Documentació
Luis Racionero: «El rearme moral puede venir de los santos y los científicos»
Un título más que sugerente -«El progreso decadente»- es el que Luis Racionero ha elegido para un libro que ha merecido el premio Espasa de ensayo. El autor, que actualmente dirige el Colegio Español en París, pasó horas al teléfono entre felicitaciones y llamadas de los medios de comunicación. A través de sus palabras se filtraba su contento y, en ocasiones, un sentido del humor que no parecía deberse sólo a la situación que protagonizaba. No juega Racionero a la contradicción en el título de su obra, porque, entre otras cosas, este escritor asegura que hay que escribir claro, «sin falsa profundidad». Y cita a Ortega y a Savater como magníficos ejemplos de cómo explicar las cosas. Racionero ha llevado a las páginas de El progreso decadente un análisis del siglo que abandonamos. Un tiempo que se abrió con teorías sobre la decadencia y se cierra con teorías sobre el caos.
—No parece un siglo para tirar cohetes.
—No. En cuanto a las teorías se inicia con La decadencia de Occidente, de Spengler, sin olvidar que en la literatura también es época de amores decadentes. Ha habido después unas teorías físicas que han dado origen a la del caos.
—No parece que estemos abocados a un futuro prometedor.
—Prigogine, premio Nobel de Física, asegura que de los estados disipativos puede surgir un nuevo orden.
—Usted ha escrito sobre el colosal progreso científico del siglo XX, mientras que observa al mismo tiempo un estancamiento de la moral y del pensamiento.
—Efectivamente, nadie puede poner en duda que hemos vivido unos años en los que la ciencia ha avanzado prodigiosamente, mientras que en el plano intelectual la filosofía y el arte no han sufrido el mismo proceso.
—Eso suena a peligro.
—El peligro se llama Hiroshima o cámara de gas. Cuando el hombre utiliza herramientas primarias puede provocar barbaridades complicadas, pero si las herramientas son sofisticadas, las barbaridades pueden llegar a ser monstruosas.
—¿A qué se debe el estancamiento de la ética?
—El estancamiento moral procede de otros dos, el de la religión y el de la ilustración. En el siglo XIX, ambas vivían un buen momento, pero la religión a causa de la ciencia fue perdiendo terreno mientras que la ilustración retrocede cuando la irracionalidad hace presa en Europa. Naturalmente, el paso siguiente es que la ética se resienta.
—¿De donde puede partir de nuevo la fundamentación de la moral?
—De los científicos y de los santos.
—Pero la religión parece ceder terreno a la ciencia...
—Los grandes científicos del siglo XX, Heisenberg, Oppenheimer y Bohr, entre otros, han sido creyentes en lo espiritual, quiero decir que no es que sean cristianos, pero sí que creen en algo más que lo material, y lo han dejado escrito. La religión y la ciencia son temas distintos pero complementarios. Hay que ver esto como una escalera en la que una y otra tienen peldaños distintos.
—Pero quizá sean paralelos y no haya modo de encontrarse.
—No tienen por qué encontrarse. La ciencia habla de lo que es y la religión de lo que debe ser.
—Usted asegura que el arte de este siglo es un reflejo del caos.
—Lo es. No niego a nadie el derecho a hacer lo que quiera, pero hay un tipo de arte que no ayuda a la gente a armonizarse por dentro, que no pone orden en el caos.
—En su opinión de cara al siglo XXI hay que solucionar asuntos como la armonización de ciencia y religión, el desarrollo de la creatividad humana, la ordenación democrática de la globalización...Difícil, ¿no?
—Todos unidos podemos intentarlo. Se trata de cosas absolutamente prácticas en las que los ciudadanos deben implicarse. Si escribo es para generar opinión, unos pueden estar de acuerdo y otros no, pero todos debemos buscar soluciones.
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