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Documentació

"Mi narrativa es como el sueño de un cerebro libre"

Article publicat a “La Vanguardia” el 25/10/2007 per Rosa María Piñol

"Todo lo que he escrito es autobiográfico, en la misma medida que este libro"

Todavía vivo el eco de su éxito en la pasada feria de Frankfurt, donde fue aclamado por su brillante discurso inaugural, Quim Monzó se reencuentra con sus lectores catalanes con la publicación de su nuevo libro de cuentos, Mil cretins (Quaderns Crema), que llega seis años después de su última recopilación de relatos, El millor dels mons.

La fabulación sobre cuestiones como la vejez, la degradación física y la muerte ya salpicaba aquel volumen, el más duro del autor hasta el momento desde el punto de vista temático. En Mil cretins estas reflexiones -a menudo matizadas por el tono irónico y unas pinceladas de humor negro- cobran de nuevo fuerza, y no son ajenas a las vivencias personales del escritor con sus padres ancianos en los últimos años.

El título de su libro está tomado de una frase de uno de sus personajes. ¿Ha querido provocar con su ambigüedad?

Lo grita la madre anciana de uno de los personajes, porque le parecen cretinos los médicos y todas las gentes que la rodean. Da igual si tiene razón o no, porque se trata de ficción. Es verdad que es un título que admite varias lecturas. A mí me parece un insulto sonoro, agradable de decir, preciso, y más elegante que idiota o imbécil, por ejemplo. En realidad no va dirigido a nadie. Pero también puede entenderse como una descripción de un cierto cretinismo ambiental. Hay mucha gente merecedora de este adjetivo.

Son diecinueve relatos divididos en dos partes: los de la primera, más largos, parecen más autobiográficos, mientras que los de la segunda, muy cortos, son como impresiones o instantáneas cotidianas.

Sí, los de la segunda parte son más como los cuentos tradicionales que a mí me gusta hacer, al estilo de El perquè de tot plegat o Guadalajara. Y es cierto que hay elementos autobiográficos en los del principio; pero si vuelvo la vista atrás me doy cuenta de que todo lo que he escrito es autobiográfico, en la misma medida que este libro.

Desde hace un tiempo, el dolor, la enfermedad y la decadencia humana han hecho acto de presencia en sus relatos.

Me doy cuenta de que mis historias son más crónicas de una época, una ciudad y una vida, de lo que yo podía pensar. Y está claro que en los últimos libros ha cambiado mi paisaje personal: he sido testigo de la miseria humana, de enfermedades y muertes de familiares. Hace veinte años frecuentaba bares y discotecas, y los libros de entonces eran autobiográficos con igual intensidad.

En Mil cretins aparecen geriátricos, dolencias terminales… ¿Son narraciones más duras, en su conjunto, que las de El millor dels mons?

No lo sé. Es posible que sí. Cuando escribí El millor dels mons había comenzado la decadencia de mis padres, algunos de mis amigos habían muerto… Hay un tipo de escritores que se ganan la vida haciendo novelas de género, cada equis años, y que pueden estructurar unos argumentos y unos personajes sin que les influya su vida personal. Yo pertenezco a otro grupo, a los que podemos publicar cuando queremos o sentimos la necesidad de hacerlo. Mi obra es fruto de sudoraciones. Está motivada por mis angustias o fantasmas personales. Es una narrativa que se parece a los sueños, en los que el cerebro funciona con libertad, sin la represión del día. Al igual que el sueño, la ficción observa la realidad de manera certera y te permite descubrir cosas que están en el ambiente.

Precisamente hay un cuento titulado Dos somnis, en el que habla de la muerte de dos amigos. ¿Ha querido dulcificarlas al vincularlas con dos sueños sobre erotismo y paternidad respectivamente?

Es una evocación de mis amigos Ramon Barnils y Jordi Vendrell. Pero los sueños los tuve realmente, con meses de diferencia. Los anoté y luego los he trabajado narrativamente. Creo que se complementan. Y aunque hablan de dos amigos muertos, en el fondo tratan sobre mí mismo. La historia final que sale al unirlos es una autocrítica: por un lado, el haber querido ser tan responsable en la vida me ha impedido disfrutar más de las cosas; por otro, estoy contento de haberlo sido.

Introduce elementos grotescos en algunas historias, como la de El senyor Beneset, un anciano que, en la residencia geriátrica, lleva con normalidad su condición de travestido. ¿Qué función tiene esta caricaturización?

Al crear este personaje, sentía que había de ser un travestido, que había de cumplir el protocolo cotidiano de vestirse de mujer y maquillarse. Pero no sé por qué es así. Igualmente, en el cuento Dissabte,una mujer empieza a romper las fotos y a deshacerse de todas las ropas de su pareja. Y tampoco sé por qué lo hace. El trabajo del narrador no es hallar las explicaciones de las cosas, sino narrarlas, ponerles espejos. Y la gracia es que te sorprendan a ti mismo.

Entonces, ¿no planifica sus relatos?

No planifico nunca. Parto de ideas o imágenes iniciales. Por ejemplo, El senyor Beneset nace de la cantidad de personas que en estos años he visto entrar en los geriátricos para visitar a sus padres.

El individualismo y el egoísmo son otros rasgos de la condición humana que encarnan algunos personajes. ¿Hay en ello voluntad de denuncia?

El narrador no ha de hacer un discurso moral de condena, sino, insisto, reproducir la realidad con espejos, transformándola y, a veces, deformándola. Personalmente, no tengo ninguna intención crítica.

La voluntad crítica, ¿la reserva para sus artículos?

Sí, pero es mínima. Intento que la crítica se vea por sí misma. Que el mostrar la actitud de una persona o un grupo ya sea elocuente. Pero, si aplicas los métodos de la narrativa, y no das opinión, no hay tanta diferencia entre un cuento y un artículo.

Barcelona está presente como marco de muchos de los cuentos, aunque casi no dé nombres. Pero da detalles de la ciudad, como el vuelo de bandadas de cotorras.

Sí que es Barcelona, y pienso en lugares concretos cuando escribo, pero no me gusta poner demasiados nombres de localizaciones. En realidad, son historias que podrían suceder en cualquier ciudad del mundo.

El crítico Manel Ollé ha citado una opinión de Robert Coover sobre usted, en la que afirma que "hay algo profundamente melancólico en sus historias". ¿Está de acuerdo?

Sí, lo son. Y no me molesta. Siempre hay humor, y en el caso de este libro un humor negrísimo, pero por debajo hay melancolía.

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