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Documentació

Rusiñol luchó por ser libre

Article publicat a “La Vanguardia” el 12/03/2003 per Lluís Permanyer

He aquí por fin la biografía global y fiable de Santiago Rusiñol. Hace decenios que la estábamos esperando. Resultaba inexplicable que un personaje de su envergadura no hubiera merecido el estudio a fondo y completo que sin duda merecía. Es cierto que hubo diversos intentos, pero no es menos cierto que eran fallidos o incompletos. Baste citar la obra que le dedicó Pla, sin rigor alguno y en buena parte producto de un plagio descarado del trabajo de Utrillo, lo que mereció padecer la violencia, siempre a flor de piel, de su hijo. Vinyet Panyella se impuso la tarea de realizar una biografía total, al modo anglosajón. Y lo ha conseguido en el doble aspecto del volumen externo y del contenido minucioso. El primero era obligado, pues con una vida tan cumplida y una producción tan ciclópea no podía ser de otro modo. El segundo resultaba más problemático, pero una investigación paciente y exhaustiva la ha conducido a recoger todo el material básico; y luego consignarlo, lo que resulta muy laborioso, pues baste a modo de ejemplo que en todo tiempo y lugar se distingue por citar a cuantos estaban presentes, lo que en el caso de Rusiñol no deja de ser a veces interminable por la de nombres que continuamente se arracimaban a su vera. Así las cosas, esta biografía magnífica habría satisfecho aún más las ansias de los eruditos, de los curiosos y de los amantes del detalle si hubiera aparecido enriquecida con todo el aparato documental, pues tales lectores aumentan su placer al adentrarse en el laberinto de unas notas gratificantes. Hay autores que cumplen mejor la etapa informativa: la acumulación capitalista de datos; y es que luego, con tanto material entre manos, no aciertan a ordenar ni a saber contar cuanto han reunido. Panyella también resuelve la nada fácil tarea de escoger, ordenar y sobre todo de escribir, en el bien entendido que se impone algo más que el limitarse a hilvanar el rompecabezas documental, lo que es muy de agradecer. (Por cierto, en una ocasión se le cuela un detalle equivocado que debería corregir y en el que ya incurrió Laplana y por dos veces, pese a que la primera vez le informé del error: su domicilio del paseo de Gràcia no era el número 30, sino el 96). De ahí que el resultado sea un libro que, pese a rozar las 600 páginas, se lee de un tirón. Un tipo poliédrico como Rusiñol presentaba la dificultad añadida de exigir equilibrar razonablemente cada una de sus múltiples facetas, lo que no habían sabido resolver algunos de sus anteriores biógrafos o estudiosos. Y en este sentido es muy de agradecer que, pese a haberlo podido hacer, no sucumbiera la autora a la tentación de adentrarse en las obras. Así pues, sólo los datos y los hechos constituyen la urdimbre con la que pacientemente trenza y reconstruye una rica trayectoria vital. Y así reaparece con claridad la vida de tan apasionante personaje. Aunque en ocasiones quizá sintamos la tentación de pedir algo más, un superar el cañamazo documental para penetrar en el corazón y la mente del tipo. Me refiero, pongo por caso, a la tentación que han sentido algunos que anteriormente se acercaron al personaje de presentárnoslo con un perfil menos convencional, modelado a base de tristeza, melancolía, soledad y depresión; un bosquejo que sólo se comprende bajo los efectos temporales de la enfermedad, que no como retrato global y permanente. Ésta es la razón por la que en algunos momentos habría deseado que Panyella fuera algo más allá de los datos y aportara algunas deducciones. Particularmente brillante es la claridad y el acierto con que dictamina las razones de la campaña de desprestigio que se cebaron en el creador prolífico. Unas venían motivadas por el éxito y por las ganancias económicas. Aunque el ataque fundamental se lo propinó D'Ors y lo orquestaron los epígonos del Noucentisme militante. He aquí un aspecto que, pongo por caso, ni siquiera mencionaba la penetrante biografía de Jardí sobre el Pantarca. La causa de tal enfrentamiento incide en el aspecto fundamental de la biografía de Panyella, cual el de dilucidar las claves humanas sobre las que se cimentó el gran creador no sólo literario y pictórico, pues hay una vertiente fundamental, la del personaje. Y en este sentido resulta apasionante aquilatar cómo llega al fondo de la cuestión y desentraña las claves, al tiempo que acierta la autora en dar la síntesis con claridad meridiana. El problema esencial gira en torno de la libertad como norma de vida y como norma de trabajo. Rusiñol fue un individualista consumado, enorme. Se enamoró de la en extremo celosa Lluïsa, pero tan pronto como se percató de lo que significaba el matrimonio, resolvió abandonar y largarse, pese a la existencia del fruto: la recién nacida Maria. Y es que no podía sufrir las ataduras, del signo que fueran, al comprobar que le impedían dedicar todo su afán a los aspectos más diversos de la creación o sus consecuencias. Fue un trabajador ciclópeo, que plantó cara a todos los obstáculos, comenzando por los quebrantos graves de salud, uno de los cuales le enfrentó cara a cara con la “intrusa”; la muerte no le pilló entonces, sino mucho más tarde, y trabajando, pincel en mano y aún aplicado en captar la magia evanescente de lo que para él era la expresión del paraíso terrenal, un jardín. Así pues, individualista, sentimental y trabajador, no se resignó a plegar velas y, dócil, ponerse firmes ante los dictados del autoritario D'Ors y alinearse en las filas del emergente Noucentisme, ni que fuera en la tarea trascendental de construir un país. Rusiñol fue patriota como el que más, y contribuyó de forma decisiva a levantar Catalunya, pero nada quería saber de banderías ni de consignas. Él se empeñaba en denunciar lo que viniera en gana y cuando lo estimara oportuno: el militarismo (L'hèroe), el sistema establecido (El místic) o aspectos culturales (Els Jocs Florals de Canprosa); todo dependía de lo que en cada momento le pidiera el cuerpo. El tiempo le dio la razón Panyella perfila con precisión los trazos de tal lucha. Es cierto que en la cuestión familiar acabó cediendo en parte, al haberse presentado Lluïsa a la cabecera del doliente marido, lo que indicaba la gravedad de su salud. Como creador, empero, plantó la bandera y no la arrió. Esto da medida del temple de su carácter y su sabiduría natural, pues no recibió una enseñanza sólida ni fue después un gran lector ni quiso ser un intelectual. Dio medida de hasta qué punto fue capaz de soportar la enorme presión que a su alrededor se fue tramando en contra suya; y, sin embargo, no sólo no se amilanó, sino que incluso se descubría desafiante, lo que no excluía ni el sufrimiento ni la incertidumbre. El tiempo le dio la razón, gracias a la tenacidad y a la valentía de permanecer en su puesto, fiel a la creación; y tanto en los escenarios como en las galerías y las grandes exposiciones, el dramaturgo y el pintor fueron al fin reconocidos en toda su dimensión. No dejó de ser significativo que dos acreditadas figuras como Sagarra y Pla, no adscritos al Noucentisme, colaboraran decididamente en rendirle tributo. Particularmente emotivos son los últimos capítulos, en los que Panyella describe el reconocimiento, los homenajes, una popularidad jamás alcanzada por nadie, como lo probó el hecho insólito de ser aclamado a su paso por los encerrados en la Modelo, que encima agitaban sus pañuelos. Y también perfila los contornos de la senectud, de los achaques, de la tristeza que acarrea la certeza de que fatalmente se acerca el fin, lo que le impedía seguir viajando (confesó que no deseaba vivir en ninguna parte más de dos días seguidos), en pos de los últimos placeres que le procuraban, más que ninguna otra cosa, la pintura y los jardines. Ni que decir tiene que todo lo referente a Sitges aparece minuciosamente documentado y relatado aún más si cabe, pues no en balde su autora, que ostenta el nombre de una Virgen muy querida en la Blanca Subur, rinde con esta obra su tanto de deuda a la generosidad y el amor que Rusiñol derramó sobre Sitges. Puesto que Rusiñol cuenta con un caudal fabuloso de fotografías tan deliciosas como excelentes, este libro mejoraría sensiblemente en lo que a las artes gráficas se refiere si la parte gráfica documental fuera estampada con la calidad que sin duda es exigible.

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