15è. aniversari (1999 - 2014)
 
 

Documentació

Popular, contemporáneo, barcelonés

Article publicat a “La Vanguardia” el 19/10/2003 per Llàtzer Moix

Desde los diarios, desde la novela negra, desde el púlpito del premio Planeta, desde las numerosas traducciones de sus libros... y también desde el ateneo de barrio, desde el prólogo desinteresado o desde la revista amateur, Manuel Vázquez Montalbán se ha labrado a lo largo de los últimos cuarenta años, palabra a palabra, folio a folio, libro a libro, su característica condición de autor popular. “Me levanto a las seis y media y, casi sin darme cuenta, me siento a la máquina de escribir y me pongo a teclear”, comentó en cierta ocasión, inquirido sobre los resortes de su inabarcable bibliografía. Esa condición prolífica, sumada a su inquietud, a su diversidad de intereses, a su compromiso, habrá contribuido sin duda a hacer de Vázquez Montalbán uno de los autores más conocidos en la España de las últimas décadas. Pero eso no basta para explicar el fenómeno Montalbán, que se debe también, y no en menor medida, a la sintonía existente entre el escritor y su época. O, por decirlo con mayor precisión, al modo en que anticipó y describió, usando todos los géneros literarios conocidos, y aun otros, la evolución del ciudadano progresista que luchó contra el franquismo. Es decir, del ciudadano que conoció las turbulencias sociales de los sesenta y los setenta de mayo del 68 a los hippies y la revolución sexual , casi vio cumplidos sus anhelos políticos y, a continuación, se topó con el desencanto, la bonanza económica y cierto hedonismo. La sintonía con las generaciones que recuperaron la democracia es una constante en la obra de Vázquez Montalbán y se ha verificado por muy numerosos caminos, casi tantos como seguidores tuvo, puesto que la frondosa obra montalbaniana ofrece incontables vías de relación. Cada uno de sus lectores podría trazar hoy en estas horas que suceden a la triste y sorprendente noticia mortuoria su personal engarce con el escritor. Y si yo mismo me entregara a ese ejercicio ya nostálgico, recordaría que quienes estudiamos periodismo en los años setenta le descubrimos gracias a su “Informe sobre la información”, una cartografía crítica de la industria mundial de la comunicación, redactada con entusiasmo militante durante su estancia en la cárcel de Lleida. Recordaría también que luego leímos su Manifiesto subnormal, un libro indefinible donde mezclaba formatos y anticipaba el desconcierto ideológico, social y sentimental de la época. Y recordaría además que, al poco, Montalbán sería el primero en esbozar la figura del progre desencantado, reconvertido en “bon vivant”, amante del guiso, el habano y el malta, y de mostrarnos, en las páginas de uno de sus primeros “Carvalhos”, el camino del restaurante El Raïm. Aunque sólo fuera por eso, ya contaría con mi sincera gratitud. Este autor poliédrico, atento a la copla española y cronista de primera hora de la “nova cançó”, dirigente comunista que reivindicaba la ternura, conferenciante de lujo y colaborador gratuito en innumerables empresas altruistas, abierto al mundo y defensor recalcitrante de viejas banderas, a un tiempo reservado y público... ha encarnado también cierto espíritu barcelonés: el de la ciudad portuaria y de tránsito, con una tradición de mezcla y mutua fecundación, charnega y catalanista, fatigada e infatigable, que se sacude sus años y pesares porque sabe que, en toda circunstancia, queda mucho por pelear y por progresar. Manuel Vázquez Montalbán fue, desde esta óptica, un barcelonés ejemplar. Y es también por ello que hoy le recuerdan con cariño sus muchos seguidores. Incluso aquellos que, pese a no perseverar en su lectura o a no compartir su inmovilismo ideológico, sienten que, con esta muerte, dicen adiós a una parte de su vida.

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