le aburrió soberanamente. A él, que como buen reportero siempre nos contó historias, le desengañó hace años lo que ahora es un hecho: el abismo que separa el lenguaje de la clase política de las preocupaciones reales de los ciudadanos. Candel, que debe haber sido el hombre que ha firmando más documentos pidiendo esto y lo de más allá bajo el franquismo, tenía desde hace años una idea en la cabeza: la de que hemos sido traicionados. No le faltaban motivos, lo cual no alteró su amistad con Jordi Pujol y Joan Reventós, a los que no votó. El funeral será en la iglesia de la Mare de Déu de Port, la misma en la que el Candel joven escuchaba, en la Nochebuena de la inmigración que llenaba Montjuïc de barracas, villancicos que decían: "Esta noche nace el Niño / es mentira, que no nace / que se marcha para Alemania / como todo el mundo hace". Le entierran en Montjuïc, el cementerio en el que tantas y tantas horas pasamos juntos, acompañados de Josep Maria Huertas. Te iré a hacer una visita, Paco. A escuchar como cantan los pájaros. Te hablaré de Huertas. Me reiré recordando el día que nos enseñaste un nicho en el que se leía: "Aquí yace el inventor del sostén del paraguas abierto". El cementerio, decías, recuerdo de los tiempos de guerra y de los de paz. Tu guerra ya acabó. La guerra que en defensa de las libertades y las personas te llevó a presentar escritos al Tribunal de Orden Publico, donde el magistrado Mariscal de Gante te recibía nervioso, ignorando que ibas cagado. "Y cuando no viene personalmente en otros escritos, viene su espíritu", te dijo un día el magistrado. Que la paz definitiva sea contigo, Paco.

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