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Documentació

Mis guerras favoritas

Article publicat al diari “La Vanguardia” el 25/02/2004 per Julià Guillamon

Joan-Daniel Bezsonoff i Montalat (Perpiñán, 1963) es como aquel tipo de la canción de Brassens que proponía méritos y accésit para las guerras más crueles del siglo. El protagonista de su primera novela, Les rambles de Saigon (1996), era un coronel franco-catalán, que vivía los últimos días de la Indochina francesa. En Les lletres d'amor no serveixen de res (1997) la acción se traslada a Sibi Bel Abbès, durante los desórdenes que precedieron a la evacuación de Argelia. La revolta dels geperuts(1999) pilla a Alexandre Pagès en la caserna Montmorency, en Narbona, “fent el regiment”, las circunstancias lo empujan a disparar en plena calle. La presonera d'Alger (2002) recupera al coronel Valls, en Saigón, y lo sitúa en Argel, enfrentado a los independentistas del FLN. Los libros de Bezsonoff están construidos a partir de una doble línea argumental. Son historias de formación, con una lectura cultural y política. Se estructuran en torno a la figura de un joven idealista, muy leído, tímido con las mujeres. Donde se encuentre, asume el papel del “flâneur”: pasea, va a la biblioteca o al museo, habla con amigos que le aconsejan que se olvide de Claire o de Sophie. A través del vaivén especulativo y sentimental, Bezsonoff consigue un “gruix” que muy pocas novelas catalanas tienen. La educación sentimental es un referente, junto a Guerra y paz de Tolstoi o el “Ferragus” de Balzac. Su catalán no se parece al de ningún otro escritor. Tiene la sutileza de un Josep Sebastià Pons y la gracia del lenguaje popular, directo y escatológico. Es delicado si se trata de crear un clima amoroso, pero brutal cuando describe el impacto que esparce el cerebro de la amada por el escaparate o al descubrir dos cabezas cortadas en un cubo. Los personajes van y vienen por el “continuum” de la Romania, trazando con sus aventuras un nuevo atlas lingüístico. El rosellonés se confunde con el occitano en Narbona, encaja expresiones en francés y en castellano en París y Madrid, en Orán se mezcla con el menorquín y el valenciano de los “pied noirs”. En La guerra dels cornuts ha recuperado el personaje de Alexandre Pagès. Periodista de “L'Indépendant” y “Le Républicain”, autor de una novela sobre la Provenza galorromana, flamante propietario de un De Dion Buton que “vuela” de Narbona a Besiers a cuarenta y cinco kilómetros por hora, Pagès es un símbolo de la Catalunya infeliz. Se ha empapado de los ideales felibristas y catalanistas, y los vive con una pasión pura que no llega a traducirse en realidades prácticas. Desengaño patriótico, decepción literaria, desdicha sentimental van juntas. Sophie es el amor perfecto, pero no vivirá. La revuelta de los viticultores de Narbona acaba como una simple reclamación económica, sin contenido político. Léopoldine es la esposa que pasa de todo. Los catalanes del sur se lanzan a aventuras quijotescas, para recaer en un regionalismo apaleado. El argumento es inédito y sensacional: herido en Ypres, Pagès es reclutado para la guerra secreta y, a causa de sus conocimientos lingüísticos, destinado a Barcelona, donde se dedica a reclutar voluntarios para luchar en la Legión Extranjera. Algunos patriotas creían que la Guerra del 14-18 era una buena oportunidad para internacionalizar el problema catalán, siguiendo el ejemplo de Hungría y Polonia, y que una vez terminada la guerra, por los servicios prestados, obtendrían la libertad de Catalunya. La revolta dels geperuts y La guerra dels cornuts son dos novelas sobre la condición rosellonesa, sobre tipos como Bezsonoff que “encara no s'han empassat el Tractat del Pirineus”, que examinan la historia, buscando el momento en que empezó a torcerse todo. El otro día leyendo los “Ismos” de Gómez de la Serna encontré una frase que me llegó al alma: “La vida está demasiado aplastada y está debajo de los hombres sentados”. Bezsonoff es uno de los primeros que se levantan.

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