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Documentació

Mundo Mendoza

Article publicat a “El Mundo” el 08/12/06 per Diego Doncel

Sartre dijo de John Dos Passos que era el único de su tiempo con un aliento tolstoiano. Ese arte combinatoria donde hay una equilibrada experimentación formal y una voluntad de mezcla de géneros es uno de los aspectos que rastrea y resalta Llàzer Moix en este libro que funde distintos géneros para crear un retrato de Mendoza. Un retrato a partir de testimonios, entrevistas, confesiones o artículos críticos que se engarzan en una narración donde lo biográfico, la perspectiva psicológica, el apunte ensayístico, la impresión de lectura o el contexto social sirven para introducirnos en ese universo del autor de La ciudad de los prodigios. Por aquí pasan y opinan, entre otros, Félix de Azúa, Francisco Rico, Gimferrer, Molina Foix o Carmen Balcells que nos ayudan a situar las líneas más evidentes de su personalidad humana y literaria, aunque será el testimonio del propio Mendoza el que hace que este libro adquiera a veces el carácter de una confesión. En efecto, Llàzer Moix ha evitado la mera anécdota biográfica y ha hecho que Mendoza se nos vaya mostrando en toda su dimensión vital para enseñarnos hasta qué punto su grandeza no está sólo en su literatura sino en esa postura suya alejada de arribismos, poltronas y poderío vario. Moix no comete la ingenuidad de convertir a Mendoza en el heterodoxo que nunca fue, sino en algo más real: un creador y un hombre lo suficientemente libre y honesto para manejar la tradición literaria y actualizarla a golpe de exigencia, ambición y excelencia. Pero lo principal del libro de Moix es que hace de este retrato de Mendoza algo vivo, que despierta interés. Es difícil levantar los ojos y parar de leer una vez que uno ha entrado en sus páginas. Hay suficientes chismes e información para no sentirse defraudado. Y todo con la agilidad del mejor reportaje periodístico y con la astucia del que no quiere escribir un panegírico mezclado con infusión de adormidera. Este Mendoza de Moix es un anarquista ascético, un tipo externamente formal y profundamente desmadrado, al que gusta lo absurdo, lo fantástico, lo ridículo y, como a Dickens o a Baroja, hasta lo miserable que puede tornarse la vida. Pero que es, fiel a su fama, un tipo humilde, educado y entrañable, capaz de seguir simbolizando a ese hombre de maneras exquistas y cuidada expresión que encarna, para Moix, “el señor de Barcelona”. Alguien a quien no le es ajena la ironía, el humor, pero tampoco la crítica acerba al poder, a los corruptos de la política o de la vida ciudadana. Moix no congela la imagen de Mendoza en una única dirección sino que crea un ser rico en matices. Está el Mendoza de los veraneos en Caldetes con aquella seguridad en sí mismo que describe Ricardo Pérdigo, el Mendoza de la Universidad, “autor de novelitas románticas que publica con pseudónimo en revistas femeninas de la época”. El Mendoza hastiado del ejercicio de la abogacía; los Mendozas de Nueva York, entre el desarraigo y el deslumbramiento, el de las reuniones en la ONU, el Mendoza maduro... Pero a la vez no es poco lo que de contenido literario se nos cuenta aquí. No son sólo las notas de lectura que se hacen de cada uno de sus libros, el hacerse eco de la recepción crítica que tuvieron sino, lo que es más importante, la indagación en la poética que crea Mendoza y desde la que va escribiendo el conjunto de su obra, una poética también matizable a lo largo de los años. Aquí se habla de su dimensión dickensiana o barojiana, del gusto por la mezcla de géneros, de su modo de escribir entre la imitación y la parodia. Da gusto leer un libro así: ameno, que no se aparta de ponernos en la pista de toda la riqueza de este escritor indiscutible y portentoso. De Mundo Mendoza cabe decir lo que dijo García Hortelano de La verdad sobre el caso Savolta: eficaz estructura, estilo eficaz y cortesía, no sólo para con el lector sino para con la historia que se cuenta.

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