Documentació
Enfermo de literatura
Vila-Matas ha escrito su novela más ambiciosa. Después de la formidable Bartleby y compañía (1999) ha dado otra vuelta de tuerca en el interior de su laberinto narrativo, concebido como un tejido de diferentes registros, todos apuntando a la literatura como enfermedad y como remedio. Escribir es su Pharmakón, palabra griega que significa a la vez veneno y medicina. Para exorcizar los demonios del fin de la novela escribe un texto que enuncia su propia estética de desintegración de la novela y al mismo tiempo homenaje a ella, en teselas, hilos que van trenzando elementos autobiográficos, ficcionales, ensayo y comentario a grandes libros que han abordado la forma del diario. La actividad de tejerlo es el argumento del libro, vuelto sobre sí mismo una y otra vez, a modo de relato especular que para remediar el mal de Montano, personaje enfermo de literatura, como don Quijote, no puede sin embargo salir a los campos a realizar su destino. El único campo posible donde se librará la batalla del futuro de la literatura es la propia escritura.
En primera fila
Quien haya seguido la trayectoria literaria de Vila-Matas volverá a encontrar aquí muchos de los motivos y formas que han elevado a su autor a primera fila en la estima de lectores cultos, dispuestos a asumir riesgos, fundamentalmente los que encuentran placer en la experiencia de la autoficción: el juego que mezcla elementos reales con ficticios, y rompe la barrera de los géneros sometiendo a la novela a un dispositivo de fuga permanente de cualquier centro, disuelta en el comentario personal entreverado de citas de lecturas, casi todas ellas de la gran literatura europea desde Walser a Kafka, Pessoa o Pavese, por seleccionar sólo aquellos comentarios que mejores páginas han entregado al libro. Pero la estructura de Bartleby y compañía, que aquí se continúa con tales comentarios a diarios, apenas ocupa una tercera parte del conjunto. Vila-Matas avanza un paso más, para entregarse a dos nuevas formas y registros. El primero es la construcción de una humorística nouvelle titulada El mal de Montano, que ocupa las primeras cien páginas, sobre lo que le ocurre a un escritor enfermo de literatura que sólo puede vivir desde las páginas de los libros y que ha escrito una novela sobre el caso de los escritores que han renunciado a escribir; una brillante forma de autoficción por tanto. Esa novela corta, escrita por el padre de Montano y que narra sendos viajes de cura de su mal a Valparaíso y las Azores, es una experiencia sobre la que el resto de la novela vuelve una y otra vez en los comentarios a los diarios y en la propia autobiografía encerrada en esos comentarios.
El siguiente paso es la reflexión teórica sobre el ser mismo de la ficción y sobre la verdad o falsedad de la literatura. Vila-Matas ha entregado reflexiones sobre su idea de novela y la estética antirrealista que la sostiene, si bien podría argüirse que el realismo no es bueno ni malo para la novela, como no lo es el intelectualismo. Elegir entre Cervantes o Sterne es indecidible, como sería renunciar a Nabokov en favor de Musil, porque los unos no existirían sin los otros, y en cualquier caso toda forma de ficción tiene el mismo desafío de credibilidad, que se cumple o no desde una u otra estética. Un último paso adelante, menos conocido por los lectores de Vila-Matas, es el adentramiento en el testimonio lírico que pauta en la última parte un emocionado discurso sobre su propia enfermedad, con la construcción de un diario propio.
Teoría de Budapest
No resulta fácil resumir los diferentes planos estructurales y registros de diferente tonalidad contenidos en este proteico libro donde hay viajes, reflexiones, comentario de libros ajenos, diario personal, una divertida fábula final, y hasta una supuesta conferencia sobre el acto de escribir diarios titulada Teoría de Budapest, cuya inclusión no me ha parecido un acierto. Vila-Matas, que tiene en el ingenio una de sus mejores armas, domina por ello mejor los espacios cortos, y cuando se excede en el propio juego, lo que ocurre en algunas secciones, especialmente la entrada de Gombrowicz en la segunda parte y toda esa extensa tercera parte dedicada a la Teoría de Budapest, termina por lastrar la eficacia misma del mecanismo, al someterlo a una mise en abyme que es más eficaz cuando se realiza literariamente que cuando se comenta.
Lo importante, sin embargo, es que Vila-Matas ha escrito un libro de densa significación, ambicioso y honesto, escrito con mucho cuidado. Ha salvado, por medio de su portentosa lucidez, de una distancia irónica y de un envidiable sentido del humor, el peligro mayor que aqueja a esta novela, la vorágine de su juego especular, que podría, sin esas armas, haber arrojado al lector a una suerte de rizo intelectualista sin salida. Por eso me parece un acierto, junto a la conocida ironía a la que el autor nos había ya acostumbrado y que aplica sobre sí mismo, la nueva tonalidad melancólica y el registro lírico que era menos conocido y con el que culmina la novela, entregando páginas de una densa tesitura emocional sobre el acto de la creación de sí mismo como lector, su única vía de salvación moral.
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