15è. aniversari (1999 - 2014)
 
 

Documentació

Esther Tusquets: «Durante treinta y seis años, Lumen fue un milagro»

Entrevista pubicada al diari “ABC” per Ángela Molina

He aquí una mujer demasiado sutil para imponer nada, salvo su intimidad. Esther Tusquets (Barcelona, 1936) no ha tenido nunca una Ariadna que le indicara el camino para descubrir la celebración de su propia vida. Pero ha sido el amor -por la literatura, sus hijos, su marido- el único valor que sigue persiguiendo con serena persistencia, y que, como un poema dickinsoniano, pone constantemente a prueba. Tras cuarenta años al frente de Lumen, la editora se jubila, deja la firma que creó con su padre por una vida ajena a la frialdad y al fastidio de la urgencia de los números; Esther Tusquets, la escritora, ultima su autobiografía, que en la primavera lanzará Anagrama, en forma de cuatro cartas y un monólogo, en las que su intimidad queda de nuevo enaltecida por la fuerza del amor.

-¿Cómo recuerda aquella gauche divine de los 70 que usted vivió? ¿Era tan «izquierda» y tan «divina»?

-Era un grupo muy compacto, y yo, una marginal dentro de él. Aunque tengo muchos amigos que estaban, empezando por mi hermano...

-La mayoría de sus componentes estaban marcados por la «intelectualidad». ¿No es hoy ésta una palabra muy manoseada?

-El intelectual ha de mantener interés por el mundo que le rodea, tener unos criterios independientes al máximo, no adscritos a ningún credo fijo, y dar su opinión. En este sentido quedan pocos. Antes, los intelectuales estaban en la oposición, que siempre es más fácil, tienes menos contradicciones y más claros los objetivos. Cuando yo era joven, a nadie se le ocurría decir que era de derechas, ni en la Universidad ni en las editoriales. Ahora es distinto.

-¿Y eso es bueno?

-No lo sé, es así. Aunque lo que a mí me parecería mejor es que ganara y gobernara la izquierda.

-¿Influía mucho la política en los despachos de los editores?

-Influía la censura, no tanto en los libros de ficción como en los de ensayo político. Pero aun así, los editábamos censurados, porque la opción era publicarlos o no. Los publicábamos bastante censurados por nosotros mismos. De Madrid te devolvían un libro con tachaduras, algunas de ellas disparatadas, y al cabo de un tiempo te dabas cuenta de lo que podía pasar y lo que no. Cuando he vuelto a reeditarlos, lo he hecho al completo. Creo que es lo honesto.

-Sin embargo, publicó Izas, rabizas y colipoterras de Cela gracias a que el escritor era amigo de Fraga.

-Sí, entonces Lumen estaba muy en sus inicios, y este libro en aquel momento era muy escandaloso. Pasó censura por ser de Cela, y por ser de una colección cara, sofisticada, con fotografías. Una de las prostitutas que salía en el libro estuvo a punto de querellarse, pero cuando acudimos al acto de preconciliación ante el juez, ella no se presentó. Pensaba que los textos de Cela eran muy ofensivos hacia las mujeres.

-¿Y usted qué opinaba, como feminista?

-Que quizás en los textos de Cela había también cierta ternura.

-¿Lo volvería a publicar?

-No lo sé. Hay libros que nunca publicaría, pero no me he encontrado con esa situación. Recuerdo que otro caso límite fue el de las memorias de Leni Rifenstahl, hace seis años. Al final decidí publicarlo, porque era el testimonio de una mujer extraordinariamente inteligente, que había vivido un momento histórico muy de cerca. En el caso de las Izas... me lo planteé menos. Joan Colom había hecho cientos de fotos sin que aquellas mujeres lo vieran. Y cuando encargaron los textos a Cela, bueno..., nos podíamos imaginar que los textos serían así. De todas formas, me pareció más fuerte cuando publicamos Toreo de salón, porque los toreros salían más ridiculizados.

-¿Cómo ha llevado el compaginar su trabajo de editora y escritora?

-Nunca he tenido un problema serio de tiempo, he escrito cuando he querido. Lo que me ha dado mi trabajo como editora es mucho más respeto por la gente que escribe, se me ha hecho mucho más duro rechazar ciertos libros, decirle a un autor que no me gustaba. Porque cuando uno escribe se da cuenta de lo terriblemente difícil que es escribir incluso una novela mala. El trabajo más duro de un editor es dejar de editar un libro, sobre todo si la obra es de un amigo, de cualquier persona conocida o de autores que han publicado antes en tu editorial.

-Han pasado cuarenta años de Lumen. ¿Sería hoy posible crear una editorial como ésta?

-El mundo editorial ha cambiado muchísimo. Hay quien dice que actualmente crear una como Tusquets o Anagrama sería imposible. Yo no lo veo así. Montar una pequeña editorial con los gastos mínimos, sacando pocos títulos y teniendo la suerte de acertar con alguno... creo que se podría intentar.

-¿Se ha sentido más privilegiada por escribir que por editar?

-Por las dos cosas. De niña, de adolescente y en mi primera juventud daba por descontado que escribiría o que haría teatro. Pero también me interesaba el trabajo en la Universidad. De repente murió mi profesor, Vicens Vives, jovencísimo, justo cuando yo estaba terminando Historia. Mi padre había comprado una pequeña editorial, Lumen. Así que caí en esto de una forma bastante casual. Todos, incluidos mis amigos, creíamos que la editorial duraría 2 ó 3 años, porque entonces nadie leía. Pero en la Feria de Fráncfort, un agente italiano me enseñó unos libros de Quino. Nadie sabía quién era, yo sí. Había descubierto sus tiras en una tienda de Madrid; lo editaba Jorge Álvarez, de Buenos Aires. En pocos días se dispararon las ventas de una forma demencial. El primer cuaderno vendió ya 5.000 ejemplares. Hicimos once números. Y aún hoy Mafalda se sigue vendiendo sin parar. Al mismo tiempo, Umberto Eco escribía su primera novela, que se la dio a Lumen porque ya habíamos publicados sus libros de ensayo. O sea, que la cosa fue económicamente muy bien. Fue todo el azar, creo que tengo suerte.

-Me imagino que funcionó también la intuición.

-Sí, pero también apuestas por muchos autores. Hay autores que parecen invendibles, como Beckett, y la gente termina comprando sus obras. Claro que el haber sido premios Nobel ayuda.

-¿No padeció reveses económicos?

-Mi padre, que era médico y también se dedicaba a los seguros, tuvo una fe enorme en esta editorial, tanto que dejó su profesión para centrarse en ella. Lumen absorbió todo de una forma increíble. Mi padre tenía bastante intuición para los negocios pero sin querer ganar mucho dinero. O sea, que Lumen ha sido durante treinta y seis años un milagro. No creo que existiera mejor lugar para trabajar, lo dicen todos los que estaban conmigo, porque no había ningún afán de ganar más dinero, se publicaban los libros que nos gustaban y era muy divertido. Yo tenía mi dinero en billetes, hacía mis cambalaches, pagábamos como podíamos. Nadie me decía nada...

-Todo un lujo.

-Sí, lo decía todo el mundo. Íbamos a Bolonia, a la Feria del Libro Infantil, en dos coches, y aprovechábamos para ir a Florencia, a Venecia. Mientras hacíamos libros de venta muy difícil, sabíamos que no los íbamos a vender, pero nos daba igual. Fue la suerte de tener un padre como el que tuve, con gran instinto comercial y que no ambicionaba el dinero. Recuerdo que teníamos una colección, «Palabra de siempre», y no vendimos ni un solo libro. Un día mi padre entró en mi despacho y me preguntó: «Esther, ¿has dejado de publicar "Palabra de siempre" por algún elemento que no sea económico?» Y le contesté que era porque no se vendía. Entonces me dijo: «La financio yo, sigue haciéndola».

-¡Tenía al mecenas en casa!

-Sí, era fantástico, mi padre era un ser extraordinario. No fue fruto de una generación; sus amigos, que jugaban al tenis y al golf con él, no eran así. Cuando murió, hace once años, nos cayó todo encima. Él nos había delegado muy pocas funciones de la parte comercial. A mí no me gustaba llevar la parte económica, no me va, y creo que no sabría hacerlo. Llegó como gerente Carme Giralt, la actual directora, y mi hija se dedicaba a la parte literaria. Pero yo ya estaba cansada, el mundo del libro ha cambiado mucho, la vida de los libros en las librerías es cada vez más corta, el fondo no lo cuida nadie. Las directrices actuales son publicar, vender rápidamente, destruir ejemplares y eliminar títulos del catálogo. Ocurrió que en una partida de bridge, Hans Von Fryberg, entonces director general de Plaza & Janés, me dijo: «Si algún día te hartas y quieres vender, dímelo». Y así pasó, hace cuatro años y medio.

-Y ahora, a los 64 años, llega la jubilación.

-Sí, pero no va a ser nada traumática. Claro que si yo no hubiera vendido el 80 por ciento de Lumen, ni se me habría ocurrido jubilarme, como no se le ocurrió a mi padre, que se murió de repente a los 82 años.

-¿Cambiaría su postura si no estuviera su hija, Milena?

-En ese caso habría roto completamente con la editorial.

-¿Cómo es su relación con ella?

-Muy buena. Llegó de Londres, donde había estudiado Arqueología, se metió en Lumen para «hacer papeles» y allí se ha quedado. Y la verdad es que la han ido promocionando, más que por iniciativa mía, por iniciativa de Plaza. Ellos apoyan a la gente joven. Además, Milena es más peleona que yo, tiene más marcha, y eso a la gente de Plaza le gusta. Y también tiene más interés en que económicamente la editorial funcione. Ahora me dedicaré a escribir más y leeré sólo lo que me apetezca.

-¿Qué está escribiendo ahora?

-Acabo de terminar una obra autobiográfica que publicará Anagrama en marzo. Se llamará seguramente Correspondencia privada, en el mismo tono que Carta a mi madre. Son cuatro historias de amor que reflejan el momento histórico en que viví esas pasiones. Es un poco como el cierre de mis novelas, pero alejada de la apatía de algunos de mis personajes. Yo siempre he sido mucho más feliz que las protagonistas de mis novelas.

-¿Siempre ha sido feliz?

-No siempre. He sido una niña desgraciadísima hasta los diez años, primero porque los primeros años de mi infancia estaba rodeada de amor, mis padres, mis tíos, yo era el juguete. Cuando terminó la guerra, me encontré sola, en manos de las criadas, mi madre salía muchísimo, a mi padre le veía muy poco. Pero a estas alturas puedo decir que todo lo que me ha apetecido y he podido lo he vivido.

-Su caso es el de esas personas de las que se dice que han sido dueñas de su destino.

-Bastante, aunque todo es relativo. Pero se lo debo a la educación que me dieron mis padres, que en mi casa eliminaron toda idea de sacrificio, de renuncia, de pecado...

-¡Qué paradojas, su padre compra Lumen, una antigua editorial religiosa de Burgos!

-Sí, pero para mi familia lo importante era disfrutar de la vida. Nunca he tenido espíritu de sacrificio, pero también me gustaría que la gente del mundo entero, empezando por los que me rodean, sean lo más felices posible. Nací en el 36, y he vivido mucho. La vida, en contra de lo que la gente cree, es muy larga. Cuando iba a la Universidad, lo moderno eran los impresionistas y se hablaba remotamente del arte abstracto. La Barcelona de la posguerra tiene muy poco que ver con la de ahora.

-¿Cuál fue el acontecimiento de su vida que más le ha afectado?

-La aparición de Esteban [su marido]. Lo que me ha pasado en la vida profesional tiene mucha menor intensidad.

-El primer libro de Lumen fue uno firmado por Ana María Matute para una colección infantil, El saltamontes verde. La escritora acababa de ganar el Nadal, y hoy está en la Academia. ¿Las cosas han cambiado mucho para las mujeres?

-Que haya una mujer en la Academia es bueno, pero no sé si es tan importante. Cuando García Márquez, en una entrevista, dijo que pasaría un año sin escribir porque le habían dado el Nobel, me extrañó. Y Carmen Martín Gaite, cuando estaba a punto de ser académica, con el poco tiempo que le quedaba, me dijo una vez que cómo iba a perder tantas horas en la Academia.

-Con su retirada, y la de Carmen Balcells, se acaba toda una generación. Pero hay otra, formada por las nuevas agentes literarias y editoras, su hija es un paradigma claro. ¿Han cambiado tanto las cosas? ¿Realmente las mujeres, en Occidente, hemos roto el techo de cristal?

-Durante muchos años las mujeres han estado en la política, en las empresas, pero nunca en los altos cargos. Yo tuve una editorial, no porque hubiera una junta de accionistas que apostara por mí, sino porque me la compró mi padre. El caso de Beatriz de Moura es parecido. En cuanto a los agentes literarios, se consideró que era un trabajo como el de enfermera, luego Balcells lo ha convertido en otra cosa. Pero lo importante es que en la cúspide de las editoriales estén las mujeres, y hoy no es así. No creo que entre los altos cargos de Bertelsmann haya mujeres.

-¿Hay muchas diferencias entre la Feria de Fráncfort de su primer Quino y la actual?

-Menos de las que parece. Hace cuarenta años decíamos que era un aburrimiento, que no servía para nada y que los libros se contrataban antes de ir a la Feria. Pero acudir a Fráncfort suponía estar en contacto con los editores. Ahora es un poco menos imprescindible. Además, el e mail ha acelerado los pedidos. Es muy raro que vuelvas de allí sin haber conseguido algo.

-¿Qué rasgo la define mejor?

-La coherencia. Que entre lo que pienso, lo que digo y lo que hago haya una mínima armonía.

-¿En qué época le hubiera gustado vivir, y escribir?

-En el siglo V antes de Cristo en Grecia, o en la Italia renacentista.

-¿Hay mucha basura literaria?

-Que un libro tenga más éxito o no es independiente de la calidad. Se escribe y se publica una barbaridad. Esto no es normal en un país como el nuestro, con un índice tan bajo de lectura. Pero no todo es malo. La novela no ha muerto. ¡No se ha muerto ni la poesía! Incluso se ha puesto de moda. Cuanto menos cultura tiene un país, mayor incidencia tienen las modas.

-¿Es bueno que un escritor gane mucho dinero? Hoy los contratos en el mundo editorial se parecen a los de un club de fútbol, los escritores van de editorial en editorial, son volátiles, como el mercado de valores.

-Me parece fantástico que se pueda ganar tanto dinero con la literatura. Agentes como Balcells han tenido mucha importancia. Pero no es incompatible con la lealtad. Eco, por seguir fiel a Lumen, no creo que se haya perjudicado, ni que la editorial haya vendido peor sus obras. Si el editor te va a pagar puntualmente los royalties cada año, no importa tanto el anticipo. Ahora se da un anticipo superior a lo que va a dar de sí el libro por derechos de autor. El editor no los cubre, y cuando caduca el contrato, el escritor se va a otro editor. No me parece positivo, y eso es culpa tanto de los agentes como de los editores.

-¿Qué opina del precio fijo en los libros?

-Todo el mundo saldrá perjudicado, en otros países ya se ha visto. Los precios, en lugar de bajar, han subido.

-¿Cree que esta ley es sintomática de un gobierno poco sensible a la cultura?

-Creo que sí. La mayoría absoluta hace que se atrevan a todo. No sé si los socialistas se atrevieron a tanto.

-¿Cataluña ha perdido fuelle con respecto a Madrid?

-No lo sé muy bien. Hubo un tiempo que viví cómo a los catalanes nos recibían en Madrid como si fuéramos los Reyes Magos; era cuando mirábamos más a Europa. Tengo muchos y muy buenos amigos en Madrid, me lo paso muy bien. Quizás hoy haya más prepotencia en la capital. Pero también aquí el nacionalismo ha sido malo. No me mueve nada lo catalán, como tampoco lo español. Cataluña es bilingüe, de momento. Si desaparece una de las dos lenguas, y creo que sería muy difícil que lo hiciera el español, no voy a intervenir.

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