Documentació
Pep Rosanes-Creus impregna de tristeza su primer libro de relatos
El nombre de Pep Rosanes-Creus (Manlleu, 1957) empezó a tener reconocimiento público –el de la crítica fue anterior– sobre todo desde que ganó en 1999 el premio Carles Riba. Y el año pasado el poeta osonense se llevaba el premio extraordinario Jacint Verdaguer en los Jocs Florals de Barcelona. Ahora el autor acaba de hacer su debut como narrador con el libro “El cap amb el llençol” (Galerada), un conjunto de cinco relatos que, tanto por su temática como por su prosa elegante y precisa, logran atrapar al lector.
Los cuentos ahora reunidos fueron escritos entre 1991 y 1993 y con varios de ellos el autor ganó concursos literarios locales. En aquel momento, Rosanes hizo algún intento de editarlos, pero sin éxito. “En Edicions 62, donde había publicado mi primer poemario, no quisieron editar estos relatos argumentando que eran demasiado tristes. La verdad, habría entendido más que me hubieran dicho que el libro no les gustaba. También lo llevé a Quaderns Crema, donde alegaron que era poco narrativo”, explica. Los cuentos quedaron en un cajón y ahora han sido felizmente rescatados gracias a la insistencia de su amigo y también escritor Antoni Pladevall (cuya novela “Massey Ferguson 35”, asimismo editada por Galerada, fue una grata sorpresa el año pasado).
El libro de Rosanes-Creus está, en efecto, traspasado por la tristeza, un sentimiento inherente a la condición humana que el autor reivindica como tema literario. “Todos los personajes de estas narraciones sufren algún desacuerdo con el mundo, con la existencia. Se sienten irregulares, inadaptados, insatisfechos. Es verdad que responden a una cierta visión pesimista o amargada del mundo. Pero objetivamente no creo que haya muchos motivos para estar satisfecho”, señala. Uno de los personajes resume así su visión desencantada: “Todos hemos nacido tarde o en una vida equivocada”.
Rosanes-Creus –que ha tenido que retirarse de su labor docente en un instituto debido a la enfermedad degenerativa que padece– reconoce su obra marcada por autores como Kafka (“especialmente en estos relatos”), Pavese o Bernhard. “La obra de Pavese también es muchas veces triste. Como la de Borges”, dice.
Autor próximo a la poesía de la experiencia, sirve sus narraciones en una prosa impresionista, plagada de bellas imágenes poéticas: “vaig circulant per la pell de la nit”, “les paraules són ganivets oscats”. Una riqueza metafórica y una emotividad que ya destacó Francesc Parcerisas a raíz de su primer libro de poemas, y que ahora impregnan también estos cuentos.
Unos relatos en los que, a excepción de la muerte, no ocurren cosas extraordinarias, pero que bucean con precisión en sentimientos esenciales como la soledad, el miedo, la incomunicación o el desconcierto.
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