Documentació
Porcel a los 70 años
El escritor habla por primera vez de su enfermedad y la lucha que ha librado para combatirla, al tiempo que recapitula sus opiniones sobre la literatura, la política, Catalunya, el Mediterráneo y su propia trayectoria vital.
"El pasado mes de agosto me descubrieron en un lateral de la cabeza un tumor cancerígeno, un linfoma. El cáncer, que es un desastre, es interesante en un sentido: no saben por qué se produce, pero la investigación científica ha avanzado mucho y se sabe como combatirlo. Yo lo combatí y lo vencí en el Hospital Clínic, sometido a vigilancia y haciéndome quimioterapia. Dejé de escribir en La Vanguardia porqué me dijeron que la quimio me dejaría planchado, pero no fue así. Oye, Teresa ¿me curé en tres meses o en menos?" –le pregunta a su secretaria Teresa Sala, que ronda por el estudio mientras conversamos y Jordi Oliver saca fotografías. Teresa echa cuentas: "A finales de septiembre te hicieron una resonancia, se vio que la operación había ido bien y que te lo habían sacado prácticamente todo. Y de octubre a diciembre seguiste el tratamiento".
Escritor, periodista, gestor cultural: tú eres un hiperactivo ¿Cómo te afectó la prolongada estancia en el hospital? "Descubrí que yo era mi trabajo. Que era un escritor y que publicar un artículo diario era un hecho fundamental en mi vida. La reacción de los lectores ha sido tremenda: me han llegado cartas y noticias que me han acompañado durante este tiempo. Siempre había creído que tener un cáncer era una cosa terrible. Me decían que yo era una persona con suerte. Y yo les respondía: "soy una persona que ha trabajado mucho y que la vida le ha pagado lo que ha trabajado. Suerte es el que no tiene un cáncer, al que le toca la lotería". Y mira, me tocó el cáncer. A veces, sólo en mi habitación, a las ocho de la tarde, o si me despertaba a las tres de la mañana, me entraba tristeza. Pensaba que ya no podría volver a vivir como antes. Era la constatación de lo inevitable, pero se pasaba en seguida…"
Hace unos meses Teresa Sala me llamó desde el Hospital Clínic. Porcel se puso al teléfono y me arengó sobre la verosimilitud y el sentido común en narrativa, a propósito de un artículo del suplemento Cultura|s. Le encontré eufórico. Me contó que le acababan de hacer un transplante de células madre que le garantizaba al menos veinte años de vida. "Yo ya estaba curado. Pero los médicos me dijeron: al cincuenta por ciento de la gente que tiene un linfoma y que parece que queda bien, al cabo de cinco años se le reproduce. Me enseñan la resonancia magnética y veo un puntito, otro puntito, una rayita: cosas infinitesimales. ¿Esto que es? ¿Consecuencia de la cirugía? Me sugirieron hacer un autotrasplante de células madre. Tu energía te viene de unas células madre que están en el tuétano. Sólo te las puede dar un hermano y yo no tengo hermanos. De manera que me cogieron y me enchufaron a una máquina que es como una especie de lavadora. Yo iba hablando como ahora, y la máquina, en dos sesiones de dos y tres horas, me vació cinco veces la sangre y me la volvió a poner. Y mientras tanto seleccionaba y separaba las células madre". Interviene Teresa: "El último tratamiento fue más fuerte. Una quimioterapia que iba arrasar las defensas, plaquetas, glóbulos rojos y glóbulos blancos. Sacaron las células madre, le hicieron el tratamiento y al terminar se las introdujeron de nuevo. Y las células madre volvieron a reproducir defensas, plaquetas, glóbulos rojos y glóbulos blancos". En total fueron tres semanas de aislamiento, antes de Semana Santa, en las que Porcel llegó a montar su oficina en una de las habitaciones del hospital.
"Mi espíritu me ha abandonado"
En 1971, Josep Pla publicó un famoso artículo, que posteriormente recopiló en Notes per a Silvia, en el que explicaba su infarto. Se lo comento a Porcel ¿No has tenido la tentación de escribir algo parecido? "No lo he leído y no me interesa mucho. A mi me interesa el hecho científico aplicado a mí. Las divagaciones literario-musicales sobre la enfermedad --como diría el propio Pla— no me importan. Me obsesiona mi personalidad, mi vida. Ramon Gomis, especialista en diabetes, es escritor. Fue él quien me convenció de ir al Hospital Clínic. Hablábamos todos los días. También con Francesc Graus, jefe del equipo de neurólogos; Enric Carreras, jefe del equipo de transplantes hemopoyéticos. Otro es un sobrino del escritor Bladé Desumvila… Hablar con ellos me ayudó mucho, porqué la enfermedad te saca fuera de ti mismo. Una amiga de mi esposa, Yacine Tassadit, que es profesora de etnia bereber de la École Pratique des Hautes Etudes, comentaba: "en bereber se dice: mi espíritu me ha abandonado". Es lo que me pasó a mi".
Me cuenta que un grupo de bereberes rezaron por él junto a un morabito y también unas monjas de los Abruzzos, uno de los lugares más reaccionarios de Italia. Está inquieto. Se levanta de la silla, remueve un cajón y saca una piedra colorada, montada sobre un aro de plata, que cambia por la pieza de ámbar negro que lleva colgada al cuello. Es una piedra bereber. "Ara me la posaré, aquesta del Bàltic és una punyeta i no em dóna sort". Jordi Oliver le saca unas instantáneas con el nuevo medallón. Me enseña dos bustos de Alejandro Magno que también le traen suerte. Y el dibujo de Erwin Bechtold que tiene colgado detrás del escritorio. Teresa le apunta: "la gente dice que después de la enfermedad escribes más claro". Replica Porcel: "A veces digo: ya no tengo tiempo de ocuparme de esto, ya no tengo edad. Lo digo porque sí. Pero hay una serie de cosas relacionadas con Catalunya, con lo que ha sido la vida supraestructural catalana durante tantos años, que me parecen una gran estafa. Hay gente que dice que desde que he vuelto a escribir soy más lúcido. No sé. Quizás digo más lo que quiero decir".
Peces socializados
Recuerda los elogios de Rostopovich hacia Yeltsin, que fue quien realmente terminó con el comunismo (según me explica Porcel, Gorbachev era un comunista impostor que engañó a los occidentales). Me cuenta una anécdota divertida de un pariente que fue a la cárcel, en Cuba, por pescar peces socializados. A partir de estas y otras anécdotas expresa una radical desconfianza hacia los políticos. "Pero tu participaste en política" --le recuerdo. "No exactamente. Esto es una de estas cosas catalanas que confunden el cul amb les témpores. En un momento dado pensé que aquí había un gran déficit de atención al mediterráneo. Prat de la Riba tenía como modelo Alemania. Pujol iba detrás de los suecos. La zona mediterránea estaba en un periodo de cambios y evolución muy fuertes. España se dedicaba poco, porque nunca se entendió con Marruecos. Pensé que si podíamos coger esta plataforma mediterránea reforzaríamos el catalanismo y Catalunya. Y después pensé que Catalunya era demasiado pequeña, no tenía un lugar definido en el juego internacional y que con esto podría tenerlo. Se trataba de hacer surgir el concepto mediterráneo en el cual nosotros tendríamos un lugar importante, dirigente en parte, un liderazgo en España y en el norte de África. Esta fue mi idea y la desarrollé de distintas formas. A parte de esto votaba a Pujol en las elecciones porque considero que es el político más importante que ha surgido en este país en los últimos trescientos años".
Las primeras reuniones para crear el Institut Català d"Estudis Mediterranis se remontan a 1987. Se constituyó al año siguiente y Porcel estuvo al frente del Institut hasta el año 2000. Organizó seminarios, exposiciones, e impulsó un centro de análisis con la participación de especialistas de diversos países. "Me encontré que mi proyecto, aquí, se entendía como una opción política de partido. Y no lo era. La prueba es que trabajé mucho con el Rey y con el Príncipe, con Felipe González y al principio, sólo al principio, con José María Aznar. Trabajamos con Italia, con Marruecos, con Túnez. Pensaron que yo iba con un partido y con este proyecto me haría rico, y me atacaron de una forma violenta. De ahí saqué la convicción de la incapacidad catalana para salir delante de manera colectiva". Recuerdo que el protagonista de una de sus novelas, Ulisses a alta mar, Lluís Arrom, ojea los periódicos cada mañana, aterrorizado, desde el cruce de la Diagonal con la calle Balmes, donde tenía la sede el Institut. "La situación me llevó a cabrear mucho y después de seis años, decidí marcharme. Se estaba preparando el Fórum Civil Euromed que se celebró en 1995, el Rey insistía en que lo hiciésemos y me vi obligado a seguir, aunque de mala gana. Yo soy escritor y lo que quiero es escribir. No me gusta ir a fiestas oficiales y protocolos. Se me planteaba una disyuntiva: o me volcaba en este proyecto, luchando en un ambiente hostil que no comprendía, o lo dejaba. Después de once años preferí dejarlo. Entonces Pujol puso el Institut Català de la Mediterrània en manos de Duran i Lleida que estuvo allí un tiempo, sacándose fotos en los periódicos, sin hacer nada. Últimamente las cosas han mejorado" Ahora se llama Institut Europeu de la Mediterrània y lo dirige el diplomático Senén Florensa.
La familia y el gran mundo
Las últimas novelas de Porcel retratan ese progresivo desengaño de la política. A partir de una pregunta sobre Lola i els peixos morts, el libro que explica su salida de Mallorca y la llegada a Barcelona, reconstruye su trayectoria literaria. "Verás: en 1986 publiqué Les primaveres i les tardors, que fue Premi Sant Jordi. Es un libro que yo no pensaba escribir. Había vivido un mundo en Mallorca, en mi pueblo, en la finca de Sant Telm. Y pensaba que después de Cavalls cap a la fosca era un mundo mitificado y terminado. Me casé, tuve a mis hijos, y entonces empecé a rehacer en esta finca de Sant Telm mi vida de niño. Está a seis o siete kilómetros de Andratx. Puse electricidad, calefacción y teléfono; llevé hasta allí libros, cuadros; hice un pozo para poder regar el secano. Quise rehacer mi mundo de origen y hacerlo mío como si recomenzara a vivir, como con las células madre. De ahí salió Les primaveres i les tardors que relata una cena medio auténtica --varias en una--, en la que se reúne una familia muy amplia. Ha muerto el padre, lo juzgan. Hay un personaje que se llama Carloteta que es mi hija que venía al estudio y me decía cosas que yo transcribía en la novela. Sale mi hijo, mi esposa, Yo soy dos personajes. Uno es mi sublimación, la Bella Egeria. Y otro hermano que es un tipo terrible. Entre Cavalls cap a la fosca (1975) y Les primaveres i les tardors escribí otras dos novelas muy importantes para mi: Les pomes d"or (1980) y Els dies immortals (1984), que son el resultado de mis primeros viajes por el mediterráneo. Els dies immortals es más personal: trata de la familia, de los hijos, de los líos de la época en Tanzania y Ruanda, en las Secheylles que tuvieron un golpe de estado mientras yo estaba allí. El personaje es forastero que se casa con una indígena. Mi mujer era alta y delgada como una tutsi. Los niños que salen en la novela son mis hijos… Es una novela más lírica. Les pomes d"or es más de aventuras, aunque arraigada a un mundo íntimo. Recupero mis experiencias en Israel y en Turquía."
Teresa trae una botella de agua, con dos vasos, y una caja de dátiles que Porcel come con gesto de sultán. Volvemos a sus primeros títulos. "Solnegre (1961), La lluna i el Cala Llamp (1963) y Els argonautes (1968) son las novelas de mis orígenes. Reflejan mi vida en Andratx, tal como lo vi cuando era niño. Contrabandistas: mi familia lo era, mi padrino lo era, mis abuelos también. A partir de 1967 me voy a la guerra de Oriente medio, años más tarde me voy a la China, y empiezo a viajar por el mundo. Viajo a Estados Unidos, a California, al Nepal, al África Negra. Después de estas primeras novelas de los años sesenta, soy otro. Y este otro aflora en Cavalls cap a la fosca. El protagonista vive en París que desde hacía seis o siete años era la ciudad en la que me gustaba estar, donde conocí a mi esposa. En París me lo replanteo todo. Mis primeras novelas sobre Andratx no son historicistas. Aludo a los piratas, hablo un poco de Cuba, pero básicamente son mis vivencias de niño. Cuando escribo Cavalls cap a la fosca he leído muchos libros, he viajado. Además hay un hecho importante vinculado a Pla, que me dio el sentido historicista local y familiar. Leí cosas históricas sobre mi pueblo. Me puse a pensar sobre mi familia, a salvar papeles. Un historiador mallorquín, Álvaro Santamaría, encontró en dos documentos notariales que los Porcel habían llegado en 1242 procedentes de la Provenza (la conquista de Mallorca data de 1230). Esto aparece al final de El cor del senglar y es verdad. En Cavalls cap a la fosca quiero saber qué somos nosotros, mi familia, en relación al gran mundo."
El caos del turismo
Sus últimas novelas, Lola i els peixos morts (1994), Ulisses a alta mar (1997), El cor del senglar (2000) y Olympia a mitjanit (2004) representan, desde distintos puntos de vista, una inmersión en el mundo contemporáneo. "Sí, en los noventa entro en una nueva fase de análisis de actitudes. Los personajes están relacionados con el mundo cultural y político, no son personajes primitivos, decimonónicos, como los de las primeras novelas". En estas obras hay numerosos elementos de reflexión que las aproximan al ensayo y al periodismo. "La historia me interesa porque es la que me explica lo que ha pasado. La filosofía me interesa para acostumbrarme a pensar. Yo me eduqué en el mundo francés de los años sesenta y setenta, con Edgard Morin y con Jean Daniel. Mi periodismo sale de ahí. Es un periodismo de ideas. Lo que pasa es que lo he combinado con una especie de costumbrismo decimonónico, con cosas líricas… Mis novelas juegan también con ideas. Yo creo que una novela tiene varios elementos. El primero son un argumento y unos personajes. Este argumento sucede en un lugar, en un país, en unas coordenadas sociológicas; los personajes son hijos de un mundo. Ya tenemos la base de la novela: lugares y personajes han de tener un origen y avanzar hacia una meta filosófica que les otorga un sentido. Y todo esto se escribe en una lengua que no es, como dicen por aquí, una cosa que hizo Pompeu Fabra, que nos hace civilizados y que hay que enseñar en la escuela. Bueno, también es todo eso. Pero una lengua es un sistema de visión, creación y vivencia del mundo de un grupo humano. Yo publiqué no hace mucho un articulo sobre mi madre en la que aludía a una palabra, ludar. "Ara luda es ca. Ara passa la mort i va alguna banda". Tú, allí a oscuras en el campo, el perro ludant y la muerte que pasa. Esto es una lengua. Gabriel Ferrater decía aquella inmensa burrada: lo importante es tener en catalán libros científicos. Esto se hace en una tarde, no cuesta nada. Una lengua es una creación del mundo".
Complementariamente a este aspecto más reflexivo, filosófico, las novelas de Porcel están vinculadas a la actualidad. La última, Olympia a mitjanit, trataba del turismo en Mallorca y anunciaba de manera premonitoria los últimos escándalos urbanísticos de Andratx. "El turismo, que al principio era algo que ayudaba a la gente se convirtió en un desbarajuste. En los años que pasé fuera, Mallorca fue cambiando y se convirtió en un mundo extraño. Empecé a escribir una novela en que la llegada de una mujer, Olympia, descolocaba a todos. Pero iba escribiendo y la mujer no llegaba, de hecho no aparece hasta la mitad del libro. Explicar el desbarajuste provocado por Olympia me obligó a enfrentarme a la realidad". Una sobrina estaba en la lista socialista de Andratx, y Porcel acudió en su ayuda. El alcalde y varios cofrades fueron acusados de prevaricación, soborno y blanqueo de capitales. "Es lo que explico en mi novela: un caos. De los implicados ninguno de ellos es de Andratx. A los que se han construido grandes chalets y grandes urbanizaciones no les pasa nada. En Andratx hay diez mil y pico de personas de las cuales sólo mil seiscientas son nacidas de padre y madre andritxols. Mallorca ha reventado. ¿Y como quieren que no haya corrupción? ¿Tú sabes lo que vale cada uno de estas urbanizaciones y hoteles? Los negocios de las cadenas de supermercados, el alquiler de coches, mueven un dineral. No tiene remedio. En cambio a los italianos se lo han montado diferente. En Capri o en la Costa Amalfitana están mejor".
El fin de la Catalunya transversal
Hace unos años Porcel recuperó en L"àguila daurada sus entrevistas con la flor y nata de la cultura catalana de los sesenta, publicadas originalmente en Serra d"Or y Destino. Leyendo este libro, da la sensación de que en aquella época existió un proyecto cultural de envergadura y que se ha desarmado ¿Por qué? "Han pasado diversas cosas. Había un germen de irrealidad, fraticida, que empieza con el noucentisme y sigue durante toda la guerra civil. Paradójicamente Franco lo congela, pero mientras tanto España a penas se transforma. En las primeras décadas del siglo XX Catalunya deja de ser un proyecto de pueblo para convertirse en un proyecto político vinculado a la izquierda. Ya en tiempos de Primo de Rivera y durante toda la República. A Pla lo empiezan a perseguir porque va por otro camino. Y a Cambó igual. No es que yo esté a favor de Pla y de Cambó: son dos ejemplos. Los noucentistes van en contra de los modernistas y van a matar. Tú has leído las memorias de Narcís Oller que era escritor considerable, más que cualquier noucentista, y estaba tirado, amargado y perdido. Este mundo entró en una ideología de izquierdas para ir contra España, se separó del empresariado catalán, que era necesariamente español. En la historiografía catalana existe una contradicción tremenda. De pronto, los burgueses y los empresarios, que desde los tiempos de Antoni de Capmany habían sido los pilares de la patria, hacia el año 1910-1915 se vuelven el demonio. Es la consecuencia del ascenso de las ideologías políticas."
En los sesenta se crean Edicions 62, Serra d"Or, la Gran Enciclopedia Catalana. Después el impulso se ralentiza y el aura se esfuma ¿Qué ha pasado? "Toda la energía del país se puso en la creación. Se hizo una política transversal, verdaderamente nacional. El empresariado colaboraba bastante, manteniendo la vinculación con España por unas razones económicas obvias. Había la idea de que a partir de eso se podía hacer un país. Y cuando llega la democracia todo esto explota por dentro. Es mentira que la culpa sea del PP. Fraga Iribarne, después de la muerte de Franco, era un desgraciado. Recuerdo que tuve que ir a verle, cuando dirigía las cervezas El Águila y discutimos. Me dijo "¡No le consiento que diga esto!". Y yo le respondí: "Señor Fraga, usted es un empleado de una fábrica de cervezas, ¡a mi qué me cuenta!"". ¿Por qué fracasó el proyecto? –insisto. "Había factores que no tuvimos en cuenta. El primero, España: un país con cuarenta millones de habitantes, con un idioma que se habla en Latinoamérica y unos mecanismos de Estado que creó Felipe II. No tuvimos en cuenta que éramos débiles, que éramos pequeños. Que éramos lo que éramos, pero que estábamos en este contexto español. Y que mucha gente, en Catalunya, pensaba en español, y no sólo los inmigrados. Nos encontramos con el hecho de España. Y nos encontramos con que la política se volvió de partido y la división derecha-izquierda se convirtió en algo tremendo, que dio al traste con el catalanismo transversal. A Pujol le perseguían como a un perro, simplemente porque no se ajustaba a unos esquemas. Si la izquierda hubiera triunfado y hubiera cambiado el país, perfecto. Pero simplemente, no ganó. Y se dedicó a pudrir al otro, sin edificar".
Contra la masificación
¿Y cómo afecta esta situación a la cultura? "En literatura entramos en el campo de la venta, del best seller. Teníamos que enseñar a los niños cosas fáciles en catalán, mientras que en castellano leían a Azorín y Baroja. La lengua se convierte en un elemento político. La lengua es para leer la gran literatura, para crear maneras de pensar, no para ir a la gasolinera, que es lo que se hizo. En lugar de competir mediante la excelsitud se quiso ganar a través de lo que es masivo y ahí, nuevamente, España nos gana. Pujol durante unos años tuvo una idea política de todo esto. Después, ya con el PP, se estropeó". Porcel se ha alineado con los defensores de la excelencia, en contra de los escritores mediáticos y de la literatura light. "Se pensó que la redención del país no era escribir buenos libros, como pensaban Espriu o Pla, sino ser diputado o redactar artículos sobre el diputado de turno. Y hacer coña de España. Que está muy bien para divertirse, pero que no lleva a ninguna parte. No se ha planteado claramente si somos o no parte de España, qué hemos de hacer con una lengua como la nuestra en la situación en la que nos encontramos".
¿Y esto no viene precisamente de la política cultural del pujolismo? –digo yo. "Claro que sí. Yo de Pujol, como de Tarradellas, hablo bien globalmente, en comparación con lo otro: con los últimos tiempos de la República y con el postpujolismo, que tenían la llave de todo y no hicieron nada. No es que los exima de culpa. Pujol decía aquello de som sis milions: todo el mundo tenía que aprender catalán y para ello los profesores daban a leer a sus alumnos libros fáciles. En los tiempos de Pujol, los escritores castellanos ya eran las figuras importantes que salían en TV3, exactamente como pasa ahora". Porcel está escandalizado con la deriva del día de Sant Jordi y con el éxito de autores como Antonio Gala, a quien conoce bien y a quien califica de anticatalanista furibundo. Hace un par de años el escritor mallorquín fue uno de los impulsores del Manifest de Sant Jordi que pretendía dar un giro a la fiesta. ¿Cómo lo valora desde la perspectiva actual? "A mi todo esto no me interesa. Son cosas absolutamente insignificantes. El manifiesto fue un intento de una reacción en contra de la masificación, de convertir Sant Jordi sólo en venta de libros. Pero después se dijo que ibas contra los mediáticos, y escritores amigos míos me atacaban por ello. Para mi los mediáticos no existen. Como no existen literariamente los ingenieros agrónomos. No se si hay muchos libros sobre agronomía, últimamente veo muchos de setas. Está muy bien, pero no tiene nada que ver con la literatura. Han convertido el Sant Jordi en una de las grandes manifestaciones españolas hechas en Catalunya". ¿Quiénes han? –le pregunto. "Todos: los editores, los libreros, el público, los diarios, la política. Yo no he contribuido. Con el Institut Català de la Mediterrània, con el Premi Internacional Catalunya, con mis libros, escribiendo en el diario, he intentado contribuir a esta idea de una Catalunya que tiene cien años, procurando que esta idea fuera el espejo de una literatura".
La revuelta permanente
Llevamos más de dos horas de charla y llega el momento de abordar la deriva ideológica de Porcel. Aunque muchos lo asocian con la derecha, siempre se ha definido como anarquista. "Yo no creo que la política sea el eje de la vida. No creo en una adscripción política y nunca la he tendido claramente. De jovencito, en Andratx, el franquismo me parecía bien, como a todo el mundo. Luego me di cuenta de que no se trataba de eso. El comunismo se veía lo que era y no tenía ningún sentido. Yo había sido católico y el catolicismo tampoco tenía sentido en la vida y el mundo que se abrían. El refugio que iba más conmigo era la revuelta anarquista. Por ejemplo en Solnegre, que tú mencionabas, el linchamiento del amo de la cantera es una revuelta anarquista, no una revolución. En Barcelona me enteré del movimiento anarquista, me interesaba y se me ocurrió escribir un libro sobre el anarquismo, La revuelta permanente. A mediados de los sesenta todos mis amigos eran comunistas. No quería tomar como ejemplo a alguien conocido, como Frederica Montseny. Estaba empezando el mundo de los hippies, la revuelta contra los americanos del Vietnam, se preparaba el Mayo del 68. En París encontré anarquistas de base. Uno de ellos, Peret Mateu, era uno de los asesinos de Eduardo Dato. "Eh, Peret, com va?" "A agafar el metro, baixar a Danton i anar cap a Pont de Levalois". El asesino de Dato allá, tomando el metro: era una cosa absolutamente fantástica. Yo entré en esto. Conocí a mi esposa que llegó a París en 1968 con 18 años y fue alumna de Raymond Aron y Edgar Morin. En verano nos fuimos a Formentera…"
Me empieza a hablar de su amistad con Edgar Morin, teórico de los sistemas complejos, que se ha mantenido hasta hoy. Le interrumpo para preguntarle qué pasó después. "Con la muerte de Franco me di cuenta que había un grave problema. Esto era una filosofía, una mística, un estado de ánimo, pero no servía para hacer funcionar el mundo. Hay un libro de los años sesenta, Exercicis més o menys espirituals sobre els burgesos, en que expongo mi punto de vista. Yo siempre fui consciente de esta cosa que fue para Occidente la Revolución industrial, la libertad formal, la democracia política, la economía de mercado, las reformas sociales o social-demócratas, como la seguridad social. Este mundo, que aquí llamábamos el mundo burgués, había sido muy provechoso. Pensaba de una manera si quieres incoherente (pero me importa un bledo), que yo podía ser hippy e ir con chicas en un marco burgués. Siendo anarquista me divertí mucho. Y después no dejé de serlo: pacté. Porque vi que aquello servía para muchas cosas, pero no para edificar otro mundo, era como una fe religiosa. Tras la muerte de Franco me di cuenta de que esto había terminado y que empezaba la vida en serio: Europa, la libertad… Empezaba una nueva era. Y en esta era, yo, que escribía en catalán y que era catalanista, me percaté de que la ruptura que propugnaba la izquierda no saldría adelante y que tendría que haber un pacto como se había hecho en Europa desde el siglo XVIII."
Me habla de su próxima novela, El senyor del castell, que confronta la vida de un poderoso empresario y de un profesor de instituto, a partir de una trama basada en el proyecto de urbanización de la sierra de Collserola. Le recuerdo que la última vez que le entrevisté planeaba un gran friso de la Catalunya contemporánea inspirado en las novelas de Gore Vidal. Teresa nos llama, bajamos a la planta baja, donde me enseña un Miró precioso, un Carlos Mensa y un retrato femenino de Manolo Hugué pintado en Ceret en 1916. Nos sentamos a la mesa a almorzar: lentejas con chorizo, bistec y helado stracciatella. Le veo confiado y contento. En un momento dado, se levanta la gorra de Tommy Hillfinger y muestra una cicatriz semicircular que forma un gran arco por encima de la oreja. En un famoso texto de Escenaris de la memoria, Josep Maria Castellet habla del día que Pere Gimferrer se puso sombrero, un sombrero que completaba la imagen que había ido modelando desde los tiempos de los novísimos y de Arde el mar. Se me ocurre que pasa lo mismo, en cierto modo, con la cicatriz de Porcel. Esa cicatriz que significa tantas cosas: la lucha por la supervivencia y la complejidad de la vida, el poder de la ciencia y la fuerza ancestral.
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