15è. aniversari (1999 - 2014)
 
 

Documentació

"He convertido en personajes mis sentimientos"

Entrevista publicada a “El País” el 16/10/00

Pregunta. ¿Por qué el Planeta? ¿Sólo por los cincuenta millones?

Respuesta. El dinero es un adelanto sobre las ventas y la mitad se lo queda Hacienda, y es el símbolo material de la enorme repercusión que este premio proporciona a quien lo obtiene. Yo creo en mi novela, he sudado sangre para escribirla, y quiero que la lea tanta gente como sea posible. Y, francamente, no me disgusta en absoluto estar en un elenco del que forman parte Juan Marsé, Manuel Vázquez Montalbán y Antonio Muñoz Molina.

¿Por qué ha dedicado el premio a Carmen Kurtz?

Porque esta escritora, que fue premio Planeta en 1956 por su novela El desconocido, cambió mi vida hace 36 años al ayudarme a entrar en el periodismo y estimularme a escribir. Creo que, si viviera, se habría alegrado mucho de verme recibir el galardón. Por otra parte, su espíritu ha planeado sobre mi novela mientras la escribía. Se la debo a ella.

¿Por qué? ¿Cuál es la historia que cuenta Mientras vivimos?

Hablo de tres mujeres muy diferentes, que pertenecen a tres generaciones distintas, que no tienen lazos de parentesco y que, sin embargo, están unidas por esa necesidad que las mujeres de este fin de siglo tenemos de encontrar nuestro lugar en el mundo.

¿De nuevo una historia feminista?

Pues mire, más que nada, una historia realista acerca de cómo nos transmitimos nuestro sentido de la ética y cómo nos ayudamos en nuestro intento de vivir, de buscar la felicidad y, sobre todo, la dignidad. El resultado puede ser feminista, pero la novela es, sobre todo humana. Y muy entretenida, como si fuera un thriller sentimental. Hay sorpresas, suspense, giros inesperados. Nada es lo que parece.

¿Es una novela sin hombres?

No. Hay tres, e incluso una bella y triste relación amorosa. Pero los hombres no son determinantes en Mientras vivimos, por la sencilla razón de que para mis protagonistas femeninas, como para las mujeres fuertes y solas de nuestro tiempo, los hombres son importantes, pero no son ni el verdadero problema ni la única solución. Ellas quieren ser personas. Con o sin hombres.

¿Y usted?

También, por supuesto. Los hombres suelen ser accidentales; lo verdaderamente estable es la lucha que una entabla para convertirse en un ser humano decente.

¿En qué escenario se desarrolla la historia?

En el de los sentimientos. Pero físicamente estamos en la Barcelona de 1999, y la acción transcurre apenas en un mes y medio. Lo que pasa es que la introspección de los personajes nos lleva a la España de los sesenta y setenta, e incluso a la Francia de la Segunda Guerra Mundial.

¿Quiénes son las protagonistas?

Judit, la joven de 20 años que quiere salir del ambiente obrero en el que ha crecido; Regina, una novelista famosa de 50 años que no se soporta a sí misma. Y otra escritora, Teresa, cuyo recuerdo resulta determinante para el desarrollo de la historia.

¿Cuándo se le ocurrió escribir esta novela?

Hacía años que el tema me rondaba, pero empecé a tomar notas durante la gira de promoción de Mujer en guerra. Pero no acababa de encontrar el nudo que unía la historia. Hasta que una noche, hablando con mi amigo Terenci Moix, empecé a recordar a Carmen Kurtz y me di cuenta de que tenía que inventar un personaje de su generación, que aunque no tuviera nada que ver con ella y fuera ficción pura, representara esa ética que Carmen tuvo y que nos transmitió a sus discípulas.

¿En qué momento decidió presentarse?

Terminé la novela en Semana Santa y, una vez más, hablé con Terenci. Él me sugirió que la presentara al Planeta, que me la jugara. Tenía mucho que ganar y nada que perder. Porque la primera parte del premio, para mí, ha sido escribir Mientras vivimos. Que llegue a los lectores es la segunda.

Parece que no acaba de abandonar lo autobiográfico en su literatura.

Al contrario. Por primera vez he manejado sentimientos míos profundos, pero los he convertido en personajes que no se me parecen y en una historia que no he vivido. Ha sido como perderse en un bosque, sin brújula, y descubrir poco a poco la emoción de las palabras y los acontecimientos que venían a mi encuentro. Mientras vivimos me sitúa de forma inevitable en la literatura, y no veo el momento de empezar la próxima novela, para la que ya tengo apuntes.

Supongo que seguirá haciendo periodismo.

Claro que sí. Juan José Millás, que además de un gran escritor es un amigo muy noble, me dijo una vez que escribir una novela es como encerrarse en una casa que sólo le pertenece a uno y disfrutar allí de cosas que nadie conoce. Tiene razón. Y el periodismo es como estar en la plaza pública, en el ágora, en la vida de todos los días, con los demás, compartiendo.

¿Y el reporterismo? ¿No lo echa en falta?

Mucho. A veces sueño que vuelvo a Oriente Medio, como Joan Fontaine en Rebeca cuando soñaba que volvía a Manderley. Lo que pasa es que no estoy para trotes físicos; me fallan las piernas. Pero no lloro por lo perdido. Lo recuerdo, y me ayuda a vivir.

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