15è. aniversari (1999 - 2014)
 
 

Documentació

Article publicat a “La Vanguardia” el 05/05/01 per Salvador Sansuán

A veces me pregunto si los recuerdos son algo que tenemos o algo que hemos perdido." Con esta melancólica interrogación puesta en boca de una cincuentona Gena Rowlands cierra Woody Allen el guión de "Otra mujer". Y en esos términos, entre esos extremos, se mueve la Correspondencia privada con la que regresa por la puerta grande la poco prolífica Esther Tusquets. Cuatro cartas, cuatro relatos, dirigidos a personas que ya no existen pero que para nada se han ido, por lo menos mientras permanezca la protagonista que los une. Una protagonista que, de ahí la pintura elegida para la cubierta del libro, muestra un parecido tan razonable y parcialmente real con la escritora como los cuadros de Canaletto con la serenísima ciudad de Venecia.

Una madre inteligente y distante, un caballeroso profesor falangista, un compañero de universidad cuyo talento acaba desperdiciado por los avatares que le acarrea una dudosa sexualidad y, por fin, un hombre casado que ha sufrido los rigores del franquismo son los destinatarios de cuatro cartas que esbozan la biografía y la circunstancia histórica de una mujer perteneciente, no se cansa de recordarlo, a una burguesía timorata y sin raíces, crecida en plena posguerra, en el apogeo de un na- cionalcatolicismo de contubernios diversos. El estilo de Tusquets, frases voluntariamente kilométricas y digresivas, pobladas tanto de paréntesis y guiones como de serenidad e ironía, se antoja, leído, el único posible para evocar un pasado siempre necesitado de explicaciones y apostillas. Un pasado que arranca con la descarnada epístola a una madre atea y estilizada, lectora desde su juventud de Balzac, Zola y Voltaire en su lengua original, que nunca pensó en seguir los consejos del "Libro de la perfecta casada" con el que la obsequiaron para su boda, acaecida ésta por intereses entre los que no constaba el amor. Una madre que pudo ser lo que se hubiera propuesto, pero a la que las convenciones de la época llevan a la amargura. Una madre a la que lanarradora deja de querer ante la imposibilidad de ser suficientemente buena para ella.

El pasado se encarna luego de historia imposible, de alumna enamorada de profesor cordobés del Colegio Alemán, falangista de primera hora -ella lo sería luego-, caballero español de manual, seguro de que todo en España, policía, cine, literatura e incluso los bomberos, eran los mejores del mundo. Sentimiento que, admite pudorosamente la protagonista, los españoles que habían ganado la guerra, sus padres e incluso ella compartían.

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