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Documentació

Historia de un duelo

Article publicat a “El País” el 09/12/06 per J. Ernesto Ayala-Dip

No es nueva en la obra de la escritora catalana Imma Monsó (Lleida, 1959) su contrastada capacidad narrativa para juntar en una sola pieza el dolor y la alegría. No habría más que leer el libro de relatos Mejor que no me lo expliques (Alfaguara, 2004). Los contrastes psicológicos es otra materia que también domina a la perfección la autora. Si a ello sumamos su excelente bagaje estilístico, un bagaje amasado con un estudiadísimo sentido de la distancia y la proximidad (para ello recomiendo su novela Todo un carácter, Alfaguara, 2001), tenemos entonces algunos de los resortes para entender su nuevo libro, Un hombre de palabra. Yo recomendaría que los lectores no hicieran caso a la contraportada de su edición en castellano. Se habla allí de novela. Yo sostengo que no lo es. Otra cosa es que todos los dispositivos que utiliza la escritora son literarios: envidiable dominio de la lengua literaria, de sus recursos retóricos, de sus registros. Qué otra cosa podría hacer alguien que ha demostrado sobradamente que los domina con reconocida solvencia. Que incluya en su libro algunos más propios de la ficción, como una voz omnisciente, ello no es suficiente para decidir que Un hombre de palabra es una novela. Éste es un relato autobiográfico. En él se nos cuenta la historia de un duelo. El que la autora necesita, como todo ser humano de una forma u otra, cuando se le muere el compañero con el que ha compartido los años más importantes y felices de su vida.

Un hombre de palabra está estructurado mediante capítulos alternos escritos en tercera persona y en primera. Imma Monsó se convierte a sí misma en Lot, la mujer al borde de la desesperanza y un infinito tedio hasta que aparece en su vida el Cometa, nombre que le da a su compañero. Ésta es la historia que se nos cuenta mediante una voz omnisciente. La que se nos narra en primera persona es la propia Imma Monsó bajo el disfraz de Lot, cuando un inesperado infarto se lleva a su compañero. Acepto un alto grado de ficcionalidad en esta historia, ficcionalidad que viene dada en todo caso por la naturaleza de personaje literario que arrastra el Cometa. El Cometa se nos aparece bajo la mirada de Lot-Monsó como un ser sin fisuras. No es el hombre perfecto pero sí es el hombre perfecto de la autora. Un hombre de palabra no es una novela, pero ello no quita que entre sus sentidas y lúcidas páginas se esconda una historia de amor digna de una novela. Y no precisamente de una novela cualquiera de amor. El relato del duelo, como reflexión sobre la muerte y los muertos (no es casual que Monsó se refiera al cuento de James Joyce, Los muertos) es de una delicadeza ejemplar, sin aspavientos liricoides, con esa sobriedad de las calladas elegías, no exenta de humor, a veces de punzante humor. Quiso el azar que este crítico, antes del libro de Imma Monsó, acabara de leer unos días atrás El año del pensamiento mágico, de la novelista norteamericana Joan Didion. En él se narra también la muerte ("te sientas a cenar, y la vida que conoces se acaba") de su marido y escritor John Gregory Dunne, y no encontrará el lector pocas similitudes con el de la autora catalana. Dice la Didion: "Sé por qué intentamos mantener vivos a los muertos: intentamos mantenerlos vivos para que sigan con nosotros. También sé que si hemos de continuar viviendo llega un momento en que debemos abandonar a los muertos, dejarlos marchar, mantenerlos muertos". Y termina Imma Monsó el suyo: "Eso es, exactamente. Un recuerdo tan presente que, sin bien lo miras, se parece mucho a un olvido".

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