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Documentació

“La memoria es nuestra alma”

Entrevista publicada al diari “La Vanguardia” el 03/03/04 per Rosa Maria Piñol

"Es una tarea más ardua honrar la memoria de los seres anónimos que la de las personas célebres. La construcción histórica se consagra a la memoria de los que no tienen voz.” Esta inscripción, que figura junto al monumento a Walter Benjamin en Portbou, ha sido incluida por Carme Riera en las páginas finales de su novela La meitat de l'ànima como símbolo del tema central de la obra: la recuperación de la memoria personal y colectiva. Con esta obra ­su sexta novela, que acaba de publicar Proa­ la escritora mallorquina aparca de momento el registro histórico que abordó en sus dos anteriores ­y aplaudidas­ entregas narrativas, Dins el darrer blau y Cap al cel obert, ambas en torno a los judíos mallorquines. En esta ocasión la autora ha hecho una incursión en los años 50, examinando tanto el mundo del exilio, el maquis y la resistencia como la realidad de los vencedores de la guerra. La protagonista es una mujer de mediana edad que, al tener acceso a unas desconocidas cartas de su madre que cuestionan sus orígenes, se ve obligada a bucear en el pasado buscando su verdadera identidad. El relato, que alterna la época actual con los años 50, tiene como escenarios Barcelona, París y Aviñón, y la figura de Albert Camus y su literatura tienen un papel determinante en la trama.

­Su relato, narrado en primera persona, utiliza el recurso paraliterario de hacer que se confundan la autora y la narradora. ¿Se debe a que quería bucear en sus propios orígenes?

­No, no tiene nada que ver con mis orígenes, que afortunadamente tengo claros. Responde a un interés por experimentar nuevas técnicas narrativas.

­El texto es además interactivo: desde el principio, la narradora interpela al lector para pedirle ayuda en su investigación, y el final es abierto. ¿Es la primera vez que vincula al lector de este modo?

­Sí. Me interesaba mucho propiciar una intervención de los lectores, que sean ellos los que resuelvan el texto, que al final propone diversas hipótesis. En este caso he preferido esta opción a un final cerrado.

­¿Cuál fue el punto de partida de la obra?

­El día de Sant Jordi de hace cuatro años estaba firmando ejemplares de mi libro Cap al cel obert y tenía sentada a mi lado a la periodista Victoria Prego. De pronto una señora le entregó una carpeta con papeles y ella, al mirarlos, reconoció la letra de su padre. Eso me quedó en la cabeza y empecé a fabular sobre qué ocurriría si yo me encontrara en un caso así. Y decidí empezar así la novela. Pero en mi libro el contenido de la carpeta son cartas de amor de la madre de la protagonista.

­Su personaje defiende la necesidad de recuperar la memoria, frente a la opinión de su cuñada, que propone el olvido como terapia. ¿Sin memoria no hay identidad?

­Es que son lo mismo. La identidad se basa en la memoria y la memoria es nuestra alma. Sin saber quiénes somos nos será difícil saber qué va a ser de nosotros en un futuro. Venimos de una familia, de un país y una tradición que determinan nuestra identidad. En todo caso, mi novela defiende la recuperación de la memoria, el recuerdo de los que lucharon por las libertades, la memoria de las víctimas del franquismo.

­La novela incluye reflexiones sobre el tema de la identidad, y la aceptación de los compromisos morales que comporta. ¿Comparte estas ideas de su protagonista?

­Sí. El personaje a veces se convierte en mi portavoz, y en esas reflexiones coincidimos.

­También parece común la recreación de los paisajes mallorquines de la infancia.

­En cierto modo sí. Aunque Fornalutx, el pueblo familiar de la protagonista, no es mi lugar de origen. Mi infancia está ligada a Deià. La abuela es el nexo común entre ambas. Lo que ocurre es que mi abuela no era analfabeta como la del personaje, sino todo lo contrario, era una mujer muy culta.

­La investigación que lleva a cabo la mujer sin nombre de la novela para desentrañar la verdadera identidad de sus padres ¿es paralela a la que realizó usted para escribirla?

­Sí. Yo estuve en París, Aviñón y Portbou y me documenté ampliamente para organizar la verosimilitud de mi historia. Siempre trabajo con un bagaje de bibliografía y de hemeroteca. Aunque después no use los datos, ello me permite ofrecer la atmósfera con verosimilitud. Pero en este caso no es una novela histórica. Sólo el marco lo es.

­La madre de la protagonista colabora con el maquis y con la resistencia pese a estar casada con un franquista. ¿Le ha interesado mostrar la doble vida que durante la posguerra tenían que llevar muchos de los vencidos?

­Leyendo la prensa de la época, parece que todo era maravilloso, que no pasaba nada. Y así lo reflejó por cierto Carmen Laforet en el título de su novela. Éste era el mejor de los países pese a la autarquía y al vacío que le hacían los otros países. Si todo era tan idílico, ¿cuál fue la actitud de los vencidos? ¿seguir siendo resistentes o adaptarse para poder sobrevivir? No he llegado a contestarme del todo la pregunta. Pero he tratado de que el lector pueda deducir cómo se vivía. Hay pocas cosas publicadas sobre la vida cotidiana de aquellos años. Aunque últimamente han aparecido algunos libros, como el de Jaume Fabre.

­Es una época que también recrean en novelas recientes autores como Ruiz Zafón, Javier Cercas, Emili Teixidor o Jaume Cabré. Por cierto que su historia guarda ciertos paralelismos con Soldados de Salamina.

­Yo tenía ya una primera versión de mi libro terminada cuando se publicó la obra de Cercas. Y me fastidió porque en efecto tiene algunos aspectos en común. Pero, claro, la posguerra es un tema atractivo. Ya lo abordó en su momento Juan Marsé y luego lo han hecho otros.

­Albert Camus es una figura importante en su novela. ¿Por qué lo tomó como personaje?

­Porque es un escritor al que admiro mucho. Y también por una fijación de infancia. Cuando yo era niña, venía a mi casa una señora a planchar y una hija suya servía en casa de Albert Camus en París. Yo escuchaba las conversaciones de los mayores, y ella solía explicar lo mucho que sufría Francine, la esposa del escritor, por las numerosas amantes que él tenía, entre ellas María Casares. Esto quedó archivado en mi memoria. Y no descubro nada, porque lo cuentan ampliamente sus biógrafos, sobre todo Olivier Todd, que publicó su libro después de morir la viuda. Camus ha sido el padre de muchos de nosotros. Ha sustentado nuestra ideología. Entre Sartre y Camus yo lo tengo muy claro. Y constantemente vuelvo sobre la literatura de Camus. En el caso de mi novela he aprovechado otro detalle: la abuela de Camus era menorquina y por ella conocía el autor algunas palabras en esta variante del catalán.

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