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Documentació

Por ahí llega un dramaturgo

Article publicat a “El País” el 20/01/2007 per Rafael Conte

Estamos viviendo ahora las repercusiones del centenario de Max Aub (París, 1903-México, 1972), el español -de adopción- que lo fue por encima de todo y a través de todos los trans(des)tierros, y sin duda el más grande de nuestros escritores del exilio, de donde jamás volvió, pues falleció siendo ciudadano mexicano. Pues fue además un hombre sin origen ni patria definidos, hijo de alemanes judíos, nacido en París, de formación multilingüe, que a los 11 años por motivos familiares, huyendo de la Primera Gran Guerra, vino a vivir a España, a Valencia. "El hombre es de donde hace el bachillerato", dijo en frase que se hizo célebre. Cuando le conocí, en 1969, publiqué sobre él una primera crítica en Informaciones durante su primer viaje a España después de 30 años, que recogió en su angustiado diario La gallina ciega (1967) en el que felizmente no salgo, ya que se trata de un ajuste de cuentas entre un exiliado y el país del que se exilió, que no coincidían en absoluto. Me lo presentó el inolvidable Manuel Andújar y le hice una entrevista en su hotel de Madrid de la que no conté nada apenas, pues fue de una invención llena de disparates imaginarios, que no tuve reparo en titular Max Aub o la caja de las sorpresas, indicando así una de sus características principales, su afición al juego y al disparate, en medio de una vida repleta de tragedias, de guerras, de cárceles, persecuciones, campos de concentración y exilios de todo tipo, como si el juego y la ironía fueran una manera de defenderse contra el mundo trágico que le había tocado en suerte (¿) vivir.

Entonces me contó una serie de invenciones delirantes que no pude transcribir (como que estaba preparando una película de Buñuel sobre la vida de Cristo, que sería interpretada por Carlos Barral), pues ya estaba advertido por Andújar de la afición a jugar de Max Aub, cuya visita concluí al final, después, bastante trompa junto con Ángel González bajo la mesa multitudinaria en la que se celebraba un homenaje que le daba Jaime Salinas, que luego sería su primer editor en España de los volúmenes de El laberinto mágico, ya muerto Franco y exentos de una censura a la que Aub siempre se había negado. Pero bueno, ya conocía entonces sus primeros juegos vanguardistas de antes de la guerra (hoy recogidos en el primer volumen de estos Relatos) y recuerdo que el primero que defendió el cultivo de su vanguardia juvenil fue Francisco Ayala, que siempre ha pensado que fue la mejor manera de penetrar en los secretos de la literatura en general. Pero la evolución de ambos, entre una vanguardia juvenil y esteticista y el compromiso moral y político de después de la guerra y el exilio, fue bastante similar hasta crear los microrrelatos finales.

Así las cosas, aquí tenemos dos volúmenes de sus relatos completos, el primero dedicado a los de sus vanguardias de preguerra, y el segundo a los ya más morales y comprometidos de posguerra, relacionados con la redacción de esa gran obra colectiva y hasta muy unanimista (relacionada con el género creado por Jules Romains, al que llegó a conocer) de El laberinto mágico, que es considerada por la mayoría como la obra maestra de su autor. Y sin embargo, la aparición de este otro volumen de su Teatro mayor debería hacer llegar la duda de si Max Aub fue sobre todo un narrador o un dramaturgo, desde el punto de vista cronológico y como resumen final. Pues tras la aparición de los dos primeros tomos, dedicados a su Primer teatro y Teatro breve, así como este considerable Teatro mayor, debe hacer revisar la idea del gran narrador de El laberinto mágico, pues lo primero que escribió en su vida fue teatro, y el examen de su biblioteca ya bastante recuperada lleva a la conclusión de que fue primero un dramaturgo, y conforme avanzaba en su tiempo un hombre de teatro genial, poco representado es cierto, dadas las dificultades del exilio, pues no es lo mismo editar un libro que montar un espectáculo, cosa que Max Aub apenas pudo conseguir en vida. De hecho, algunas de estas obras mayores con al mismo tiempo obras perfectamente Maestras, como San Juan, Morir por cerrar los ojos, El rapto de Europa, o No, entre las diez encerradas en este definitivo tomo, que es una llamada de atención genial.

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