15è. aniversari (1999 - 2014)
 
 

Documentació

Maruja Torres: «Presentarme al Planeta fue como ir a un concurso de belleza»

Entrevista publicat al diari “ABC” per Ángela Molina

Maruja Torres es el prototipo de mujer hecha a sí misma. Podría haber nacido en un suburbio de Los Ángeles, pero su patria chica es el barrio chino barcelonés. Como un ovillo de lana, la reciente «Miss Planeta 2000» se recoge en un confortable sillón a la espera del tiroteo de preguntas, junto al calor cercano de su perro salchicha. Mientras vivimos pone, de nuevo, a esta mujer en guerra, esta vez en medio del fuego cruzado de las balas de papel.

-¿Teme a la crítica?

-No, sabía a lo que me arriesgaba presentándome al Planeta; es como presentarse a un concurso de belleza. La crítica me ayuda mucho. Creo que he hecho un libro honesto. Además, ¡ni que me hubieran dado el Cervantes! Hay que apechugar. Soy periodista, y he criticado a muchos. Todos tenemos derecho a decir lo que pensamos.

-¿Qué hay de Maruja Torres en las tres protagonistas de Mientras vivimos?

-Judit es diferente a mí cuando yo tenía su edad, con una ambición propia de esta época; sin embargo, tiene ese ansia de salir del agujero que yo tenía. A la que menos me parezco es a Regina como prototipo, pero sí a la Regina que sabe que las mujeres somos personas que nacemos y morimos solas. En cuanto a Teresa, soy yo cuando me idealizo. También hay mucho de Carmen Kurtz, pero no de su vida, sino de su rectitud.

-Sus memorias periodísticas las abre con una cita de Doris Lessing: «Escribir ayuda a comprender».

-Sí, es un ejercicio de introspección; ayuda a ordenar el caos y a hacer felices a los que no lo son.

-En Mujer en guerra escribe que «Beirut es una enfermedad crónica». ¿Qué más patologías ha sufrido?

-Cada cual tiene su Beirut. Toda una generación de periodistas lo vivimos muy de cerca. También hay una «generación Saigón», como la hay de Sarajevo o de Kosovo. De joven, envidiaba a los que iban a la guerra. Luego la vives, te tomabas un día una copa y a los dos minutos te caía una bomba ahí al lado. Tenía ansia por conocer gentes diferentes, culturas exóticas. Lo malo es querértelo inventar cuando no existe o necesitarlo para vivir, como una novela de Graham Greene. Todo ese paisaje de guerra... era especial. Ya no es lo mismo; dentro de poco será horrible, parecerá Alicante. Ahora puedo pasar sin ello, pero no sin escribir. Tengo un problema en la rodilla que me impide hacer lo que tanto me gustaba. Pero no me importa; sí que me fastidiaría quedarme manca.

-Bueno, Cervantes la perdió en Lepanto...

-Sí, y él con un solo brazo hizo mucho más. Lo peor es perder el don. Paso temporadas de sequía. Pero un día te vuelve, y entonces es fantástico.

-Usted se disfrazó de gitana para sentir cómo vivía esta población y poder escribir con más verosimilitud. ¿No ha tenido la sensación de disfrazarse en ese pequeño teatrillo cultural que es el Planeta?

-Me lo tomé como una noche de los Oscar, una velada de glamour. Decidí salir a divertirme, no a convertirme en una gran escritora. Yo sé que no estoy entre los grandes. El Planeta es un carnaval en el que no me siento la más capacitada para tirar piedras.

-Pero cuando ganó el premio dijo que le encantaba estar entre Marsé, Vázquez Montalbán, Cela...

-Sí, pero lo dije en calidad de discípula. No voy a creerme Marsé. Mire, mi libro lo presenté al premio con la misma honestidad con la que lo presentaría a un premio minoritario. Pero estoy de acuerdo en que el Planeta es un show, como todos los premios; unos pueden ser más arriesgados, más comerciales, más sofisticados. Pero todos son una convención. No soy una heroína y no es cierto que por haber cobrado 50 mejor dicho, 25- millones esté estafando a alguien. Cristóbal Montoro los ha ganado conmigo y ni siquiera se ha presentado al premio. Además, cobrar por adelantado me va bien para Hacienda. El Planeta tiene una ventaja: la gran distribución que representa. Yo no pertenezco a esa literatura minoritaria. Quiero comunicar con mis libros como me comunico en periodismo. No todo el mundo nace para hacer catedrales. Algunos hacemos mesas, pero se trata de que esa mesa que hagas sea la mejor.

-¿Nunca ha tenido ganas de criticar premios tan mastodónticos?

-Reconozco que estoy en el sistema, tengo 57 años y vivo una vida burguesa, pero todo me lo he ganado a pulso, a base de trabajar mucho.

-Otra de las cosas buenas de este premio es que su nombre ya no volverá a sonar...

-Claro, pero cuando sonaba nunca me ofendía. A mí me han ofrecido, del Planeta para abajo, un montón de premios. Y yo he dicho «no tengo obra» cuando no la he tenido.

-¿Se encuentra bien siendo la Almodóvar del periodismo?

-Yo no he elegido ser como soy. Soy del barrio chino y eso es una cosa que te queda. Me ha ido bien ser así, porque he sido muy crítica, pero nunca he caído en el insulto, ni en el libelo.

-¿Se siente una periodista ejemplar, un referente para los jóvenes?

-Me gustaría serlo, pero sé que no lo soy. Los pedestales son muy jodidos porque te caes de ellos.

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