Documentació
Primeras excursiones y cubatas
Lluís Maria Todó sabe lo que nos conviene: en lugar de extraviarse en aparatosas, enrevesadas y, al fin, inverosímiles historias, escribir de lo que se conoce, por sencillo que sea, novelar la realidad. En 1992 marcó la línea que seguir conEls plaers ficticis, una recreación estilizada del veraneo en Camprodon en los sesenta. El joc del mentider (1994) trasladó el procedimiento a la Barcelona golfa de los últimos años del franquismo. Luego vino L'adoració perpètua, la más incomprendida de sus novelas, que representó la renuncia a los principios de esperanza y claridad, por la sordidez del asunto y la morosidad del estilo, atribuible en parte a que, antes que novela, fue monólogo teatral. El cant dels adéus nos devuelve al punto de partida. El barrio de la Salut aparece descrito como un microcosmos, con sus casas lujosas, el club de tenis, el parque Güell, las vistas sobre el Carmel y sobre el barrio de Gràcia. El estilo limpio, casi transparente, deriva en muchas de sus páginas hacia un tono de voz neutramente informativo. Para mí, el secreto de la novela está en el narrador. A diferencia de otros libros, Todó no escribe para explicarse la historia a sí mismo, sino para contársela a un lector, probablemente más joven, que desconoce la época y necesita referencias claras.
Dani vive el paso de la infancia a la adolescencia abrumado por la atracción que empieza a sentir por los chicos y las proclamas de virilidad que le llegan de todas partes. La novela termina con un buen propósito de incorporarse a la vida adulta y vivir virilmente. Pero por referencias dispersas -el relato acompaña a algunos personajes y desarrolla algunas situaciones hasta el día de hoy- podemos adivinar que no siguió este camino. El cant dels adéus es una novela pedagógica, pero con un sentido muy distinto del de Els plaers ficticis, donde la enseñanza se resolvía en paradoja. El mundo de la Salut se retrata sin apego ni distancia excesivos, sin recrearse en las palabras de la tribu ni negarlas definitivamente. Aceptando el pasado y mostrándolo como parte de uno mismo. "Fíjate tú cómo iba la cosa", parece decir Todó al lector que le escucha desde cualquiera de los cuatro Arena. La psicología de los personajes se simplifica, los antagonismos se presentan de manera gráfica y resumida. L'hora dels adéus puede producir una sensación de esquematismo y falta de conflicto. La historia, muy bien planteada, podría haberse desarrollado coralmente hasta articularse como un gran fresco de la vida catalana de los sesenta. En lugar de eso, Todó concentra la fuerza en episodio y un personaje. Conecta el pasado con la actualidad e introduce una moderada crítica social, con buenos retratos de homosexuales disimulados, falangistas arrepentidos y señoras de clase alta. Como novela, se ha quedado en el hueso, quizás como reacción tras los excesos de "L'adoració perpètua". Se podría aplicar al autor lo que escribe del padre de Dani, Jaume Lledó: "Era una mica massa directe dient les coses, pero era un excel·lent narrador". Cuando pase el tiempo, Els plaers ficticis, El joc del mentider y El cant dels adéus quedarán como un testimonio poético del clima moral de las últimas décadas del siglo XX. Hoy por hoy constituyen una lectura ligera, sugestiva y recomendable.
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