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Documentació

Seis autores trazan un retrato colectivo del gran poeta de la Renaixença

Article publicat a “La Vanguardia” el 10/06/02

Hoy se cumple un siglo de la muerte de Jacint Verdaguer, el gran poeta de la Renaixença, en la Vil·la Joana de Vallvidrera. La capilla ardiente en el Saló de Cent y su entierro en Montjuïc despertaron la manifestación de duelo más multitudinaria que jamás haya vivido Cataluña, al congregar a unas 300.000 personas, casi la mitad de la Barcelona de entonces. Una popularidad que no se ha apagado, tal como demuestra la veintena de volúmenes del autor o sobre su obra que han aparecido este año, algunos de los cuales, como "En defensa pròpia", se han situado en la lista de los más vendidos. Sin embargo, no se ha reeditado Al cel ni Flors del calvari, que muchos entendidos consideran como lo mejor y más moderno de su producción. Con motivo de la efeméride, seis poetas y expertos han sido invitados a iluminar un aspecto concreto de la obra de Verdaguer. Sus aportaciones forman, en mosaico, un retrato del autor.

EL SÍMBOLO DE LA RENAIXENÇA

Joan-Lluís Marfany, ensayista

"Verdaguer pertenece a la generación de la auténtica Renaixença, profesionales liberales que querían devolver al catalán todas sus funciones. Verdaguer se identificó plenamente con los ideales del movimiento y además fue un productor importantísimo de material apologético para la recristianización de las clases bajas, a fin de poner freno al liberalismo. Asumió el papel de gran poeta nacional hasta que entró en crisis a la vuelta de Tierra Santa, al percibirse a sí mismo como un sacerdote áulico de sotana de seda. En sus anotaciones refleja incluso cómo las voces de las exorcizadas lo acusan del pecado de vanidad por escribir versos. Sin embargo, será la poesía la que lo rescate de la crisis, en sus últimos años. Su primera epopeya, L'Atlàntida, prolonga el nacionalismo español de la burguesía catalana del XIX, y es a la vez un monumento literario de la lengua catalana y un documento del imperialismo español. En cambio, en ‘Canigó’, el mito ya es el nacional catalán. Pese a ello, Verdaguer no ha sido particularmente explotado por el nacionalismo catalán, lo cual provoca extrañeza. Es más, su monumento tardó muchos años en levantarse, por falta de dinero. Su funeral fue multitudinario a causa del contexto de lucha por el control del Ayuntamiento entre la Lliga Regionalista y los republicanos. Estos se aprovecharon de su perfil de víctima en los sectores más reaccionarios, pero no había una conciencia colectiva de que fuera una gloria nacional."

LA LENGUA REDESCUBIERTA

Pere Gimferrer, poeta y académico

"Verdaguer realiza el primer intento extenso de escribir una lengua literaria catalana moderna. Se basa en su experiencia personal y en su formación humanística, y no tanto en una continuación de la lengua catalana medieval, como haría J. V. Foix. Tampoco intenta crear una nueva lengua literaria, como harían Josep Carner y Carles Riba. Pero no es cierto que se basara sólo en la lengua hablada, ya que disponía del diccionario Labèrnia de 1839 -que es muy serio y yo todavía utilizo-, tenía alguna formación clásica y el latín del seminario, además del romancero popular. Tampoco estaba tan desfasado al escribir poemas épicos, porque es casi coetáneo de El drama universal de Campoamor, y de Mireya, de Mistral. Victor Hugo aún estaba vivo, y nadie leía todavía a Baudelaire".

POETA DE LA DEVOCIÓN

Narcís Comadira, poeta

"La poesía religiosa de Verdaguer es tan buena como la otra, e incluso diría que lo más moderno de su obra es, precisamente, su última poesía religiosa. Verdaguer pagó dos peajes, el patriótico y el religioso, y sólo al final, gracias a su drama o crisis, habló de él mismo. A partir de entonces la fe se le depura y su poesía religiosa deja de ser servicial y pasa a ser personal, en Flors del calvari y Al cel, el momento más alto de su lírica. Este último es un libro perfecto, preciso, mientras que en ‘Flors del calvari’ hay dos grandes poemas, ‘Sum vermis’ y ‘Vora la mar’. Él presentaba estos dos libros como la tierra y el cielo y recomendaba que se publicaran juntos. En ellos deja de ser romántico y conecta ya con el simbolismo y lo que vendrá después.

Al margen de estos libros, en su poesía hay más devoción que mística, porque no se mueve en el ámbito de la teología sino en el del sentimiento. Pero incluso en los poemas de encargo, para alguna festividad religiosa, siempre hay algún momento de poesía auténtica, de lengua e imágenes espléndidas. Muchos de estos poemas religiosos siguen gozando de una enorme popularidad, como ‘El virolai’, ‘El noi de la mare’, ‘La mort de l'escolà’ o su rosario, por no hablar de ‘L'emigrant’."

LA INSPIRACIÓN QUE NO CESA

Enric Casasses, poeta

"Verdaguer es un poeta payés más que un poeta sacerdote. Su poesía religiosa se puede leer como la poesía mesopotámica, teniendo en cuenta que la Iglesia católica es un fósil, en el sentido que nadie sabe ya quién era Moisés o un santo determinado. Al cel es el vértigo del universo y en algún momento puede hacer una exaltación erótica de una santa. ¿Estaba desfasadoo por delante de su época? No se puede decir, porque L'Atlàntida más que antigua es neolítica, y décadas después los futuristas rusos volvieron a utilizar el poema épico. Cuando en un recital mezclo poemas del Verdaguer de la última época, de Nietzsche y de Artaud, es difícil saber quién es quién, y a los que no lo conocen les sorprende. Sigue teniendo un gran interés En defensa pròpia, el hombre que se defiende de las acusaciones sobre su salud mental y moral con un modelo de prosa, unos periodos y un lenguaje de una precisión extraordinaria, que podría estar en cualquier escuela de oratoria o periodismo. Si necesitas muchas explicaciones históricas para entender una obra, ya no es arte, y con la poesía de Verdaguer pasa como con Homero, que escriba de lo que escriba cada vez está más claro que se trata de arte. Las prevenciones quepodía tener un Carles Riba se han ido esfumando."

GRAN ÉPICO

Albert roig, poeta y ensayista

"Verdaguer representa el don de la palabra y el poeta total, con un poema épico y simbólico sobre el mar, que es L'Atlàntida, y otro sobre la montaña, que es Canigó. Las imágenes de Canigó son únicas, expresionistas, exacerbadas. Ahí ves el relieve, las gentes, la complejidad del Pirineo, porque se lo recorrió todo, y aprendes el nombre de toda su vegetación, su fauna, como en un documental de Guerín. No importa saber si L'Atlàntida o Canigó estaban desfasados o no. La cuestión es que necesitaba escribirlos y se consumió mientras lo hacía. Canigó es una obra repleta de sentimientos humanos, casi shakespeariana, con momentos trágicos, de sensualidad y de ternura. Pocas obras acaban con alguien que cava su tumba en la roca. Un final así sólo podía escribirlo el hijo de un picapedrero. En Canigó hay un conocimiento más profundo del ser humano, mientras que L'Atlàntida es un canto, con grandes descripciones de batallas y una evocación de las islas griegas que le bastarían para ser el poeta nacional griego. Canigó contiene un romanticismo más a flor de piel y habla de Cataluña y de la lengua catalana, mientras que L'Atlàntida es como una ópera de Wagner, megalómana pero con momentos brillantes. Aun así, Verdaguer es el Francisco de Asís de la literatura catalana y en general transmite sinceridad y sencillez".

EL PEREGRINO INFATIGABLE

Perejaume, artista

"En Verdaguer hay un doble paisaje. Uno que abarcaría la primera parte de su vida hasta el viaje a Tierra Santa, con el afán de ofrecer una descripción clara del territorio, casi geográfica. Hasta entonces no se tenía una imagen global de Cataluña y la cartografía era escasa. Verdaguer ofrece la visión de todo desde un sólo hombre que sube a cada colina hasta lograr, a partir de múltiples ascensiones, un relieve continuo, una visión de aeroplano imposible en la época. Una vez tiene el mapa en la cabeza lo utiliza para desarrollar un discurso figurativo en el que el relieve es la pasta para su mitología. Es una operación parecida a la que realiza con la lengua. En una segunda parte, la geografía está más cercana a la espiritualidad. Es la escenificación de una gran ascensión, en la que la montaña es física e intelectual. No en vano, las figuras centrales de su pensamiento son la montaña y la cruz, como en Gaudí. Hasta que muere, hay una ascensión continua en la que el cielo es una especie de territorio. Por otro lado, está emparentado con los pintores paisajistas, ya que recogía las palabras in situ para revertirlas en la descripción y conseguir así una mayor certeza".

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