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Documentació

El doble mito de Verdaguer

Article publicat a “El Mundo” el 06/06/02 per Joaquín Marco

El 10 de junio se cumplen cien años del fallecimiento de Jacint Verdaguer (1845-1902), uno de los nombres fundamentales de la literatura catalana y, según muchos, el padre de la lengua catalana moderna. Autor del colosal poema L’Atlàntida y de los corrosivos artículos de En defensa pròpia, viajero y exorcista, romántico y moderno, su obra sigue hoy tan viva como hace cien años. El Cultural celebra hoy su centenario. Joaquín Marco recuerda su vida y su obra y Andrés Ruiz Tarazona repasa las obras musicales que inspiró.

En Cataluña, 2002 es año verdagueriano. Ya en vida Verdaguer se convirtió en un mito ambivalente y popular. Su entierro constituyó una de las manifestaciones masivas más considerables que se han dado en Barcelona. Nadie puede poner en duda su importancia como poeta, creador de la moderna lengua literaria catalana (Maragall lo comparaba, en este sentido, a Dante), aunque anterior a la normalización ortográfica de Pompeu Fabra. Extrajo su riquísimo vocabulario de las fuentes populares más vivas, las rurales. Fruto tardío del Romanticismo, fue celebrado por autores tan distintos como Menéndez y Pelayo y Juan Ramón Jiménez. Pero su condición de sacerdote, su labor como limosnero –cercano a la miseria del proletariado urbano–, sus problemas económicos, sus actividades exorcistas y sus visiones le enfrentaron a su obispo Morgades i Gili, que le retiró las licencias sacerdotales e intentó recluirle. En 1893 el marqués de Comillas había decidido también prescindir de sus servicios como capellán familiar. En 1898, tras una carta pública de retractación, le fueron devueltas y fue adscrito a la iglesia barcelonesa de Belén, aunque sus últimos días transcurireron en Vallvidrera. La primera de las publicaciones verdaguerianas ha sido la reedición, incrementada con unos pocos textos inéditos, de En defensa pròpia, editada por Narcís Garolera. Está formada por la serie de artículos que fueron publicados entre los años 1895 y 1897 en La Publicidad y que, según su actual editor, constituyen “un hito en el periodismo catalán y, en consecuencia, en la prosa catalana contemporánea”. Josep Maria Casasús los puso en relación con los que, a fines de 1897, Zola inciaría sobre el “caso Dreyfus”. La calidad de Verdaguer como prosista había sido ya sobradamente probada con la edición de su Dietari d’un pelegrí a Terra Santa, superior al nada desdeñable Excursions i viatges (1887). En el Dietari ya advertía que “son notas de viaje, desnudas de estilo y poesía, escritas a toda prisa, de cualquier modo”. No carecen de interés ni de actualidad estas prosas verdaguerianas tan características del personaje que había viajado ya a América, Rusia, Estambul, Alemania, París. Sin embargo, cabe advertir que su polémica y autobiográfica En defensa pròpia, con la que Tusquets inaugura una colección en catalán, anda ya por su tercera edición. Ello quiere decir que Verdaguer no deja insensibles a los lectores de hoy. Verdaguer fue, ante todo, un poeta. Llegó a plantearse una posible oposición entre su misión sacerdotal y la poesía; pero su prestigio le llevó a ser considerado pieza fundamental de la Renaixença. Sus obras capitales fueron L’Atlàntida (1877) y Canigó (1886). Pese a que la arquitectura del primero es superior, Canigó, dirigido a los catalanes de Francia, constituye una cima. El lector moderno preferirá Flors del calvari (1896), canciones de inspiración popular que reflejan el alma atormentada del sacerdote mediante evocaciones religiosas, más dolorosas e íntimas que su anterior Roser de tot l’any (1894). La obra de Verdaguer nace en su primera juventud, tras la aparición de Los Trobadors Nous (1858), reunidos por Bofarull, apegado a Vic, al seminario donde transcurre su adolescencia. Si inicialmente se decantó por la poesía satírica, siguiendo el eco del barroco Vicenç García, muy pronto la poesía popular y los poemas de gran multitud –Milton como modelo– le conferirán el poder del creador de mitos. La lengua se torna musical y el verso se enriquece cuando el poeta ensaya metros y formas. Canigó está forjado sobre leyendas guerreras medievales, monjes y hadas. Se apropiará de los grandes temas catalanes: el simbolismo de Montserrat o del Montseny sin renunciar a la capitalidad de Barcelona. Este personaje con cara de payés y cuerpo robusto, que gozó del éxito, cayó en desgracia, polémico y creador enlazará con Joan Maragall (el día 30 de mayo se inauguró en Barcelona la exposición Verdaguer i Maragall. Paraules i silencis) y con ellos la continuidad de una poesía que, sin Verdaguer, resultaría inconcebible.

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