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Documentació

Alfred Bosch reivindica una mitología de la Rambla frente a la modernidad

Article publicat a “La Vanguardia” el 26/09/2005 per Rosa Maria Piñol

Un homenaje a la Rambla, y más en concreto a uno de los epicentros de la Barcelona baja, el pasaje de Escudellers y sus aledaños. Es la lectura más evidente de la nueva novela de Alfred Bosch, Heretaràs la Rambla, la primera narración extensa del escritor que transcurre en la actualidad. En obras anteriores, Bosch había recreado épocas pretéritas: L´atles furtiu, Àlia la sublim, la trilogía sobre 1714 o Les set aromes del món. Heretaràs la Rambla narra el itinerario entre iniciático y nostálgico de un abuelo (Silvestre Guillamet) y su nieto (Arnau) por el corazón de la Barcelona vieja, una "epopeya urbana" que tiene también una lectura quijotesca. Silvestre, enamorado por igual de su barrio (se hace llamar marquès d´Escudellers) que de su nieto, se empeña en hacer a éste un regalo muy especial con motivo de su décimo cumpleaños: una pintura mural donde queden inmortalizados, junto a vírgenes y santos, los personajes importantes que pasaron por el barrio (Pitarra, la Monyos, Conchita la Catalana...). Para el viejo - orgulloso, gruñón, malhablado y políticamente incorrecto en sus exabruptos racistas-, ésa es una forma de dejar en herencia al chico "el barrio que él ha conocido y amado, antes de que la modernidad y el mestizaje acaben por borrarlo". "Silvestre Guillamet es el último mohicano de un barrio que para él sigue siendo el de siempre - explica Alfred Bosch-. Para el marqués,allí todo continúa vivo, aunque sólo sea porque él también lo está. La mirada nostálgica la aporta el savi Salomó, el erudito de barrio". Bosch salpica su relato con pequeñas anécdotas de calles y lugares del barrio. "El decorado es otro personaje, y he intentado recrearlo en su cara pasada y en la actual. De hecho, el hilo argumental se basa en la creación del nuevo paisaje, que habrá de plasmarse en el mural, la herencia del marqués y a la vez la herencia de la Barcelona que emerge". En la elaboración de la pintura (un fresco entre kitsch y surrealista) colaborarán inmigrantes de distintas procedencias, "personajes marginales de diversas culturas que actúan como los nuevos samaritanos". Los dos protagonistas del relato se completan con otros dos personajes: el ya citado savi Salomó, una especie de contrapunto de Silvestre Guillamet, y la prostituta Fermina la Coixa."Hay un homenaje grotesco y vulgar al Quijote - dice Bosch-. Silvestre es un hombre desplazado de su tiempo, tenaz en su locura y sus obsesiones, un antiguo héroe de caballerías - en su caso, la policía municipal, a la que había pertenecido- cuando éstas ya no existen. Y Salomó es su escudero, un personaje bonachón, afable y sociable que le resuelve los problemas. Su Dulcinea sería la Coixa.Y sus particulares molinos son el mestizaje y la modernidad". Cuando se le cita el documental de José Luis Guerín En construcción,Bosch admite que sintoniza con el tono de aquel filme, "pero mi recreación de lugares o personajes en extinción no es lacrimógena, sino vital y con un punto de humor. Y el mensaje final es que no todo se acaba. Muchas de las cosas quedarán perpetuadas en el mural".

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