Documentació
Ciudadano Candel
Francisco Candel atraviesa un buen momento: la vida privada le va bien, acaba de publicar un nuevo libro, “Patatas calientes” “es el que hace 54”, precisa y pasado mañana recibirá la Medalla d'Or de la Generalitat. “Le pregunté al president Pujol si la medalla comportaba algún dinero, y me dijo que no. Mejor, pensé, que después se lleva la mayor parte Hacienda”, razona el escritor, que ha tenido más de un disgusto con la voracidad recaudadora. Ya le dice el gestor que no se disguste con Hacienda, porque “los pobres no podéis hacer nada”. La medalla, máximo galardón que otorga el Gobierno autonómico, es la número 18 de las que ha concedido a lo largo de la historia. Candel anda atareado con las memorias, que escribe para Edicions 62, la misma editorial que publicó hace 40 años “Els altres catalans”. Lleva escritos alrededor de 200 folios “primero a mano, luego a máquina de escribir convencional y finalmente con el ordenador” y sólo ha narrado hasta los 11 años de su vida. “Es que hubo la Guerra Civil”, aclara justificando que le salgan tan largas. A consecuencia del encargo de las memorias, ha dejado aparcada una vez más la novela “Piquete de ejecución”, que comenzó hace varios años. “Cada vez me noto más vago, con menos ganas de hacer nada. Y la verdad es que he trabajado mucho, pero no he tenido la sensación de que trabajaba. No sé si me explico.” A sus 78 años,Candel se encuentra bastante bien y sigue viviendo en el barrio de Port, adonde llegó de niño desde el pueblo natal de Casas Altas, en el valenciano Rincón de Ademuz. Para las memorias cuenta con un material valioso, las libretas donde ha ido apuntando notas, como si de un diario se tratase, desde 1946. “Una costumbre que cogí”, apostilla. Todavía rellena libretas con lo que le va ocurriendo, no cada día, pero sí a menudo. Al escritor lo conocen hasta las ratas. En el restaurante donde hablamos lo ha reconocido la familia del Mulato, un gitano del barrio, y nos invitan a tomar café y copa. Dice que cree poco en la gente, pero luego escribe en una dedicatoria que en alguna gente sí que cree, y mucho. Junto a “Patatas calientes”, Candel acaba de ver publicada la edición número 18 de su novela “Han matado un hombre, han roto un paisaje”. Uno piensa en la gran película que podría hacerse con ese material que narra la vida de un personaje marginal, el Grúa, en un Montjuïc que prácticamente ya no existe. “Bueno, algunas cosas del paisaje encontraríamos. También quedan retazos de Can Tunis y de Port, pero, Dios, ha cambiado todo tanto...” Si de “Han matado un hombre...” se han publicado 18 ediciones, de “Donde la ciudad cambia de nombre” se han llevado a cabo 24, y de Els altres catalans, también 18. El paisaje que sí ha desaparecido es el de Donde la ciudad..., el libro del éxito y del escándalo. El grupo de Casas Baratas Eduardo Aunós escenario de andanzas y trifulcas en el libro fue derribado, y en su lugar se levantan unos bloques mucho más dignos. El primer libro que publicó fue Hay una juventud que aguarda (1956), gracias al editor Josep Janés, persona cuyo nombre aún pronuncia Candel con veneración. “Es que era un gran editor y una gran persona”, defiende. Desde Donde la ciudad cambia de nombre ha ido viviendo Candel del oficio de escritor a trancas y barrancas, pagándose los autónomos “para recibir algo el día de mañana, vaya, el de hoy. Y también está la paga de ex senador. Pero ya se cuida Hacienda de rebajar cantidades”, comenta dolido. Francisco Candel recibirá la Medalla d'Or de manos de Jordi Pujol, a quien conoció cuando estaba escribiendo Els altres catalans . También mantuvo entonces contactos con Joan Reventós, socialista clandestino por aquellos años sesenta, que le espetó: “En nuestro grupo no tenemos demasiado dinero, pero algo podemos ayudar a tu investigación”. Y Candel evoca que le dio 12.000 pesetas. Pujol y Candel han mantenido siempre una buena relación, “aunque la verdad, sólo le he votado una vez,” sonríe el escritor poniendo cara de pillo. Nunca ha querido marchar de Port. Aún mantiene incluso un pequeño estudio donde ya no trabaja, porque prefiere hacerlo en casa. “Tengo tal cantidad de trastos que no sé dónde los pondría si hubiese de dejarlo.” Y aunque de tanto en tando suelta la muletilla de que no le gusta trabajar, añade que está metido también en la traducción al castellano de una de sus últimas novelas, El sant de la mare Margarida, un librito encantador que también transcurre durante la Guerra Civil en el barrio de Port. La primera entrevista que publiqué en mi vida fue con Francisco Candel, la hice para el semanario “Signo” en 1963, y encima tuve el atrevimiento de pedirle que viniese a hacer la crítica de una comedia que estrenaba. Y vino, y la hizo. Porque ya entonces Francisco Candel era, además de un gran escritor, un hombre bueno que creía en la gente, un biógrafo de barrios y vecinos que empezaron a existir para los papeles porque él narró sus peripecias, y de paso el mentor involuntario de una generación de periodistas que, gracias a él, aprendió que Barcelona no era sólo el Eixample, Ciutat Vella y la fiesta mayor de Gràcia. Esta mañana ha dejado listo otro folio de sus memorias este trabajador al que no le gusta trabajar... Ciudadano Candel Trabajador insatisfecho, recibe la medalla de oro de la Generalitat y prepara sus memorias
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