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Documentació

Poema sobre la nada

Article publicat a “La Vanguardia” el 21/11/2007 per Jordi Galves

El discurso inaugural de Quim Monzó en la feria de Frankfurt sirvió para presentar la cultura catalana con su mejor rostro, el de la modernidad más pura. Hubo quien no lo entendió y quien no lo quiso entender; quien desconfía del poder civilizador del humor y de la creatividad, quien no ve ahí más que extravagancias y ocurrencias vanas, quien prefirió otros tantos posibles discursos, ajados ya irremediablemente por el tiempo, colapsados por el exceso de palabrería y de murga ideológica —le llaman mensaje— sin comprender que todo eso ya no sirve, no nos sirve como nación.

¿Se imaginan que Monzó hubiera dicho directamente, seriamente ante los periodistas internacionales, que "Catalunya ha estat la nació més gran del món" sin recurrir prudentemente a la cita de Pau Casals? ¿O que abordara en Mil cretins la espantosa experiencia de la enfermedad y la muerte, de la inconsistencia física y moral sin el contrapunto de la ironía, sin el distanciamiento de la risa, sin el ingenio de la mirada autocrítica? La ley de la modernidad es inexorable y exigente porque sospecha de todo, como nos enseñó Nathalie Sarraute: necesita de la humildad que supone ponerse a uno mismo siempre en la duda, en la paradoja, en la contradicción y el contraste. Porque desconfía de los sermones y del sentimentalismo, de los trucos manidos. De la lágrima caída en la arena y del índice enhiesto y pretencioso de Bin Landen. Su fuerza y su verdad están ahí, en su aparente fragilidad, en su falsa banalidad. La literatura de Monzó no es tan comprensible como parece a simple vista. Todo el mundo la puede leer, cierto, pero ocurre lo mismo que con el Quijote o con Madame Bovary, hay quién la ve sólo como la historia de un loco gracioso o como la narración de las calenturas de una señora de provincias. Mil cretins se construye del mismo modo discreto y hondo. Su fuerza está precisamente en su despoblamiento retórico, en su falta de pomposidad, en su actitud serena, sin efectismos. La importancia del texto no está en el propio texto sino en la complicidad con el lector, en que el valor del libro se revela entre los escombros, la basura y la ganga, en que su enorme verdad humana se camufla significativamente entre el cretinismo más salvaje y más ambiental. Monzó no divide el mundo entre sabios —el escritor— e imbéciles —los demás— como suelen hacer los pretenciosos habituales o los críticos literarios tristes y manicomiales. Los cretinos son siempre mil —que es como decir "ponerse a mil" o decir diez mil o un millón, o infinitos—, empezando por el narrador mismo: "No he pensat per exemple, en la vida que duc habitualment, ni en com, per comptes d"assaborir les coses tal com vénen, em passo el dia rumiant com haurien de ser. Faig tot el que puc per corregir el curs de la realitat, i preveure-ho tot perquè, si evito que hi hagi cap ensurt, l"endemà resulti més suportable. (…) No frueixo del petó sinó quan ja és passat; aleshores el recordo de grat. No en frueixo en el moment perquè més enllà de la tendresa, veig les ombres, les possibilitats terribles que s"amaguen rere cada cosa agradable." Como Sócrates, Monzó sabe que no sabe. Y su manera de escribir es la del gran narrador que construye sus historias desde la duda y la insatisfacción más hirientes. Es el gesto y la manera de un gran narrador porque el discurso de Frankfurt y Mil cretins nos retrotraen a la raíz misma de la modernidad literaria, al nervio de la mismísima reticencia con la que un Cicerón construyó sus famosos discursos Contra Verres, modelo retórico y literario donde los haya mientras nuestro mundo sea este mundo. Monzó cree en la suspicacia y en la desconfianza, en el sentido crítico, en la libertad de consciencia y de pensamiento como centro de la creatividad y del arte, como en el famoso discurso de Antonio del Julio César de Shakespeare. Monzó cree en lo mismo que creía Beckett, Kafka, o por citar la tradición catalana, Guillermo IX de Aquitania, el primer trovador conocido, que se atrevió a escribir el primer poema sobre la nada: "Farai un vers de dreit nien" —"Haré un poema sobre nada". Un poema que se ha hecho a partir de la nada y que no dice nada. Hablando en serio ¿qué podríamos decir? ¿Qué sabemos en realidad, qué conocemos más allá de nuestra propia incapacidad, nuestro cretinismo, nuestra imposibilidad de ser felices?

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