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Documentació

Tomeo publica La soledad de los pirómanos, su obra más barcelonesa

Article publicat a “La Vanguardia” el 08/07/01 per Juan Carlos Merino

"Esta es mi novela más barcelonesa", dice Javier Tomeo a propósito de su último título, La soledad de los pirómanos (Espasa). Y es que a este aragonés -nació en Quincena, Huesca, en 1932, aunque reside en la capital catalana desde tiempos inmemoriales- la ciudad se le ha ido haciendo cada vez más presente en su literatura, hasta ser ya plenamente identificable, por mucho que la oculte tras iniciales. Es decir, el café Z no es otro que el céntrico Zurich, y el café O, el café de la Ópera. De hecho, la trama de La soledad de los pirómanos surgió cuando, sentado en una terraza en la Rambla, observó a una niña pelirroja, vestida de rojo y hasta con los ojos rojos. Después vio un hilo de humo que ascendía desde el Liceu. El gran teatro ardió, y Tomeo pensó que tuvo que ser aquella niña la que le prendió fuego con sus ojos rojos.

La soledad de los pirómanos"discurre en un solo sábado del mes de noviembre -un día en que se producen unos misteriosos incendios en distintos puntos de la ciudad- y narra la historia de dos amigos, Rafael y Ramón, personajes extremos cada uno a su manera, que quedan precisamente todos los sábados para hacer "footing", uno con su chándal rojo y otro con su chándal azul. Son dos oficinistas, dos perdedores, a través de los cuales Tomeo -en opinión del escritor Félix Romeo, que apadrinó la presentación de la novela en Madrid- da rienda suelta a su pensamiento y su mirada sobre la realidad "a través de pequeñas bombas de trilita lanzadas al lector con un humor sin piedad".

Javier Tomeo, uno de los autores españoles más traducidos en Europa y cuyas obras han subido también a los mejores escenarios, busca ni más ni menos que purificarse a través de la literatura, siempre reducida a su mínima expresión textual ("Si puedo utilizar tres palabras no escribo seis; quiero que cada palabra que escribo tenga una luz interior"), y en La soledad de los pirómanos habla mucho de lo primero, la soledad. "La incomunicación y la soledad son los mayores males de nuestro tiempo señaló-. Pese a los teléfonos móviles, Internet o las videoconferencias, nunca el ser humano estuvo más incomunicado. Somos como náufragos en el mar con un solo chaleco salvavidas. Pero al final sólo lo alcanzará el triunfador. Eso genera odios, tensiones, agresividad."

En la novela también destaca el papel de la televisión. "Veo la tele siete u ocho horas al día -bromeó-, y puedo asegurar que es la versión electrónica del diablo medieval. La televisión te carga de mala uva. A mí me mantiene en forma literaria y me proporciona argumentos."

El autor de El crimen del cine Oriente (admirador de Kafka, Poe, Hamsun y Handke: "No leía lo que todo el mundo y por eso me fui convirtiendo en un ‘outsider’") aprovechó para recordar sus inicios como escritor. "Iba por Barcelona sembrando de originales todas las editoriales: Planeta, Carlos Barral, Plaza y Janés... Tenía la cabeza dura como un aragonés y las negativas me encendían, así que seguí insistiendo. Al final me acabó traduciendo un editor alemán y ya todo lo demás vino rodado." Tanto, que ahora hay quien le propone para el premio Nobel. "Bueno, eso es cosa de tres amigos aragoneses. Me siento arropado por mis paisanos. Al fin y al cabo, la Generalitat ya tiene de candidato a Gimferrer, ¿no?"

Ahora Tomeo acaricia un viejo proyecto. Su novela Napoleón VII -que, reconvertida en diálogo teatral, intentó llevar a escena Mario Gas- puede verse transformada en una comedia musical, de la mano de Javier Gurruchaga. Mientras tanto, ya está buscando editor para una colección de cuentos.

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