Documentació
"Tenga ilusiones, pero sin esperar nada"
A los 6 años tomé una libreta de tapas de hule y en su primera página escribí este título: "La vida". ¡Quería escribir sobre la vida... a los 6 años!
-Un poquito pronto, sí.
-Aquella libreta quedó en blanco, claro, aunque la necesidad de escribir persistió. Pero con 19 años me casé (era 1935) y de mis 19 a mis 30 años tuve cinco hijos.
-Y le resultó difícil ser madre y escritora.
-Lo principal entonces para mí eran mis hijos, mi marido. Yo escribía, pero no me atrevía a enseñar nada de lo que escribía.
-¿Por qué?
-No estaba bien visto.
-No entiendo...
-Cuando en 1955 -con los niños ya crecidos- publiqué mi primer libro, en mi ambiente social, en tono de burla, empezaron a apodarme "la literata".
-La "buena sociedad" barcelonesa.
-En mi entorno me atizaban: "Ésa que se las da de escritora...". Y en el ambiente literario también me atizaban: "Esa intrusa que pretende quitarnos el pan...". ¡Yo recibía por todos los lados!
-Ya entiendo.
-Y yo lo siento, porque seguramente hice sentir incómodas a personas cercanas a mí. "¡Tus novelas son duras, nadie sale bien parado!", me reprochaban.
-Descríbame ese entorno suyo.
-Mi padre tenía una fábrica de harinas. Sólo por eso, comunistas y anarquistas querían matarnos. ¡Y también a la cocinera, sólo porque había sido monja! Así que tuvimos que huir de Barcelona y pasar al bando nacional. Y, una vez allí, ¡encarcelaron a mi padre!
-¿Por qué?
-¡Porque mi padre era de ideas republicanas, defendía la República! Por eso yo no fui nunca franquista. Monárquica, sí. Lo era y aún lo soy. Pero ¿franquista? ¡Nunca! ¡Además, censuraban todas mis novelas. En "Una mujer llega al pueblo" (1957) trataba de una mujer soltera embarazada a la que nadie se atrevía a ayudar. Ni el cura. Denunciaba cosas que estaban pasando.
-Y que aún pasan: ¿qué opina del aborto?
-Que es un retroceso: lo practicaban los romanos. Eso no es progreso, no es un adelanto. Se habla de libertad, pero la libertad es como un río: ¡tiene cauces! Sin cauces, un río se desborda y es muy peligroso.
-¿Un cauce es la pena de muerte?
-No: escribí contra la pena de muerte en 1950. ¡Nadie tiene derecho a matar a nadie!
-¿Qué añora de sus tiempos de juventud?
-El tráfico. ¡Aparcabas delante de casa!
-¿Y qué aprecia de hoy?
-Los adelantos, las posibilidades individuales de realización personal.
-Usted no puede quejarse...
-No. Mi padre era un intelectual y me obligó a estudiar ¡cuando las mujeres no estudiaban! Fui perito mercantil en los años 30.
-Y ganó el premio Planeta en 1975.
-Sí, con "La gangrena": entonces pareció extraño que una mujer se atreviera con una novela que abarcaba desde la dictadura de Alfonso XIII hasta el año 1971. ¡Y aún sigue editándose y leyéndose! El público me lee, me da su favor. Los críticos...
-¿No la quieren?
-No es eso, son amables... ¡Pero noto que no leen mis novelas! Escriben mirando las solapas. ¡Y eso me duele, duele muchísimo!
-¿No se siente valorada?
-Los cenáculos literarios están en Madrid, y allí se cuecen las cosas. Si no estás allí...
-¿Cambiaría algo de su vida?
-Si me pusiera a pensar de forma egoísta, le diría que me hubiese quedado soltera. ¡La libertad, la independencia! ¡Qué bien, ¿no?!
-¿Se arrepiente de haberse casado, de...?
-Sólo he respondido a su pregunta. Esa independencia me habría hurtado esos hijos, nietos, bisnietos...: ¡el amor a los míos ha podido más que mi independencia!
-¿Se casó usted enamorada?
-Enamoradísima. Y luego vino el amor, que es lo importante, lo grande.
-¿Cuál es la diferencia?
-¡El enamoramiento es egoísmo! Ves en el otro lo que deseas ver en él. Y si se sale de ese perfil, desencanto... "La mató por amor" ¡Mentira! ¡Me pongo enferma al oír eso! Por amor no se mata. ¡La mató por egoísmo!
-Descríbame el amor, pues.
-Es la entrega: es dar, es pensar en el bienestar del amado, en la felicidad del amado. Si amas a otro, quieres que esté bien, que sea feliz, ¿no? Cuando mi marido cayó enfermo, yo dejé de escribir durante diez años.
-Ahora la veo muy en forma...
-A mí ya se me han muerto los amigos, y los hijos hacen su vida y no quiero entrometerme. En fin, que estoy sola. Y eso es para mí una ventaja: te aburres, y es cuando vienen las ideas. Y escribo.
-¿Ése es su secreto? ¿La soledad?
-Sí. ¡Me encanta estar sola! Deportes no he hecho, ¿ve? El único, montar a caballo... porque iba sentada. No me he desgastado.
-Y ha triunfado en sus sueños de escritora.
-¿Qué es triunfar? ¿Alcanzar tus ilusiones? Si no las alcanzas, te defraudas; si las alcanzas, hay envidias. Y luego te comen los gusanos ¿y qué? Mire esa foto: es Eugeni d'Ors, que me la dedicó porque yo le admiraba y era su amiga. ¡D'Ors era el no va más! ¡El Goethe español! ¿Y quién se acuerda hoy de él? ¿Ve? Todo en la vida es pura ilusión. Y yo, en dos años, ya no estaré aquí.
-No le creo: su cabeza está despejada.
-Sí, sí, pero estoy muy vieja, me canso. ¿Quiere un consejo? Está muy bien tener ilusiones porque son un motor que nos hace sentirnos vivos. De todos modos, ¡tenga ilusiones, pero no espere nada de ellas!
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